Por una vez que los vascos estaban ayudando de verdad a Cataluña -por
la cuenta que les trae, aunque ni por esas, les suele traer- viene
Puigdemont, se asusta, le fallan los nervios y proclama lo que no
proclama, en vez de convocar elecciones como había acordado con el
mediador Urkullu.
Lo de echarse atrás por oír gritos de traidor es de político bisoño.
¿Dónde estaría Rajoy si hubiese hecho caso de todo lo que se debe haber
oído?.
En todo caso es muy de agradecer el gesto vasco para quienes estamos
con la tercera vía: ni independentismo, ni colonia de Madrid. Eso es lo
que se debe negociar ahora. Y claro que la reforma de la Constitución es
para contentar a los independentistas, aunque no solo a ellos. No diga
sandeces señora Lastra, que para eso ya tenemos a la Presidenta de la
Junta de Andaluza. Y a Felipe Gonzalez, el político más siniestro que ha
tenido España después de Fernando VII. Que “no ve claro la reforma
constitucional”.
Para no ver claro, el árbitro madridista que anuló el gol al Barça en
Valencia. No hay error humano, hay empatía madridista. El sábado el
árbitro se equivoca a favor del Madrid, el domingo también se equivoca,
pero en contra el Barça: “quid prodest?”, el de siempre desde que Plaza
dijo que el Barça jamás ganaría una Liga siendo él jefe del Comité de
árbitros. Ahora, nos hemos de tragar el sapo de su sucesor Sánchez
Armínio que es lo más parecido a un batracio en forma humana. El fútbol
también hace independentistas.
(*) Doctor en Economía, profesor de Urbanismo y escritor
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