Salvando todas las distancias.
En noviembre de 1931, Louis Aragon, poeta surrealista y comunista publicaba un largo poema titulado Front Rouge (Frente Rojo) en la revista Littérature de la Révolution mondiale,
editada en Moscú. Entre otras cosas de diverso calado, en él se decía:
"Feu sur Léon Blum/Feu sur Boncour Frossard Déat/Feu sur les ours
savants de la social-démocratie/Feu feu j’entends passer/la mort sur
Gachery Feu vous -dis-je/Sous la conduite du parti communiste/SFIC/vous
attendez le doigt sur la gâchette/que ce se ne soit plus moi qui vous
crie/Feu/mais Lénine/le Lénine du juste moment"
"Fuego
sobre Léon Blum/Fuego sobre Boncour Frossard Déat/Fuego sobre los osos
sabios de la socialdemocracia/Fuego fuego oigo pasar/la muerte por
Gachery Fuego os digo/bajo la dirección del Partido
Comunista/SFIC/esperáis con el dedo en el gatillo/que no sea yo quien os
grite/Fuego/sino Lenin/el Lenin del momento exacto".
Dos
meses y medio después, el poeta es procesado por "incitación a la
desobediencia a los militares y al asesinato con fines anarquistas" con
una petición de cinco años de prisión. De inmediato, protestas masivas
de intelectuales con actos y manifiestos, encabezados por André Breton
quien, con este motivo, escribió algunos de sus mejores textos sobre la
relación entre la poesía y el arte en general con la política. Un
interesante debate dentro del surrealismo en torno al arte comprometido.
La consigna que todos suscribían era (y sigue siendo) el arte, la poesía, no delinquen.
La
causa fue sobreseída. Justamente. La poesía no delinque. Innecesario
discutir la cuestión a la que tan aficionados son los espiritus más
lerdos, los que cuentan los pelos del rabo de la esfinge, como decía
Unamuno, de qué clase de poesía, si la más excelsa o la más arrastrada.
Poesía es todo. Poetas son todos, los aedas, los trovadores, los bardos,
los juglares, los raperos. La poesía no delinque.
Hay,
sin embargo, tipificados unos delitos, siguen aquellos espíritus, antes
de dictar sus sentencias, que encajan en los contenidos de unas u otras
poesías y, mientras esos delitos existan, por manifiestamente injustos
que sean (injurias a la corona, blasfemia, enaltecimiento de esto o
aquello), los jueces están obligados a actuar. Si no se quiere que
alguien vaya a la cárcel por estos motivos, lo lógico es reformar el
Código Penal, pero no pedir a los jueces que inapliquen la ley.
No
es así. No se trata de inaplicar la ley, dejando sin castigo unas
conductas delictivas, sino de interpretarla con sentido común que es lo
mínimo que puede pedirse a los jueces. Se trata de que no hay delito en
los raps de Valtonyc o Pablo Hasel. La poesía no delinque.
Aun
admitiendo que hayan de invocarse unos delitos que se consideran
absurdos, la cuestión es que la aplicación sin más de la ley puede ser y
es injusta. Los jueces podrían atender a la equidad ya que la
consideración de qué sea y qué no sea "injuria", "incitación" y
"enaltecimiento" es altamente subjetiva, cosa obvia, lo que permitiría
dejar en libertad a los acusados por razón de, digamos, menor gravedad
del hecho.
Podrían,
pero no es necesario porque no hay delito alguno. Ni injurias, ni
enaltecimiento, ni nada. La poesía no delinque porque, no saliendo del
terreno del habla, carece de carácter performativo. Ni Aragon era un
jefe de pelotón de fusilamiento que ordenara abrir fuego sobre Léon Blum
ni Valtonyc es un jefe terrorista que ordene un atentado. La poesía no
delinque.
Si queda alguna duda a los señores jueces, que vuelvan a leer
las letras del rapero teniendo
en cuenta no solamente el Código Penal sino el rap en sí como
composición. Si lo que ahí se dice lleva al autor a la cárcel, en la
cárcel debieron dar los futuristas, los surrealistas, De Sade (que, de
hecho, estuvo), Quevedo (que también), Vian, que iría a "escupir sobre
vuestras tumbas". Habría que reescribir la historia de la literatura
como la historia del crimen.
Venga ya.
Aquí, mi artículo de hoy en elMón.cat, titulado España y Turquía, un mismo combate.
Es un comentario sobre la muy sensata decisión de Anna Gabriel de
exiliarse en Ginebra dado que en España no puede esperar un juicio
justo. Y no puede esperarlo porque, a estas alturas de la aplicación del
155, en el Estado español no queda nada de democracia, de Estado de
derecho, de separación de poderes, de debido proceso, garantías
procesales, habeas corpus, libertad de expresión, seguridad jurídica.
Nada. Nada de nada.
El país es hoy una dictadura personal de un tipo,
incapaz de hablar de modo inteligible y acusado de cobrar sobresueldos
en B al frente de un partido de delincuentes, con el Parlamento
sometido, la oposicion a su servicio y los jueces prevaricando a su
directo dictado, mientras las bandas de fascistas bajo su control
cometen todo género de agresiones callejeras, pero los que van a la
cárcel son siempre los de izquierdas, como Pablo Hasel y Valtonyc,.
Estando
el país en manos de esta tropa de delincuentes políticos, mediáticos,
judiciales y policiales, lo mejor que puede hacerse es lo que ha hecho
Anna Gabriel, no aceptar el fascismo judicial y abrir un segundo frente
internacional a este gobierno de indeseables.
Así
avanzará la República Catalana, ejerciendo el derecho de resistencia a
la tiranía, desobedeciendo pacíficamente, no dejándose avasallar por los
peores delincuentes que cabe imaginar: los jueces injustos.
Aquí la versión en castellano.
España y Turquía: un mismo combate
A
estas alturas ya estarán las tres “emes” (macarras, matones y
mercenarios) que el gobierno de la Gürtel tiene en los medios vomitando
bilis y estupideces en contra de Anna Gabriel, por exiliarse en Suiza.
Una más que añadir a la lista de ataques de esta caterva de venenosos
cantamañanas. Su tema: la CUP, Puigdemont, el PDeCat, Junqueras, la ERC y
Catalunya en conjunto. Trabajo no les falta. Por eso, el PP y el
gobierno de la Gürtel los pagan regiamente con el dinero público que les
sobra de lo que van robando a diario en todas partes. Ese es el frente
mediático más vociferante del bloque del 155 (B155)
Luego
está el otro, el aparentemente más equilibrado, menos vulgar y
chabacano, el que dicen “de nivel europeo”, como el grupo Prisa, igual
de vendido a la derecha nacionalcatólica, de la que depende
económicamente. Tiene una cada vez más imperceptible diferencia de forma
con el otro y trata de revestir de una pátina de respetabilidad,
academicismo y moderación las estúpidas diatribas cuartelarias de aquel.
Pero su fin es el mismo: mentir, falsear la realidad, amenazar a la
gente y legitimar la arbitrariedad y la injusticia.
Ambos
coros mediáticos, el carcunda y el “liberal”, tratan de colar como
incuestionable un mentira cada vez más evidente a ojos de todo el mundo:
que el país es una democracia y un Estado de derecho. Quienes
desobedecen las leyes, democráticamente aprobadas en parlamentos
representativos, aun teniendo protegidos sus derechos, son perseguidos y
castigados por unos jueces justos e independientes porque en España se
respetan los derechos individuales y hay separación de poderes.
Falso.
España está a la altura de Turquía, o más abajo, incluso, en cuanto a
garantías jurídicas, derechos y libertades, como confirman todos los
indicadores internacionales. El país está gobernado por una asociación
de malhechores que ha pervertido los fundamentos del Estado liberal y
democrático de derecho, anulando el Parlamento, comprando a los medios y
se vale de los jueces como comisarios a sus órdenes.
La
prueba más evidente la muestra la propia judicatura que actúa no solo
como justicia política, sino claramente como justicia de clase. Se
persigue a los/las independentistas y a la izquierda no domesticada
(raperos como Hasel o Valtonyc), pero no a las bandas fascistas y
parapoliciales que agreden a la población civil. Con más de 100 actos de
violencia fascista/españolista probada, filmada e identificada hasta la
saciedad, no hay ni un procesado por ello.
Es
lógico. Son los suyos. Ninguno de los fascistas que asaltaron
Blanquerna está en prisión porque son parientes de los gobernantes de la
Gürtel.
La
decisión de Anna Gabriel de no entregarse a merced de una justicia al
servicio de la dictadura del 155 añade fuerza a la estrategia de
internacionalización que en su día adoptara Puigdemont, y pone en
evidencia ante el mundo lo que venimos señalando: el país es una
dictadura de hecho de una asociación de malhechores apoyada por unos
partidos políticos tan corruptos como aquella, el PSOE y C’s por activa y
Podemos por pasiva, y sostenida en la tiranía de una mayoría española
en contra de la minoría nacional catalana.
Los
casos de Pablo Hasel, Valtonycc, diversos tuiteros y titiriteros, todos
en la cárcel o a punto de entrar en ella, mientras que las bandas
fascistas de amigos y parientes de los gobernantes campan a sus anchas,
demuestran que si eres de izquierda, en España no puedes esperar
justicia. A este respecto, el país es peor que Turquía. Es, como se ha
dicho reiteradamente, una monarquía bananera y de bananas podridas.
Pero
si eres independentista catalán, de izquierda, centro o derecha, es
todavía peor. La falta de justicia se intensifica hasta convertirse en
una persecución criminal a cargo de unos “jueces” que actúan como
comisarios del poder político corrupto, que prevarican
desvergonzadamente, se inventan los delitos o violan el debido proceso
legal y hasta las garantías del habeas corpus.
Eso
es lo que el mundo está viendo hoy cuando, al exilio de Carles
Puigdemont et al. en Bélgica, se ha sumado el de Anna Gabriel en Suiza.
Es público y notorio que España está gobernada por presuntos
delincuentes bajo forma de una dictadura neofranquista, nacionalcatólica
y centralista que Europa conoce muy bien. Por eso es ya urgente e
imprescindible que la UE tome medidas en defensa de los derechos de una
población civil a merced de una banda de malhechores.
Y
ha de hacerlo Europa porque ningún partido estatal del arco
parlamentario español está dispuesto a controlar al gobierno y sus
jueces de presa. Al contrario, tres de ellos lo apoyan y jalean mientras
el cuarto, Podemos, trata de ocultar su acuerdo de base con la
represión antiindependentista promoviendo debates de otro tipo que
alejen el foco de lo que realmente importa, esto es, la persecución
seudojudicial de unos ciudadanos por su sus ideas y prácticas
independentistas.
En
el Estado español, para ser libre hay que estar en la cárcel, como los
dos Jordis, Oriol Junqueras y Joaquim Forn, o en el exilio, como Carles
Puigdemont, Clara Ponsatí, Toni Comin, Meritxel Serret y Lluís Puig y
ahora Anna Gabriel.
Para vaciar las cárceles de presos políticos y traer las exiliadas hay que estar dispuestos a entrar en ellas o a exiliarse.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
No hay comentarios:
Publicar un comentario