Acabamos de saber que Josep Lluís Trapero, major de
los Mossos d'Esquadra y hasta hace unas pocas semanas su principal
responsable, acaba de ser enviado por el ministerio del Interior a hacer
trabajos administrativos. No se especifican cuales son pero nos lo
podemos imaginar fácilmente y en ninguna de las hipótesis son funciones
acordes con su rango, su experiencia y su historial.
Digámoslo claro: la
persona que protagonizó el éxito policial más relevante en los atentados terroristas del pasado mes de agosto en Barcelona y Cambrils
necesitaba desaparecer de la primera línea. El gobierno español no
superó nunca aquellas jornadas en que la policía autonómica catalana
desarticuló ella sola el comando terrorista en tan solo cuatro días y lo
hizo presentándose al mundo un cuerpo policial moderno, capaz de
informar al minuto de lo que iba sucediendo y todo ello en medio de una
enorme preocupación internacional.
Recordémoslo porque vale la pena: la conselleria de Interior y la policía catalana se comportaron como una auténtica estructura de Estado y el gobierno español quedó en fuera de juego durante muchas horas. En la práctica estuvo desaparecido mientras el conseller Joaquim Forn
y Trapero eran elogiados en los medios internacionales. A las pocas
semanas, el major de los Mossos recibía la medalla de honor del
Parlament en reconocimiento al cuerpo y se generaba una corriente de
simpatía desconocida hasta la fecha entre ciudadanía y policía catalana.
Todo se torció para Trapero en el referéndum del 1 de octubre,
en que los Mossos se alejaron de la represión violenta contra la
población haciendo una interpretación del riesgo para la ciudadanía
distinta a la de los cuerpos de seguridad del Estado. El millar de
heridos de la jornada, ninguno por parte de los Mossos, refleja
obviamente dos maneras de garantizar la seguridad ciudadana. Pero
demostraron que se podía cumplir la orden judicial de retirar urnas de
los colegios sin incidentes violentos y el resultado, al final de la
jornada, así lo avalaba ya que la policía catalana había retirado más
urnas de los colegios electorales.
Hoy, Trapero no tiene ninguna responsabilidad operativa y está siendo investigado por un delito de sedición en la Audiencia Nacional. De hecho, la jueza Lamela
le ha aplicado medidas cautelares y le ha retirado el pasaporte. Su
experiencia se desaprovecha en un despacho realizando trabajos
administrativos. Antes, supongo que era algo así como... pegando sellos.
Hoy, cuando nadie envia cartas, no soy capaz de imaginar en
qué consiste su trabajo.
Y, mientras, uno lee horrorizado casi a la
misma hora en otro medio de comunicación que el imán de Ripoll montó la
célula jihadista de la matanza de la Rambla mientras era confidente del
CNI. Y uno ve como se quiere humillar y manchar el expediente de
Trapero. Y no deja de pensar en los daños colaterales que siempre tienen
nombres y apellidos.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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