Trataron de sacar los presupuestos hasta
el último instante. Calvo exigió la retirada de las enmiendas a la
totalidad. Como no lo consiguió, rompió el diálogo y todas las
nebulosidades sobre "relatores", negociaciones. Todo falso.
Como
falso era aquello de "en ausencia de violencia, se puede hablar de
todo." De nada; no se puede hablar de nada. No hay nada que negociar,
nada que dialogar. Pero el gobierno sigue diciendo que ofrece diálogo.
Al mismo tiempo, aprovechando la ruptura, levanta la antorcha del unionismo más acendrado: no aceptará nunca un referéndum de autodeterminación.
Razones no hacen falta muchas porque se habla respaldado por la razón
última, la fuerza. No se admitirá nunca un referéndum de
autodeterminación porque no. ¿Por qué no?
Básicamente, por el temor a
perderlo. Y ¿por qué puede perderse? Por haberlo prohibido. Si se
hubiera hecho hace años, los unionistas lo habrían ganado. Pero, para
ello, hubiera sido necesario que los gobernantes entendieran el país que
gobernaban y España no sería España.
La
llamada "cuestión catalana" sin duda es muy grave; gravísima para la
idea de España del unionismo. Pero, con todo lo grave que es, no es el
motivo del ataque de la derecha. Toda la gama de colores de esta, del
azul al pardo, saldrá a la calle a defender la unidad de España y a
cantar el Cara al sol. Pero Sánchez yerra si piensa que el móvil de la
derecha es el que dice y que rechazando la autodeterminación quedará
libre de ataque.
El
ataque de la derecha es contra él y su gobierno que, por un lado o por
el otro, no tiene salvación. Sin PGE no podrá soportar la presión por
elecciones anticipadas. Podría haber salvado las cuentas con los votos
de los indepes aceptando una mesa de negociación sin topes, hablando de
autodeterminación. Eso si fuera de izquierdas, pero su exigua mayoría
parlamentaria seguramente no le aguantaría y algunos diputados de su
propio partido desertarían
Echarse
en brazos del facherío mostrándose granítico con Catalunya no le sirve
de nada porque a la derecha no le importa Catalunya. Lo que quiere es
gobernar España a su modo; o sea, esquilmarla en provecho de los suyos,
como viene haciendo el PP. El resto no cuenta.
Todo
el alboroto que la carcunda está montando contra Sánchez a causa de
Catalunya se calmará si hay elecciones y estas posibilitan un gobierno
de derechas en alguna de sus posibles combinaciones.
En cuanto a sus
relaciones con Catalunya, si las circunstancias lo permiten, procederá
arrasando el autogobierno catalán. Si las circunstancias no lo permiten,
abrirá un proceso de negociación con el independentismo en el que
recurrirá a todas las propuestas que ahora ha demonizado en los
socialistas. Y hasta más.
No
le importa la unidad de España. Le importa expoliar España, a la que
considera de su propiedad. A qué se llame España en cada momento, eso ya
es indiferente, siempre que quede algo por expoliar. Así ha sido
siempre.
Otro
día, si acaso, hablamos de cómo va a quedar la izquierda española y el
sedicente Estado de derecho español tras una victoria de esta derecha.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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