A Miguel Sánchez, senador autonómico por
la gracia del pacto PP-Cs, lo han metido en la delegación española de
las Cortes Generales ante la Asamblea Parlamentaria de la OTAN, que es
algo que debía existir, pero que, como tantas cosas, descubrimos cuando
llega un murciano. Tiene toda la lógica: ¿dónde encajaría mejor un
caballero cristiano caravaqueño que en la institución para la defensa de
la civilización occidental?
A
Miguel Sánchez lo relevaron del liderazgo autonómico de Cs por el
artículo veintitrés, y la patáparriba ha sido tan contundente que ha
llegado hasta la OTAN. Asamblea Regional, de entrada no; Asamblea OTAN,
alfombra roja. (Otra de Isabel Franco: ha dicho que Cs no negoció con el
PSOE porque en la primera reunión ya estaban pidiendo sillones, cuando
el primer y único sillón del que se habló en aquel encuentro fue el de
Miguel Sánchez. Merecido, eso sí).
Cuando
en mis años mozos trabajé en un magazín de televisión, el realizador
del programa se empeñaba en colocarme en la rejilla a un cantante amigo
suyo que, decía, había ganado el Festival de la OTAN. Era tan malo que
no habría podido quedar el penúltimo ni en el de la OTI, que era el que
había por entonces.
Como Internet no estaba ni se le esperaba, era
difícil encontrar alguna fuente que ratificara que tal Festival de la
OTAN existiera, pero si fuera así quedaba claro que la OTAN era algo
peligroso, capaz de utilizar técnicas de La naranja mecánica con alguna
finalidad tóxica. Mi aversión a la OTAN no procede, pues, de algún
prejuicio antimilitarista, sino de su política musical.
Pero
con Miguel Sánchez ahí podemos estar tranquilos. Su ánimo pacifista
está probado desde que, cuando le pidieron que se apartara de la
candidatura regional de Cs, no quiso guerrear en las primarias. No es
hombre de batallas perdidas, aunque las fotos que cuelga en Facebook
durante las fiestas de Caravaca resulten intimidatorias, con ese pedazo
de espada que ni la del Cid.
Como es político de ideas atrevidas, quién
sabe si hará lo de Hernández Ros cuando, para asegurar la paz mundial,
quiso invitar a Reagan y a Chernenko a compartir una paella huertana
junto al Muro de Berlín. Con más propiedad y probable éxito, Miguel
Sánchez podría organizar una Asamblea General de la OTAN en el lugar que
constituye su pequeño paraíso terrenal, la pedanía caravaqueña de El
Moral y en torno a unas migas.
Ahora bien, Miguel, cuando vayas a la sede de la OTAN procura no tocar ningún botón.
(*) Columnista
https://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2019/08/06/miguelotan/1043053.html
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