Puigdemont interpreta un doble papel, el simbólico y solemne de
presidente de la Generalitat en el exilio (avatar nada infrecuente en el
cargo) equiparable a un general De Gaulle encabezando la France combattante que aquí sería Catalunya resistent:
y también el de líder de un movimiento político que se hace notar en
múltiples aspectos de la vida pública, muchas veces de forma inesperada,
como una especie de Pimpinela Escarlata. La dignidad de la
representación va unida al ingenio, la flexibilidad de la acción.
Esta nueva peripecia de Puigdemont tiene suspenso el ánimo del personal
en todos los estamentos y juzgados de guardia. Cunden los nervios ante
la incertidumbre que se genera. La información es tan precisa que parece
fabricada: un vuelo de Ryanair Bruselas (06:55)-Copenhague (08:35).
Supongo que estará contrastada con la lista de pasajeros. Y habría que
preguntarse si esa lista es pública o el dato lo ha dado el entorno de
Puigdemont.
Sobre todo porque, al parecer, no se descarta que el
exiliado errante alcance Dinamarca por algún otro medio. Lo cual
tampoco querría decir mucho. Una nueva euroorden llevará su tramitación
y, caso de aceptarse y llegar a tiempo, al no estar registrada la vuelta
del MHP, habrá que vigilar todas las posibles salidas aéreas,
terrestres y marítimas. Pimpinela/De Gaulle.
En el ínterin, el Zeus olímpico monclovita del 155 lanza sus rayos
contra los rebeldes catalanes. Nada de investir a Puigdemont por vía
presencial, telemática o espiritista. Ya no es cuestión de legalidad o
no legalidad, dado que no hay ley contraria a la investidura telemática;
es cuestión del 155, es decir, de la voluntad de Rajoy a quien, como a
Rivera y a Sánchez, el personaje se le ha atragantado. Porque representa
justo lo que a ellos les falta: la acción política por convicciones con
notable riesgo personal en todos los órdenes.
El B155 quiere la cabeza de Puigdemont en una pica. Cosa absurda porque,
aunque la consiguieran, lo que es poco probable, no adelantarían nada.
El independentismo tiene más puigdemonts. Nacen en su mayoría absoluta
parlamentaria. Rajoy amenaza con prolongar el 155. Lleva haciéndolo
desde la noche del 21D. Para resultar más jupiterino avisa de que esta
vez será más duro y más largo y de que cuenta con el apoyo del PSOE y C's. Va, además, a degüello: se invoca un veto sobre la actividad del Parlament, una intervención de TV3 y otro tanto en el sistema educativo.
Lo asombroso es que esta barbaridad tenga el apoyo del PSOE, C's y quizá
de algunos de Podemos. Que se apoye una intensificación de una
dictadura personal sobre Cataluña del presidente de un partido que tiene
cuatro diputados en el Parlament y, si no yerro, un alcalde en
todo el país catalán. Evidentemente ese apoyo refleja el abrumador del
Congreso español del 72,5%, probablemente cercano al 90% cuando Podemos
haya completado su giro nacional. Aplastante. En España. Pero
minoritario en Cataluña.
Mantener esta situación de práctica ocupación de Cataluña e intervención directa tous azimouts, esta situación de dictadura no es posible. El ejemplo que suele aducirse de los casos de direct rule británico
en Irlanda del Norte no es válido porque en aquel caso se trataba de
dos comunidades religiosas enfrentadas militarmente. En Cataluña no hay
tal. No hay fractura ni enfrentamiento interno. Hay una mayoría simple
de votantes y absoluta de representantes que quiere la independencia y
así lo vienen manifestando de modo democrático y pacífico.
Tratarlo por la vía represiva como un problema de orden público negando
todo tipo de negociación política, criminalizando opciones políticas, no
lleva más que a una imposible prolongación de la dictadura. Habría que
volver a la situación de normalidad enunciada más arriba o convocar
elecciones nuevas en la práctica seguridad de que la victoria
independentista sería aun mayor.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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