Los primeros escarceos de la campaña electoral están mostrando
las estrategias de cada uno de los partidos para ganar un voto
absolutamente decisivo que puede tener una gran trascendencia en el
futuro de Catalunya y de España. En un lado, los partidos soberanistas siguen con un discurso pasional y emotivo
ya que están marcados por la situación de medio Govern en la cárcel y
otro medio Executiu fugado en Bruselas.
En esta situación excepcional,
el acento de Junts per Catalunya y Esquerra Republicana no está tanto en
explicar qué van a hacer en caso de poder repetir el mandato, sino en
remarcar la pérdida del autogobierno de Catalunya por la aplicación del
artículo 155.
Es un mensaje que apela más a los sentimientos que a la
razón. Y en este terreno, la candidatura de Carles Puigdemont tiene más recorrido que una Esquerra que partía como gran favorita,
pero que parece estar en un estado de provisionalidad por la bicefalia
entre Oriol Junqueras, el líder que está en prisión, y Marta Rovira, la
aspirante que tiene más posibilidades de acabar ejerciendo el cargo.
Una
vez anunciada la República de Catalunya e inmediatamente después
disolverse el Govern con la convocatoria de elecciones autonómicas, da la sensación de que el independentismo sigue sin encontrar un relato claro,
más allá de la reivindicación permanente de la independencia y la lista
de agravios. Entre discursos de autocrítica, graves acusaciones contra
el Estado por un supuesto baño de sangre y apelaciones ahora a la
bilateralidad con el Gobierno central, el independentismo revela señales
claras de desconcierto.
Enfrente, el bloque constitucionalista hace un esfuerzo de realismo.
Su gran argumento es recoger todos los datos negativos que está
experimentando la economía catalana desde el mes de septiembre para
pedir el voto del electorado para revertir la situación. Los discursos
de este fin de semana de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría,
del ministro de Economía, Luis de Guindos y del candidato socialista
Miquel Iceta en S’Agaró en el marco de las jornadas que anualmente organiza la Fundació Olof Palme,
son un buen ejemplo. Cada uno de ellos interpretó la partitura a su
manera, pero la música sonó idéntica.
“La estabilidad cotiza en bolsa”,
dijo la dirigente popular. “La sociedad catalana es madura y se ha dado
cuenta que de las consecuencias del proceso de independencia” afirmó De
Guindos. “Lo primero que haré si soy elegido presidente de la
Generalitat es recuperar la estabilidad política” apuntó Iceta. Restaurar climas, recuperar convivencias, ganar confianzas, revertir daños causados.
Es un mantra continuo. El más optimista fue De Guindos quien dijo que
la economía catalana ha liderado la economía española y si no ganan los
soberanistas “va a poder seguir liderándola en breve”.
Está claro que PSC, PP y Ciutadans van a utilizar las negativas
repercusiones económicas del conflicto de estos últimos meses para pedir
el voto a los catalanes, incluso a aquellos soberanistas que
pudieron votar a Junts pel Sí hace dos años pero que ahora han visto que
los costes del viaje a la independencia son mayores de lo esperado.
“No
vamos a jugar a debilitar España, ni a debilitar Europa”, recuerda
Iceta frente al discurso más radical del president cesado Puigdemont que
parece vivir una guerra contra el establishment español y europeo, tal como se vio en su belicosa presentación de su candidatura en Brujas.
Si Artur Mas recuperó el Govern de Catalunya en su día vendiendo el
descrédito que tuvo en su día el tripartito, ahora los partidos
constitucionalistas recuperan un idéntico discurso culpando de todos los
males (crisis política, social y económica) a la fallida estrategia de
los independentistas.
Especialmente significativos fueron los elogios de la vicepresidenta a
las realidades de Barcelona (“no encontrarán una ciudad más atractiva
para invertir”) y a Catalunya (“España no puede renunciar a su
potencial”), y lanzó un mensaje optimista sobre su recuperación, siempre
y cuando, eso sí, no se siga por la vía independentista. Lástima que
algunas de estas ideas y, sobre todo, el tono que utilizó, no se
hubieran prodigado antes.
El quid de la cuestión, el gran interrogante de estas elecciones es
si este discurso más realista puede imponerse al sentimiento más emotivo
que anida en muchos votantes soberanistas por las actuaciones del
Gobierno del PP de los últimos meses. Que no haya habido ninguna
disculpa o autocrítica por la actuación policial el día del referéndum, o
que incluso, Ciudadanos quiera condecorar a los agentes que
participaron en aquel despliegue, no contribuye a bajar el famoso
“suflé”. Desconcertado, frustrado o enfadado, pero el sentimiento independentista sigue vivo, según todas las encuestas.
Veremos si las apelaciones al sentido común o a recuperar la
concordia son suficientes para evitar otra mayoría independentista.
Quizás sería un buen momento para que el Gobierno del PP plantee alguna
propuesta más atrevida para atraer de nuevo a muchos de estos ciudadanos
a la vía constitucionalista. Y está por ver si un Puigdemont desatado en Bruselas incrementa sus opciones o, por el contrario, provoca un rechazo del soberanista más moderado.
(*) Periodista
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