La
coalición de gobierno entre Angela Merkel, líder de los
democristianos alemanes (CDU), y su ministro del Interior, Horst
Seehofer en calidad de presidente de los socialcristianos bávaros
(CSU), sobre qué hacer con los migrantes y refugiados que ya
llegaron o están por llegar a Alemania, se ha salvado por un acuerdo
precario, cuyo cumplimiento depende de la cooperación de algunos
gobiernos de países del Mediterráneo. A este pacto ‘alemán’ acaba de
unirse el gobierno austriaco, encabezado por el líder de derechas
Sebastian Kurz.
Queda
por probar que Italia vaya a prestar esa cooperación si de lo que se
trata es de abrir campos de internamiento provisional en los países de
primera recepción, donde se procesarían las solicitudes de asilo y se
rechazarían las de los migrantes económicos. En ambas categorías Italia
es el país más afectado, como hace tres años lo fue Grecia. Roma ya
había advertido que no recibiría migrantes devueltos por otro estado
europeo.
Entretanto, se está a la espera de un pronunciamiento del gobierno
griego y otro del español, con cuya colaboración parecen contar los
socios del gobierno alemán, por lo menos en la medida en que esos países
hayan sido la ‘puerta’ de primera entrada a un país de Europa. El caso
de Grecia parece ser el más ‘trabajado’. La ministra alemana de defensa,
Ursula von der Leyen, dio a entender, en declaraciones al Grupo Funke,
que con Grecia se podrá firmar el acuerdo antes de fin de mes.
Una propuesta de naturaleza similar es la de abrir campos para el
‘procesamiento’ de las peticiones de asilo en países del norte de
África, lo cual es una forma de decir que se trata de Libia, de donde
procede, desde hace años, la principal corriente de emigración hacia
Europa, facilitada por la anarquía que ha reinado hasta hace poco en el
país y la ausencia de estructuras firmes de estado.
La realización de tal proyecto debe superar el escepticismo o el
rechazo con que se recibe la idea de abrir esos albergues de
‘procesamiento’ para la acogida o la deportación en países terceros. Una
muestra fue ofrecida por el presidente Macron, hablando desde Nigeria
después de la reunión informal del Consejo Europeo de final de junio
para tratar del problema.
El sistema no funcionará, dijo, si no es
apoyado por los gobiernos africanos. Tal apoyo, sin embargo, es poco
probable ya que esos centros, advirtió el presidente, funcionarían como
‘esponjas’ para una fuerza laboral necesaria en sus países. La
alternativa, sugirió Macron, es situarlos en territorio europeo, aunque
advirtió que Francia no abriría uno, dado que no es país de
‘desembarco’.
Pero Italia se resiste a abrirlos…, aunque midiendo sus
posibilidades. El ministro de Interior, Matteo Salvini, declaraba a Der
Spiegel en junio pasado que “ya tenemos superabundancia (de migrantes),
así que no necesitamos los retornados”. Para él, la solución era la
misma que la acordada con Turquía para la acogida en su territorio de
los refugiados sirios. El problema era dónde.
Italia deseaba que fuese fuera de Europa. Salvini visitó Libia a
finales de mes, y allí se supone que planteó la conveniencia de que
Trípoli aceptara la apertura de centros de procesamiento de migrantes a
cambio de ayuda financiera y de naturaleza militar (diez naves para el
servicio libio de guardacostas).
La idea fue rechazada por el gobierno
del Acuerdo Nacional Libio en términos muy duros, lo que suscitó por
parte de Salvini una enmienda a su propia idea: esos centros se
situarían fuera del suelo libio, en Chad, Mali, Níger y Sudán. Contra
esa idea se pronunció el general Haftar, el único militar libio capaz de
conducir operaciones efectivas, por el peligro que correría la frontera
sur.
Como incentivo para poder condicionar la actitud del gobierno legal,
Salvini se pronunció a favor del levantamiento del embargo de armas a
Libia, una medida de la ONU que deja desarmado al gobierno oficial y
sujeto a los ataques y coacciones de las diversas milicias sectarias.
Existe confusión sobre si Salvini también expuso el deseo de crear
campos de recepción e identificación en el territorio fronterizo del sur
del país, con el argumento de que Libia e Italia tienen el interés
común de defender sus fronteras. Tal idea ha sido rechazada
enfáticamente por la asociación ‘Abogados por la Justicia en Libia’,
alegando el riesgo que correrían los derechos humanos de los migrantes,
tal como ocurre actualmente.
En todo caso, Salvini sí se pronunció a favor de crear “corredores
humanitarios” a través del suelo libio. Quién sabe…; esta medida mínima a
lo mejor funciona.
(*) Periodista
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