Pues sí, Pedro Sánchez ha salido de su autoimpuesto silencio -el gurú Ivan Redondo está ahí, con encuestas arriba y abajo- para iniciar, quién sabe, su nueva precampaña electoral o, simplemente, para asustar a Pablo Iglesias. 

La plataforma, Telecinco; el formato, una entrevista en prime time; el discurso, demostrarle a Iglesias que antes habrá unas nuevas elecciones en noviembre que un gobierno de coalición con ministros de Unidas Podemos; y la táctica -¡ay, la táctica!- al ataque. 

O, lo que es lo mismo, intentando pescar en los caladeros que respiran en contra de cualquier acuerdo con los independentistas, cosa que se resume en dos de las principales frases de Sánchez este jueves por la noche: "España necesita un gobierno progresista que no dependa de las fuerzas independentistas" y "aunque le parezca extraño a los independentistas, el mundo no gira en torno al independentismo catalán". 

Poco o nada que hacer, viene a ser el mensaje al independentismo catalán. Al menos, hasta después de unas nuevas elecciones, en este caso catalanas, que mantengan o cambien mayorías parlamentarias y dando por supuesto que el president de la Generalitat será otro.

Una de las características de todos los primeros ministros en España, al poco tiempo de llegar a La Moncloa, es que, uno tras otro, van repitiendo el mismo patrón: se encierran en sí mismos, rehuyen al máximo posible las ruedas de prensa, salvo aquellas imprescindibles en las cumbres internacionales en que se da oportunamente la palabra a periodistas escogidos y la preferencia por la televisión para comunicarse con los electores. Tan solo, seguramente, José Luís Rodriguez Zapatero, se salió de este esquema no escrito y era algo más accesible.

A Pedro Sánchez le gusta jugar con el riesgo electoral aunque no es el único. Si en todos los países unas nuevas elecciones no se consideran nunca una buena opción ya que se alargan los meses de incertidumbre política, se paralizan los ministerios y no existe economía que no se resienta de ello, en España todo es diferente. 

Incluso la gran patronal, la CEOE, considera una buena opción ir a unas elecciones ya que piensa que "el país será más estable". O sea, el PSOE y el PP crecerán, Cs y Podemos bajarán y Vox se irá diluyendo. Vuelta al bipartidismo, aunque sea imperfecto. 

Pero unas elecciones siempre tienen un riesgo y, a más de cinco meses vista, muchas cosas pueden cambiar. La política es hoy, como suele decirse, líquida, o sea, que todo está en movimiento. El PSOE tiene buenas cartas, las mejores, pero quién sabe. 

¿No sería mucho más fácil acostumbrarse a dialogar, respetar el mandato de los ciudadanos y pactar? Los demás lo hacemos, a nuestro nivel, cada día. ¿Por qué los políticos no?


(*) Periodista y ex director de La Vanguardia