lunes, 25 de febrero de 2019

Somos lo que éramos / Ángel Montiel *

Somos Región pretende ser un partido regionalista que podría arañar votos y escaños al PP, pero ha sido desplazado en las encuestas (y en la percepción general) por la irrupción de Vox, un partido antirregionalista. Extraña paradoja. Dos partidos que, aun en el espectro de la derecha, tienen una contraria orientación en su diseño político respecto al factor territorial; sin embargo, carecen de espacio para competir entre ellos, de modo que Vox parece neutralizar al otro. 

Esto significa que, en el fondo, no es tan importante la carcasa como el hecho de la funcionalidad 'antiPP'. Hay un electorado procedente del PP que pretende ubicarse en un lugar distinto en que brillen sin ropaje las 'ideas fuertes' de la 'derecha sin complejos', y estaba dispuesto a votar tanto a un partido regionalista como a otro antirregionalista, daban igual los argumentarios fundacionales siempre que la organización resultante viniera a morder al PP de una u otra forma. 

En ese pulso, desde el principio se vio claro que Vox sacaría a Somos de la pista incluso a pesar de que la estructura del partido de Garre está mejor armada al día de hoy que la de los recién llegados, pero éstos llevan carrerilla y no les hace falta más que la marca. 

En Somos son conscientes de este inoportuno contratiempo, de ahí que algunos de los más advertidos dirigentes sientan estos días un irresistible vértigo que los tienta a la escapada. Empezando por José Gabriel Ruiz, que fue tal vez el principal animador para la creación de ese partido y el que infundió más confianza a Garre para que diera el paso. 

Inicialmente fue el 'cerebro gris' de esta operación una vez que su acercamiento a Ciudadanos, tras haber quedado descolgado del 'nuevo aparato' regional del PP, no tuvo recorrido. Ruiz permaneció un tiempo en 'terreno de nadie', pues se distanció de Valcárcel por mantener su lealtad a Garre frente a PAS, y esto antes de que PAS se distanciara de Valcárcel. 

Ciudadanos aprovechó en ese trayecto los conocimientos de Ruiz, tras el paso de éste por la Administración regional, acerca, entre otras cosas, de las interioridades de la desaladora de Escombreras, y los utilizó en la comisión de investigación que sobre ese proyecto se abrió en el Parlamento regional. Pero esa comandita no funcionó mucho tiempo, de modo que Ruiz se empleó a fondo en la 'operación Garre'. Hasta ayer mismo, en que lo dejó tirado tras varios años en que le prodigó un amplísimo reguero de alabanzas. 

Justificó su dimisión como 'número dos' con argumentos abstractos e insinuaciones tiquismiquis, impropias de quien ha permanecido desde que le salieron los dientes en sucesivos cargos de la Administración gracias a un partido, el PP, que nunca se ha distinguido por las delicadezas que ahora le son a Ruiz tan perentorias. Es obvio que ha buscado un pretexto para quitarse de enmedio a la vista de las señales que indican que Somos no pirula.

En teoría, él debería haber sido el más indicado candidato a las elecciones generales. Pero no ha querido ser llevado al seguro sacrificio. En su lugar, pretendía que Garre ocupara esa plaza, una sugerencia insólita: ningún líder territorial se ha presentado nunca a las generales, ni siquiera Álvarez Cascos cuando fundó Foro Asturias

Un líder regionalista debiera liderar la política en su feudo, pues si se encarama a todas las candidaturas proyectaría la imagen de que no hay referentes institucionales complementarios, aumentando la impresión de personalismo o de abarcar una muy reducida área de influencia en la que no pueden crecer otras personalidades que puedan aspirar a obtener respaldo popular.

Ruiz habría estado dispuesto a concurrir al Congreso si las elecciones generales se hubieran celebrado después que las autonómicas, pero por su actitud es fácil deducir que sólo lo habría hecho si Somos hubiera tenido un resultado aseado en la Asamblea Regional, lo que le habría proporcionado un impulso. 

Pero no se atreve a comparecer electoralmente el primero, de ahí que pretenda que Somos eluda presentarse a las generales o que lo haga Garre. Si éste hubiera aceptado, en el caso de que obtuviera un escaño ¿tendría que renunciar a ocuparlo para volver a competir un mes después en las autonómicas o habría de dejar a Ruiz ese papel para convertirse éste así en el líder regional efectivo del partido? ¿Pretendía jubilar a Garre en Madrid para quedarse él de candidato a la presidencia de la Comunidad? ¿Y cómo justificar, en otro supuesto, que un partido hecho y derecho desaproveche la oportunidad de promocionarse participando en unas elecciones generales?

Ciertas espantadas no pueden sorprender a la vista de las trayectorias. Somos, sí, pero somos lo que éramos, o dicho de otra forma, esto es lo que hay.



(*) Columnista



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