lunes, 27 de noviembre de 2017

A la búsqueda del voto del soberanista desconcertado / Jordi Juan *

Los primeros escarceos de la campaña electoral están mostrando las estrategias de cada uno de los partidos para ganar un voto absolutamente decisivo que puede tener una gran trascendencia en el futuro de Catalunya y de España. En un lado, los partidos soberanistas siguen con un discurso pasional y emotivo ya que están marcados por la situación de medio Govern en la cárcel y otro medio Executiu fugado en Bruselas. 

En esta situación excepcional, el acento de Junts per Catalunya y Esquerra Republicana no está tanto en explicar qué van a hacer en caso de poder repetir el mandato, sino en remarcar la pérdida del autogobierno de Catalunya por la aplicación del artículo 155. 

Es un mensaje que apela más a los sentimientos que a la razón. Y en este terreno, la candidatura de Carles Puigdemont tiene más recorrido que una Esquerra que partía como gran favorita, pero que parece estar en un estado de provisionalidad por la bicefalia entre Oriol Junqueras, el líder que está en prisión, y Marta Rovira, la aspirante que tiene más posibilidades de acabar ejerciendo el cargo. 

Una vez anunciada la República de Catalunya e inmediatamente después disolverse el Govern con la convocatoria de elecciones autonómicas, da la sensación de que el independentismo sigue sin encontrar un relato claro, más allá de la reivindicación permanente de la independencia y la lista de agravios. Entre discursos de autocrítica, graves acusaciones contra el Estado por un supuesto baño de sangre y apelaciones ahora a la bilateralidad con el Gobierno central, el independentismo revela señales claras de desconcierto. 

Enfrente, el bloque constitucionalista hace un esfuerzo de realismo. Su gran argumento es recoger todos los datos negativos que está experimentando la economía catalana desde el mes de septiembre para pedir el voto del electorado para revertir la situación. Los discursos de este fin de semana de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, del ministro de Economía, Luis de Guindos y del candidato socialista Miquel Iceta en S’Agaró en el marco de las jornadas que anualmente organiza la Fundació Olof Palme, son un buen ejemplo. Cada uno de ellos interpretó la partitura a su manera, pero la música sonó idéntica.

 “La estabilidad cotiza en bolsa”, dijo la dirigente popular. “La sociedad catalana es madura y se ha dado cuenta que de las consecuencias del proceso de independencia” afirmó De Guindos. “Lo primero que haré si soy elegido presidente de la Generalitat es recuperar la estabilidad política” apuntó Iceta. Restaurar climas, recuperar convivencias, ganar confianzas, revertir daños causados. Es un mantra continuo. El más optimista fue De Guindos quien dijo que la economía catalana ha liderado la economía española y si no ganan los soberanistas “va a poder seguir liderándola en breve”.

Está claro que PSC, PP y Ciutadans van a utilizar las negativas repercusiones económicas del conflicto de estos últimos meses para pedir el voto a los catalanes, incluso a aquellos soberanistas que pudieron votar a Junts pel Sí hace dos años pero que ahora han visto que los costes del viaje a la independencia son mayores de lo esperado. 

“No vamos a jugar a debilitar España, ni a debilitar Europa”, recuerda Iceta frente al discurso más radical del president cesado Puigdemont que parece vivir una guerra contra el establishment español y europeo, tal como se vio en su belicosa presentación de su candidatura en Brujas. Si Artur Mas recuperó el Govern de Catalunya en su día vendiendo el descrédito que tuvo en su día el tripartito, ahora los partidos constitucionalistas recuperan un idéntico discurso culpando de todos los males (crisis política, social y económica) a la fallida estrategia de los independentistas.

Especialmente significativos fueron los elogios de la vicepresidenta a las realidades de Barcelona (“no encontrarán una ciudad más atractiva para invertir”) y a Catalunya (“España no puede renunciar a su potencial”), y lanzó un mensaje optimista sobre su recuperación, siempre y cuando, eso sí, no se siga por la vía independentista. Lástima que algunas de estas ideas y, sobre todo, el tono que utilizó, no se hubieran prodigado antes.

El quid de la cuestión, el gran interrogante de estas elecciones es si este discurso más realista puede imponerse al sentimiento más emotivo que anida en muchos votantes soberanistas por las actuaciones del Gobierno del PP de los últimos meses. Que no haya habido ninguna disculpa o autocrítica por la actuación policial el día del referéndum, o que incluso, Ciudadanos quiera condecorar a los agentes que participaron en aquel despliegue, no contribuye a bajar el famoso “suflé”. Desconcertado, frustrado o enfadado, pero el sentimiento independentista sigue vivo, según todas las encuestas.

Veremos si las apelaciones al sentido común o a recuperar la concordia son suficientes para evitar otra mayoría independentista. Quizás sería un buen momento para que el Gobierno del PP plantee alguna propuesta más atrevida para atraer de nuevo a muchos de estos ciudadanos a la vía constitucionalista. Y está por ver si un Puigdemont desatado en Bruselas incrementa sus opciones o, por el contrario, provoca un rechazo del soberanista más moderado.


(*) Periodista


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