jueves, 28 de febrero de 2019

Euroescépticos y euronulos / Félix de la Fuente *

El número de los que se sienten desilusionados, con o sin razón, de la UE es infinito, pero mayor aún es el número de los euronulos, es decir de aquellos que teóricamente defienden la integración europea pero cuya aportación a esta causa es prácticamente nula´. 
 
Y esto sí que es grave. Entre estos últimos se encuentran todos los defensores del estado actual, todos los que están conformes y satisfechos con lo logrado hasta ahora, pero también todos los que se resisten a reconocer “su incompetencia”, entendido el término “Incompetente” tanto en sentido jurídico, es decir “el que no tiene facultad”, como en sentido profesional, “el que no sabe resolver los trabajos” que tiene encomendados.

Si la integración europea no avanza -y está claro que no avanza desde hace ya casi dos décadas-, alguien no está haciendo bien su trabajo profesional, porque el tratado de la UE lo dice bien claro: “una unión cada vez más estrecha entre los pueblos (ciudadanos) de Europa”. Si la integración europea no avanza, o son las instituciones europeas o son los Estados miembros los que profesionalmente están fallando, o quizás ambos. Son incompetentes, porque hacen mal su trabajo, a no ser que demuestren que la integración europea no avanza por causas ajenas a ellos. Los que no están fallando son los ciudadanos, pues nadie nos ha dado “vela en este entierro”. 
 
Y conviene que tengamos los ojos muy abiertos, porque los políticos están especializados en responsabilizar a otros de sus propios defectos. “La UE no avanza porque los ciudadanos no quieren avanzar más”- “No podemos llegar a una Unión política, porque los ciudadanos no quieren depender de otros gobiernos o Estados y porque no hay una verdadera ciudadanía europea” (eso es lo que se nos vende). 
 
A los ciudadanos británicos se los engaña y se les promete un paraíso fuera de la Unión, y luego se argumenta “El pueblo ha decidido el Brexit”. Los ciudadanos en Cataluña escuchamos machaconamente “España nos roba” y llegamos a pensar que es verdad. “Luego, el pueblo quiere la independencia”. Si lo que sabemos de la UE es que “los europarlamentarios viven como reyes y que la UE nos cuesta mucho”, nuestra conclusión tiene que ser necesariamente: ¿para qué necesitamos a la UE?

Los ciudadanos estamos habituados a escuchar comentarios negativos sobre las instituciones de la UE, lo que vulgarmente se denomina “Bruselas”. Y no digo que sean siempre los políticos los que directamente hagan estos comentarios, pero los políticos raras veces salen a desmentirlos, porque así quedan ellos muy bien cubiertos. Tampoco digo que las instituciones europeas –Comisión, Parlamento y Tribunal de Justicia, entre otras- lo hagan siempre bien. Pero si hay alguien que sea el principal responsable de los fallos de la UE, esos son los jefes de Gobierno de los Estados miembros, son nuestros políticos nacionales.

Pero yo creo que, además, se trata también de un problema de incompetencia en sentido jurídico. Los ciudadanos hemos delegado la soberanía en los políticos para que nos gobiernen y resuelvan los problemas. Si los políticos nacionales no son capaces de resolver muchos problemas por sí solos, deben tratar de buscar una solución, bien dejando el puesto a otros, bien recurriendo a la colaboración con otros países de forma conjunta uniendo fuerzas. Y si no lo hacen, están abusando de las facultades que les hemos otorgado, pues entonces ya no cuentan con nuestra delegación. Esto no es ni más ni menos que un abuso de poder.

Si la UE no puede resolver muchos problemas que deberían ser competencia suya, porque sobrepasan las fronteras nacionales, es porque los gobiernos de los Estados miembros son como el perro del hortelano: “ni comen las uvas ni las dejan comer” Que sigan existiendo desequilibrios y paraísos fiscales dentro de la UE, que la UE sea incapaz de resolver los problemas de los refugiados, del narcotráfico, de la contaminación, del paro o de la pobreza…, esto no es culpa de la UE, sino que es fruto del abuso de poder de los políticos nacionales, que, sabiendo que son incapaces de resolver esos problemas, no llegan a un acuerdo para resolverlos en conjunto, dejando que de verdad los pueda resolver la UE.


No son los euroescépticos los que me dan miedo, sino los “euronulos”.
 

(*) Ex funcionario de la Comisión Europea

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