No ir en lista única fue un error del
independentismo. Había sin duda razones, podían entenderse humanamente.
Pero los seres humanos tienden a extralimitarse y lo que en un momento
fue comprensible, pasa a ser vituperable si se repite. Las prisas, la
necesaria definición del PDeCat, los nervios, el humano deseo de
saber cuáles sean nuestros poderes, todo iba contra la lista única y a
favor de las separadas.
Pero si ahora estas listas se enfrentan entre sí
en una especie de guerra de baja intensidad en un principio, se
está mostrando un flanco débil por el que llegarán ataques. En las
guerras, sabido es, la primera víctima es la verdad y los medios son
maestros en disfrazar cadáveres y representar con ellos una danza de la
muerte.
Obsérvese cómo El País vierte ponzoña en donde quiere ver una grieta en lo que más miedo le da: la unidad del independentismo. El diario independiente
acaudilla el frente patriótico español, la escuadra hacia la muerte, la
División Azul contra el comunismo y hoy el separatismo que para Franco
siempre fueron juntos. Y no para en barras. Si hay que hacer demagogia,
se hace; si hay que mentir, se miente. La unidad de España impuesta por
el franquismo está por encima de la verdad y, desde luego, la justicia.
Así que, si hay que decir que en Bruselas el siete de diciembre había
10.000 pelagatos cuando ya las cifras más seguras y contrastables
hablaban de 45.000, se hace. Hoy, que la cosa va ya de 60.000 (según la
policía federal) y hasta se habla de 90.000 contando la ocupación
hotelera registrada y datos así, seguro que El País rebaja a 5.000 para compensar.
Consideración
general: es admirable que se defienda la causa de la nación española;
admirable y muy legítimo. Como lo es defender la nación catalana. Si la
defensa española se manifestara de modo más limpio, directo, sincero,
legal y no mintiendo, engañando, amenazando, agrediendo y reprimiendo,
llevaría mucho ganado. Pero, en fin, allá cada cual.
Lo
que el frente independentista debe evitar es dar pábulo a la
fragmentación y los enfrentamientos. Que la unión hace la fuerza es casi
una verdad apodíctica. Pero queda ese "casi" de la compleja condición
humana.En el momento de dejar libre rienda a esta conviene recordar que
la acción de las fuerzas políticas independentistas está enraizada en
una acción unitaria y transversal de la sociedad que llevará muy mal y
con razón un enfrentamiento entre sus dirigentes.
El personal se ha
manifestado en Bruselas por los presos y exiliados políticos, igual que
ha contribuido a pagar las fianzas de los presos políticos; no de unos u
otros presos políticos. Y así parece lógico que siga siendo. Todo el
mundo dice tener claro el objetivo final así como la idea de que los
medios para alcanzarlo pueden variar. Pero no tanto que lo hagan
peligrar.
Son humanas discrepancias tácticas y estas se entienden en un
clima de buena voluntad para formar una unidad en la pluralidad. Luego,
cuando ese objetivo final se haya alcanzado, será el momento en que cada
cual seguirá el camino que la fortuna le marque, como decía Virgilio
que haría Eneas.
Muy oportuno
Muy oportuno teniendo en cuenta con
quién nos jugamos los cuartos. Con un partido imputado en procesos
penales, metido hasta el cuello de sus más elevados dirigentes en la
corrupción, en donde la mentira, el engaño, la falsificación están a la
orden del día. Cuando no ven un jaguar en un garaje y no saben quién les
paga los trajes, ignoran en dónde andan 500 millones de euros de una
tasas judiciales que cobraron indebidamente.
Pues en algún sitio ignoto a
donde podrían ir 500.000 votos a candidaturas "radicales" si les dejan.
Un partido que colabora con la justicia machacando a martillazos los
discos duros pruebas en procesos o perdiendo expedientes incriminatorios
por cientos de millones de euros presuntamente afanados por sus
dirigentes.
Una joya de
partido, presidido por un individuo cuya catadura moral quedó
establecida en una afirmación vergonzosa a comienzo de su mandato: "no
he cumplido con mi palabra pero sí con mi deber".
¿Cabe
esperar cualquier cosa de gente así? Supongo que no lo duda nadie. Otra
cosa es que quienes debieran estar señalando estos datos todos los
días, los partidos de la oposición, se atrevan a hacerlo. Al contrario,
no solo no lo hacen sino que simulan otorgar crédito a las medidas
adoptadas por un gobierno y un partido inmersos en la corrupción, como
si fueran personas de fiar.
Las
organizaciones sociales hacen muy bien en organizar procedimientos
paralelos para garantizar la limpieza de los comicios hasta donde
puedan. Por cierto, también sería recomendable que trajeran observadores
extranjeros. Aparte de la motivación evidente, se añade que la Junta
Electoral Central no quiere ni verlos porque dice que no son necesarios.
Por supuesto, para ella, no; son necesarios para todos los demás.
En
consecuencia, los observadores extranjeros deben venir y observar aunque
sea sin el reconocimiento oficial de la Junta. No se les puede impedir y
el reconocimiento no les hace falta.
De
haber algún tipo de discrepancia en los resultados entre la Junta
Electoral Central y los observadores, no habrá duda alguna de cuáles
serán más fiables.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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