Hace unos días Felipe González publicaba una desafortunada Carta a los catalanes también en El País
en la que sugería semejanzas entre el fascismo y el nazismo y el
independentismo catalán. Hoy, el secretario general del PSOE escribe en
el mismo medio una breve "Tribuna" más contenida de trato pero
igualmente vacua. No obstante, es muy de agradecer el último intento de
Pedro Sánchez de encontrar alguna forma de acomodo a cuarenta y ocho
horas de unas elecciones que son decisivas para España, aunque los dos
partidos dinásticos se hayan obstinado en ignorarlo sistemáticamente. Es
de agradecer pero no resulta convincente.
Es claro, como dice el autor que, "sin Cataluña, España ya no sería España".
Pues sí, es cierto. De pronto, los políticos españoles tienen la
revelación de que se encuentran ante una crisis descomunal, de Estado,
de nación, de país, para la que no están preparados. Porque nunca se
habían tomado en serio la cuestión catalana. Entendían que el Estado
autonómico, al garantizar a Cataluña las "mayores cuotas de autogobierno
de su historia" (como suelen decir), aceleraría el proceso por el cual
la Comunidad autónoma querría configurarse como nación y, eventualmente,
como Estado. Pero nunca consideraron seriamente que tal cosa sucediera y
por dejación o por falta de información, no prepararon nada y confiaron
en que la situación sería llevadera. Insisto, no hicieron nada.
En su tribuna, Sánchez no se ajusta a la verdad. Sostiene que los socialistas españoles venimos diciendo, desde hace años, que deberíamos reformar la Constitución,
pero no es cierto. Tuvieron casi catorce años de mandato en tiempos de
González con tres legislaturas con mayorías absolutas y no hicieron nada
en ese sentido. De la autodeterminación dejó de hablarse y del
federalismo también. En el fondo, González era un jacobino sevillano,
como se prueba ahora y de Guerra no hace falta hablar. Volvieron luego
al gobierno en condiciones más precarias, con Zapatero y tampoco
hicieron nada. O hicieron lo que quizá no debían: reformar la
Constitución por mandato de una UE neoliberal y con acuerdo de la
derecha.
Empezaron
a acordarse de la reforma constitucional territorial en el congreso de
2013, cuando estaban en la oposición y con unos propósitos tan inseguros
e inciertos que aun no se sabe en qué consisten. Eso no es "desde hace
años". Ni hablar. La preocupación es de ahora mismo, cuando han visto en
dónde se han metido y presas de los nervios porque, a pesar de los
bailes de Iceta, se temen un bajón en Cataluña, tradicional granero de
votos del PSOE en España. O sea, como suele pasar en España, improvisan
forzados por la necesidad. Porque se quedan sin país.
Pero,
como viene a decir el título, nunca es tarde, "si hay voluntad". O sea,
nunca es tarde si la dicha es buena. Pero tiene que ser buena. ¿Qué
propone Sánchez?
Una
vía que cree ancha entre las dos extremas que juzga minorías, la
"separatista" y la "inmovilista". Y, ¿en qué consiste esa vía? En una
reforma de la Constitución en sentido federal que acomode a los
catalanes. Por supuesto, queda en el aire cómo se les preguntará sobre
esa vía federal y es de sospechar que de ninguna manera.
Las
expectativas electorales del PSOE, aun las más halagüeñas, no auguran
una mayoría parlamentaria para hacer dicha reforma en absoluto. En el
mejor de los casos, tendría que contar con el PP y este ya ha dicho que
no colaborará. Es decir, el contenido de la tribuna de Sánchez es pedir a
los independentistas que depongan su actitud ante una promesa que es
obvio que no puede cumplir.
Y
ese el punto más débil de este apreciable intento que lo afecta a él y,
en general, a todos los intentos de equidistancia en este proceso. Lo
más llamativo de la tribuna no es lo que dice sino lo que no dice.
Igualando "separatistas" e "inmovilistas" se olvida que ninguno de los
dos lo ha sido siempre. Los "separatistas" antes no lo eran tanto, sino
que han ido creciendo exponencialmente en los últimos años; y los
"inmovilistas", en realidad no han dejado de moverse pero siempre en
contra de Cataluña.
La
importancia de los diez últimos años, desde la peripecia del Estatuto
de 2006, es inmensa para explicar una situación como la actual. Pasarlos
por alto es un grave error. Pero aun es peor no mencionar los últimos
cuatro años, la legislatura del PP, un gobierno con mayoría absoluta
que, además de corrupto, ha sido agresivo contra la mayoría de la
población y, muy especialmente, contra Cataluña. Un régimen de
involución que, vaciando de contenido la democracia, la ha sustituido
por uno autoritario y represivo de clara inspiración franquista.
Durante
este tiempo el PSOE ha estado prácticamente desaparecido, cuando no ha
prestado su colaboración a las mayores demasías del gobierno. La
oposición socialista, obsesionada con los pactos de Estado, que
remiten a una mentalidad conservadora de esa que se nutre con la idea de
la "seguridad nacional", ha sido cómplice de la destrucción de la
democracia y el Estado de derecho en España. Y ahora, cuando le caen
encima los cascotes del Estado del bienestar y la cohesión territorial
del país, quiere encauzar los acontecimientos con unas fórmulas cuyo
contenido desconoce y acerca de cuya factibilidad no posee certidumbre
alguna.
No
puede extrañar al secretario general del PSOE que los catalanistas, que
ven la posibilidad de iniciar un camino nuevo ahora, no quieran
esperarse a ese dudoso futuro. ¿Que ese camino tiene dificultades y no
está exento de conflicto? Por supuesto, pero dígase: ¿acaso el presente
no lo está igualmente? Pero, sobre todo, esa esperanza en un futuro
incierto lleva en su seno la posibilidad cierta (y bastante verosímil)
de que el PP vuelva a ganar las elecciones en España. No puede extrañar a
Pedro Sánchez, por muy en la luna que se encuentre, que los
independentistas no quieran aguantar otra legislatura como la que ha
vivido este desgraciado país. Sobre todo porque el mismo Sánchez ya ha
dicho que no admitirá referéndum de autodeterminación en Cataluña. Como
el PP.
Realmente, el interés por esperarse es cero. El artículo de Sánchez es inútil.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED