Ansiaba ingenuamente que
no hubiera más temporadas. La última está siendo tan pésima para los
intereses de la sociedad española que pensaba que los productores
habrían espabilado mientras la competencia les come el terreno entre la
audiencia. Pero no. Todo apunta a una nueva reedición del Juego de
Cromos más destructivo para la democracia española.
En los próximos meses vencerá el mandato del actual Consejo General del
Poder Judicial. El de la infamia Gallardón. Es tan evidente que no hay
regeneración posible de la democracia sin reforzar la independencia del
Poder Judicial, que casi cruzaba los dedos para que aunque fuera
Ciudadanos consiguiera torcer los designios de un juego de control y de
cambio de cromos que ya dura demasiado.
No hay ningún viso. Es más, todo
apunta a que no sólo no se rectificará el sistema de elección
partidista sino que la fragmentación del Parlamento nos aboca a una
prórroga de juego del más ineficiente y perjudicial de todos los
Consejos que han existido. Y eso es mucho decir, puesto que los ha
habido muy infames.
Lo más desolador para mí ha sido comprobar que el PSOE
actual tampoco está dispuesto a soltar la presa del Tercer Poder, por si
algún día puede volver a controlarlo. Desesperanzador. Ante la
propuesta de volver al sistema de elección marcado por la Constitución
-porque ha sido alterado de forma bastante espuria- defendido por todas
las asociaciones judiciales y exigido por Ciudadanos al Partido Popular
en su pacto de investidura, se presenta otro nuevo bloqueo para
perpetuar el sistema actual y alcanzar un nuevo cambio de cromos.
El
PSOE ha manifestado que rechaza "cualquier pretensión corporativa de
convertir el gobierno del Poder Judicial en una suerte de autogobierno
de jueces y magistrados". La frase es gomosa y mendaz. La pretensión de
volver al sistema de elección constitucional no es una pretensión
corporativa, o no sólo, porque ni Ciudadanos ni todos aquellos que
conocemos los males producidos a toda nuestra sociedad por la alteración
partidista llevada a cabo por el PSOE y el PP de forma instrumental,
somos jueces ni formamos parte de ninguna corporación.
En todo caso,
señores del PSOE, entre que los jueces les deban favores a sus
compañeros por ser elegidos y que se los deban a ustedes o a los
populares, yo tengo clara mi elección.
Ninguna
regeneración democrática es posible sin conseguir, de una vez por todas,
un poder judicial independiente y con apariencia de tal independencia.
La mierda que han dejado resbalar durante legislaturas sobre el CGPJ ha
caído ya en goterones sordos sobre los nombramientos del Tribunal
Supremo y de los presidentes de los tribunales y salas más importantes y
que más cuestiones relativas al poder deben decidir. La peste,
finalmente, lo ha invadido todo.
Los ciudadanos notan que la Justicia
hiede y, como muchos no son capaces de identificar hasta dónde llega la
inmundicia, tienden a pensar que la podredumbre es completa y
generalizada, cuando ustedes y yo sabemos dónde está la fuente de la
descomposición. Bueno, lo sabemos nosotros y los estados miembros del
Grupo de Estados contra la Corrupción (GRECO) que han vuelto a exigir a
España no sólo que reforme la manera de elegir el gobierno de los jueces
sino que legisle por ley cuáles son los méritos objetivos y la forma
imparcial de valorarlos para acceder a los puestos de responsabilidad
judicial.
Lo malo de la postura vergonzante de los
socialistas no es sólo esto, sino que ha permitido al Partido Popular
escaquearse y esconderse tras ellos tras el evidente incumplimiento de
sus promesas electorales primero y de su pacto con Ciudadanos después.
Como perros de presa, tienen las fauces clavadas y no están dispuestos a
aflojar, ni el uno ni el otro. Los partidos nacionalistas suelen ir
bien servidos con el trocito de tarta que se llevan y tampoco mueven
ficha. Podemos está resultando inoperante a la hora de exigir
concreciones prácticas de la regeneración.
Así que
así estamos. Faltan pocos meses para que el CGPJ deba ser renovado y no
hay ni el más mínimo movimiento entre los partidos mayoritarios ni para
cambiar el sistema de elección de los vocales ni para pactar una
renovación con el sistema actual. Lesmes se frota la mano y se prepara
para estar en el machito un año más de bóbilis, bóbilis. Es el
presidente de un órgano constitucional inexistente, inoperante, baldío.
Un Consejo sin portavoz ni presencia pública, que no ha servido para
amparar a jueces y magistrados de ataques feroces -menos a Lamela con lo
de Cataluña, ¡cachis!- que ha creado más líos con los juzgados pozo de
las cláusulas suelo que beneficio, que sigue sin reclamar la creación de
plazas o el aumento de juzgados o nada que pueda molestar al amo y
señor.
Un Consejo vacío de sus funciones constitucionales que sólo
cuenta como una especie de Dirección General de los Nombramientos
Judiciales, tarea en la que ha obtenido un gran éxito, dado que Querida
Concha está donde debe, Enrique López en su sitio y suma y sigue, sin
que el Tribunal Supremo se sustraiga a la dinámica, aunque el sistema se
intente defender recusación tras recusación.
Siento
decirle al PSOE que su postura no es una postura de futuro. No se puede
hablar de regeneración, de diez propuestas de país o de reforma
constitucional y oír los cantos de sirena de los militantes y cargos que
fueron parte del problema que nos ha traído hasta aquí. No vamos a
olvidar que los socialistas fueron los primeros que en 1985 reformaron
el sistema por la vía de sus gónadas con puede que el loable fin de
apartar de los puestos de responsabilidad a los cuadros judiciales del
franquismo.
Como el fin no justifica los medios, cuando estos son
discutibles acaban trayendo problemas mayores. De aquellos polvos, estos
lodos. El desparpajo socialista fue seguido por la desvergüenza de los
gobiernos de Aznar y rematado por el infame Gallardón a las órdenes de
Rajoy.
Creo que los argumentos sobre el
corporativismo al que nos llevaría la elección democrática directa están
trasnochado. Igual que la idea de la izquierda de que una elección
judicial nos abocaría a CGPJ conservadores una y otra vez. Lo cierto es
que los miembros de las Salas de Gobierno y los decanos se eligen así y
no creo que pueda establecerse tal premisa.
Tampoco es ya cierto que la
extracción ideológica de la Judicatura sea tradicionalmente
conservadora. Miren, hay de todo. Jueces con calaveras y jueces de
crucifijo. En todo caso prefiero que el Poder Judicial lo rijan jueces
conservadores a jueces que les deban la carrera y el futuro a los
políticos, conservadores o no.
Los partidos que
pretendan la regeneración democrática no pueden dar la espalda a esta
realidad. Los ciudadanos, tampoco. Sin la independencia de los jueces y
sin la transparencia en los nombramientos no hay democracia sana
posible. Y si además les dieran un presupuesto propio ya rizaríamos el
rizo.
Soltar la presa es duro. Asumir que les han de controlar aquellos que no controlan, también. Sólo nos queda seguir exigiéndolo.
(*) Periodista
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