Por fin estamos abocados a las dos
etapas finales de este año atropellado con las elecciones catalanas el
27 de septiembre y las generales, es de suponer, el 20 de diciembre. Y
reina una confusión superior a la normal porque el independentismo
catalán, que ha pasado de ser una algarabía, según inteligente
calificación de Rajoy, a ser la amenaza más grave a la unidad de España
desde Companys todo lo complica. Parece oportuno apuntar algunas
reflexiones con ánimo aclaratorio. Prescindo del habitual recurso de
muchos analistas de anunciar su voto para ahorrarse los análisis porque
siempre me ha parecido un recurso sin sentido. El voto es secreto y, por
mucho que alguien publicite el suyo, incluso en acta notarial, no podrá
jamás probar que votó como aseguraba.
Las
elecciones catalanas, aunque parecen el bullir de un zoco árabe por la
cantidad de opciones, grupos, alternativas, son fáciles de entender
porque se reducen a una binaria: sí o no. Los independentistas, esto es,
el bloque del sí (Juntos por el Sí, y las CUP) sostienen que las elecciones son plebiscitarias;
sí o no. Las otras candidaturas (PSC, C's, PPC, CSQEP y Unió) sostienen
que nada de plebiscitarias; son elecciones autonómicas normales y caben
todas las diferencias, matices y variantes. Sin duda, pero, al final,
todas están por el "no" y, por tanto, sí o no, bloque del no. El bloque
del sí contiene una lista de izquierda institucional, ERC, en alianza
con la derecha de Convèrgencia y las dos asociaciones civiles de la Assemblea y Ómnium
y otro de izquierda radical, con elementos asamblearios y ácratas. Las
dos aparecen conectadas por el objetivo independentista de forma que, a
este respecto, forman una unidad, quedando en la sombra el factor social
(como de hecho lo está en la lista mayoritaria) y otro mucho menos
señalado pero también presente: el republicanismo. Las tres fuerzas
políticas y sus hinterländer sociales aspiran a la independencia de una República catalana. El voto aquí está muy claro: Sí, derecha e izquierda y prou.
El
bloque del "no" es aparentemente más diversificado y, según los
sondeos, sus opciones han de repartirse un 45% del voto aprox. en reñida
competencia. Y, además, la hacen mirando siempre hacia Madrid, a
diferencia del bloque del sí. Obviamente en todas hay un hilo conductor,
que es el "no", pero con variantes: "No" y que todo se quede como está
(PP); "no" y que todo se quede como está, pero más arreglado y limpio
(C's); "No" y promesa de negociación en busca de nuevo encaje (Unió);
"No" y promesa de reforma constitucional de vocación federal (PSC); "no"
y promesa proceso constituyente español, "para decidirlo todo" y
también en Cataluña (CSQEP/QWERTY). Los votantes tienen a dispoción
varios matices del "no"; pero siempre es "no"
Porque las elecciones, diga lo que diga el nacionalismo español, son plebiscitarias.
En
el bloque del "no" hay enfrentamientos diversos. Nadie se ocupa de
Unió; el PSC parece mantener un suelo firme de votantes de izquierda no
nacionalistas; el PP lucha por sobrevivir en un entorno muy inhóspito; y
la pelea está entre los dos emergente, C's y QWERTY, en realidad,
Podemos. Ambos esperan resultados decorosos (en torno a 18 disputados
cada uno, de 135) pero no embriagadores. Porque los dos necesitan
afianzarse en Cataluña como partidos españoles para que los
españoles los voten en España. C's no lo tiene muy difícil. El caso de
Podemos es más complicado porque, si su resultado viene a ser el mismo o
casi del que tuvo ICV en las pasadas elecciones, su peso en España, que
es lo que le importa, se verá muy mermado. Las opciones de izquierda
que han quedado al margen de la oferta electoral, Procès constituent, de Forcades y Guayem, el núcleo de Barcelona en Común, probablemente repartan sus votos entre los dos bloques, del sí y del no.
Repárese en que el resultado de las elecciones del 27 septiembre condicionará las generales de diciembre. Caramba con la algarabía
del profeta. Un condicionamiento cuyo alcance no podemos prever.
Imaginemos que el bloque del sí obtiene el 53% del voto y 81/82 escaños,
como pronostican algunos sondeos. Imaginemos luego que el Parlament
decreta una DUI. Exactamente ¿que hace el gobierno de España? Rajoy
asegura que hay mecanismos para evitar que España se rompa.
Obviamente estos pueden ir desde una suspensión de hecho de la
autonomía hasta la intervención militar con proclamación del estado de
excepción. Dependerá de la gravedad percibida en Madrid de la actitud
catalana. Y, si se da un estado de excepción, es poco probable que haya
elecciones en diciembre. Hasta ese punto puede incidir la algarabía
catalana, hasta eliminar las elecciones. Si esta opción, en el fondo,
coincidae con las aficiones más profundas de Rajoy, un neofranquista, es
aquí irrelevante. La posibilidad existe.
Mientras
se mantengan las generales para diciembre, los campos, a diferencia de
Cataluña, son bastante simples. A un lado, la derecha, compuesta por el
PP y C's, que se estrena en la plaza en donde, por decirlo en un
lenguaje que Rivera entiende pues, aunque dice que no, es aficionado a
las corridas, va a tomar la alternativa. C's tontea mucho por las
esquinas del mapa español pero, llegado el momento, sabe que su aliado
natural es el PP, como se muestra en la Comunidad de Madrid.
Frente
a la derecha, la izquierda aparece tan fraccionada como siempre, pero
con algunas novedades. Si su resultado catalán es suficiente, Podemos
terminará de fagocitar a IU. Ahora en Común, la plataforma de
confluencia de las izquierdas no socialistas en la que esperan integrar a
Podemos iniciará una tarea de confluencia con unas elecciones primarias
a las que se presentará, según parece, Alberto Garzón. Las siglas IU se
esfuman del cuadro y las del PCE ni se cuenta. Pero las organizaciones
ahí están y sus militantes también. La condición que, a su vez, ha
impuesto Podemos para la confluencia es que el nombre sea siempre
Podemos más el predicado que sea en cada caso porque solo prevé alianzas
a nivel autonómico. Algo bastante lioso. Pero quédese el lector con la
copla: Podemos nunca aparecerá al lado de las siglas IU, que son los
"pitufos perdedores". La fagocitación es completa. Otra cosa es si es
indigesta y si, de aquí a diciembre, se mantiene la confluencia/unidad
con fuerzas políticas como IU y el PCE, cuya tendencia a la
fragmentación y el conflicto interno es casi endémica.
En
todo caso, esa opción de la izquierda no socialista, desconfiando mucho
de su capacidad para atrer el voto, trata de reñírselo al PSOE que es
su más lógico aliado de hipotético gobierno como socio principal o
secundario. De ahí que Podemos vuelva sobre los trillados procedimientos
del proselitismo comunista de los años treinta del siglo pasado. La
afirmación de Errejón de que "los socialistas de corazón" se van con
Podemos, equivale a la vieja idea-provocación de la Komintern de que los
dirigentes socialdemócratas eran traidores, pero los militantes, gente
sana, podían ser absorbidos en las filas comunistas. Y, por supuesto, la
idea de que Corbyn sea el "Pablo Iglesias británico", fervorosamente
aplaudida por Podemos, va en la mismo dirección. Es una actitud que
tiene algo de parasitismo. Para Podemos, casi todo en Europa que tenga
alguna posibilidad es Podemos, Syriza y el Partido Laborista. Supongo
que, siendo los dos partidos, el Laborista y el PSOE, de la misma
Internacional, los españoles refutarán por la vía de hecho ese intento
de apropiarse colores ajenos. Pero, mientras lo hace, Podemos seguirá
intentando minar el terreno que pisan.
Y
hacen bien. La política es así. Si el PSOE quiere conservar su
territorio, que lo defienda. La amenaza le llega por la izquierda y se
verá obligado a neutralizarla sin dar pie a que el PP clame que se ha
echado en brazos del radicalismo. El asunto es tremendo porque, con toda
la buena voluntad del mundo, es casi imposible observar en la dirección
actual del PSOE un mínimo impulso de renovación digno de mención. Por
las villas y campos de España va Pedro Sánchez, el enviado de Rubalcaba,
repitiendo como un molinillo las vagas promesas de regeneración
democrática, recuperación del Estado del bienestar y cohesión
territorial española, sin asomar mucho cuerpo, no lo vayan a comprometer
antes de tiempo. Hay que esperar el resultado de las elecciones
catalanas, como siempre ya que de él, en buena medida, dependerá la
decisión que tome como partido. Es posible que se imponga una alianza
PSOE-Podemos bajo dirección más probable de los socialistas. En
realidad, tal como están las cosas, quizá sea la única opción factible
de gobierno de unidad de la izquierda en España, algo de lo que Palinuro
viene hablando desde hace meses.
Pero
también es posible que, por diversas razones, por ejemplo, un estado de
excepción a causa del independentismo catalán, el PSOE acabe entrando
en un gobierno de concentración con el PP. Incluso más, como viene a
augurar la ilustración de este post que podría tener un título de film
norteamericano como "el tren de la hora veinticinco". Sería extraño para
España, pero no para Europa, en donde este tipo de gobiernos es normal.
Alemania se gobierna hoy con una gran coalición.
Quedaría
por averiguar en qué medida esa confluencia de "salvación nacional"
realmente podría detener a los catalanes y "salvar España".
En
lo que se me alcanza, muy escasa. La presencia del PSOE en un gobierno
que tuviera que enviar tropas a Cataluña o suspender la autonomía, le
daría, sin duda, más legitimidad. Pero no lo haría más eficaz.
Y,
en realidad, vendría a poner, de hecho, la resolución del conflicto
catalán en manos de los extranjeros, especialmente de los europeos, pero
no solamente de ellos. También los Estados Unidos tendrán algo que
decir. De hecho, el Rey va ya de visita a Washington, a recibir órdenes.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED