viernes, 9 de marzo de 2018

Proceso reconstituyente / Ramón Cotarelo *

El proceso de investidura catalán, de cuyo desenlace está toda España pendiente, tiene matices, tiras y aflojas, acuerdos y desacuerdos cuya complejidad supera en mucho la capacidad analítica del mando mesetario. Tiene este a los jueces prestos a cortocircuitar todo movimiento político que le disguste y no está para refitolerías sobre si el Parlament pone en marcha una nueva consulta o no y cómo la llame.

Los indepes, en cambio, sí. Primero porque quieren ir sobre seguro políticamente y no arriesgarse a más represión judicial. Segundo porque pueden permitirse el lujo de esperar un mes mientras que el gobierno tiene urgencia por "resolver" la cuestión catalana para levantar el 155, al menos nominalmente y que el PNV le vote los presupuestos.

Todo esto son cálculos menudos. La cuestión en juego es de mayor envergadura. Se trata de saber qué diferencia hay entre proceder al modo rupturista inmediato, estilo del juramento del juego de pelota, más querido a la CUP o al modo fabiano de postponer el enfrentamiento. No veo gran diferencia entre plantarse mañana en el Parlament a declarar la República Catalana independiente o constituir un gobierno bajo el 155 acorde al Estatuto, pero cuyo cometido ha de ser un plan de gobierno de desobediencia republicana

Me suenan a lo mismo. Hay diferencias terminológicas producto de la cautela. Y el asunto parece consistir en la sempiterna pelea por los nombres.  Lo mismo con el "proceso constituyente". Los indepes no emplean la expresión, aunque responde mejor a lo que tienen previsto: un proceso constituyente republicano.

Me suenan a lo mismo porque son lo mismo. Y a lo mismo sonará al gobierno español que probablemente esté tan poco dispuesto a admitir una República Catalana Independiente en su territorio como a asistir complaciente a la desobediencia republicana de una instituciones que no quieren ser una cosa y no se les deja ser otra. Lo intrigante será averiguar qué esté dispuesto a hacer para evitar ambas.

La terra ignota comienza aquí y ahora.
 
La triunfa femenina
 
Ha sido una huelga general, pacífica (excepto por algunas cargas policiales), con movilizaciones nutridísimas por doquier, imaginativa, que ha contado con una aprobación y simpatía generales, aunque de boquilla en muchos casos, con reivindicaciones claras, justas y factibles. Ha sido un gran éxito de concienciación. Tan rotundo que dan ganas de llamarlo éxita y hablar de la triunfa femenina. Por fin el personal, hasta el de más dura mollera, se da cuenta de que las mujeres pueden todo. Como los hombres. Pero justamente como ellos, no menos.

Es un éxito tan rotundo, inaudito, insólito, maravilloso que ha puesto un lazo morado en la solapa de M. Rajoy, al que le sienta como un cagarro de pájaro.

El hombre que no quería meterse en la cuestión de la brecha salarial, el que tiene bloqueada la legislación sobre igualdad efectiva y lucha contra la violencia machista, el que preside un partido lleno de machistas y macarras y en el que se han hecho declaraciones contra la huelga del 8 de marzo, el que está contra las cuotas, el que trató en su primer mandato de cargarse el derecho al aborto, el que tiene ministras y gobernadoras de esto o aquello beligerantes contra el feminismo.

Ese hombre aparece de pronto con un lazo morado en la solapa. Es la legión de honor de la hipocresía a la que también se han hecho acreedores muchos que viven de atizar el machismo que la huelga de ayer repudiaba. Hipocresía como la de C's, cuyos líderes y lideresas se hincharon a desacreditar la huelga por "ideológica" o "anticapitalista" para salir luego con el lacito de marras que por algo se lleva en el sitio en el que los fariseos se dan golpes de pecho.

El triunfo femenino es aplastante. Ahora ya solo falta que el del lazo morado dimita, una vez más, por sentido del ridículo.
 
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
 

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