Si no fuera por el drama político que está viviendo este país desde
hace meses y meses, y cuyo desenlace puede terminar esta semana en la
mayor crisis institucional que se ha producido en España en los últimos
cuarenta años, con ese intento de Referéndum de Cataluña cuya Ley,
apoyada y firmada por todo el Govern catalán, será aprobada este
miércoles por el Parlamento Catalán, habría que tomarse a broma todo ese
juego de las urnas en el que están metidos los independentistas, a
muchos nos recuerdan ese canto infantil en el que se preguntaba dónde
estaban las llaves matarile, lile lile…
Hoy las claves del llamado “procès”, están, efectivamente en las
llaves del cuento y en las urnas del misterio, sin que se sepa, por el
momento, quién irá a buscarlas, como dice la canción, cuando todo el
debate está centrado en ese misterio que los independentistas guardan
celosamente. Dicen que las urnas se han encargado y se han construido en
China. Dicen que ya han llegado a Cataluña.
Dicen, fuentes de la
Asamblea Nacional de Cataluña (ANC), que no están, como dice la canción,
en el fondo del mar, sino en la sede de un consulado de un país del
Norte de Europa. Responde Puigdemont negándolo, y asegura que esas poco
más de seis mil urnas, están ya preparadas pero que no están en ningún
local diplomático, y que no pueden ser requisadas ya que con las urnas
(al contrario que con las armas, el dinero negro o las drogas…) no se
delinque.
Aclara el ministro de Hacienda y Administraciones Públicas Cristóbal
Montoro, que según el informe económico que le ha enviado el
vicepresidente de la Generalitat, Oriol Junqueras, el hombre que tarde o
temprano será Presidente de la Generalitat, las urnas no se han
comprado, por lo que da por hecho, que no existen las misteriosas urnas.
Responde Puigdemont que lo único que puede decir es que el día 1 de
Octubre habrá Referéndum y que, por tanto, habrá urnas y, urnas
homologadas. Lo ratifica el conceller de Presidencia y portavoz de la
Generalitat, Jordi Turull, ese hombre tan divertido y con tanto sentido
del humor, que aclara que las urnas, como en la canción infantil no
están “en el fondo del mar”, añadiendo que no puede concretar más y que
“se concretará cuando se convoque el Referéndum”.
Calla Montoro, aún sabiendo que Oriol Junqueras no le ha dicho toda
la verdad, temiendo que de acuerdo con la doctrina del Tribunal de
Cuentas todos tengan que responder con su patrimonio si se demuestra que
las urnas se han pagado con dinero de la Generalitat, algo que sería
una malversación de fondos públicos, de lo que en estos momentos están
acusados tanto el expresidente Artur Mas, como Joana Ortega y, los ex
consellers Francesc Homs e Irene Rigau, por el Referéndum del 9N de
2014, lo que supondría que tendrían que pagar de su bolsillo los 5,1
millones que costó aquella primera experiencia.
Pero es que las urnas siguen en el primer plano de la actualidad.
Ante la posibilidad de que los colegios públicos no puedan convertirse
en colegios electorales, y no puedan exhibir urnas porque los
responsables, como funcionarios, no quieran desobedecer una orden de sus
superiores, la Asociación de Municipios por la Independencia (AMI) no
dejan de manifestar su inquietud a la hora de albergar en sus locales
las urnas de votación, y son muchos los que están cediendo locales a
asociaciones culturales para que hagan esa labor. Cómo estará la
situación que la Comisión Islámica ha dado orden a las mezquitas de que
no permitan la celebración en sus sedes de actos vinculados al procés.
Y, sobre todo no pongan urnas como ocurrió en algunas mezquitas en el
Referéndum del 9N.
Por último, sorprendentemente, la alcaldesa de Barcelona Ada Colau ha
informado que ella sí, que ella está dispuesta a poner las urnas para
el Referéndum, en dependencias municipales. A lo que le ha contestado la
vicepresidenta del Gobierno Sáenz de Santamaría que “las autoridades
correspondientes ya se encargarán de impedir que se pongan las urnas”.
Pero la verdad es que, a estas alturas, no sabemos dónde están las urnas
y que Turull ha asegurado que no están en el fondo del mar y que, hasta
ahora, el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), ignora su paradero a
pesar de ser varios miles.
(*) Periodista y economista
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