En la entrevista que me hizo el otro día Josep Rexach Fumanya para Vila Web se me ocurrió decir que "según lo que pase el 27S es posible que Podemos no llegue a noviembre"
y Josep, con el olfato del buen periodista, puso la expresión como
titular. El juicio pesimista sobre Podemos partía del temor de que el
partido de los círculos no consiguiera enmendar sus yerros y me refería
sobre todo a los que viene cometiendo en Cataluña. Ayer, sin embargo, el
porvenir aun se le tiznó más con el evidente fiasco de Syriza, con
quien Podemos ha unido siempre sus destinos. En síntesis, el viaje de
Podemos hacia el fracaso puede desgranarse en tres momentos: a)
antecedentes; b) Cataluña; c) Grecia.
a) Antecedentes. Las
elecciones europeas de mayo 2014 (casi parecen de otro siglo) fueron un
lindo festival. Allí surgía, virginal, vital, arrolladora, una nueva
fuerza que iba a cambiar las mustias formas de hacer política en España.
Algunos advertimos del espejismo de dar a las europeas un valor de
extrapolación cuando, en realidad, el electorado no se las toma muy en
serio y se permite ciertos lujos (como votar a unos perfectos
desconocidos que salen mucho por la tele) porque no teme que haya
consecuencias negativas. Pero no nos hicieron gran caso. Borrachos con
la victoria electoral, halagados por los medios, aupados en lo sondeos,
los de Podemos perdieron el mundo real de vista y lo sustituyeron por
sus doctrinas más apolilladas y sus fervientes deseos. Todavía en enero
de 2015, montaron un espectáculo de marcha sobre Madrid para
exhibir su poderío y afianzarse. Un sondeo de Metroscopia de febrero de
2015, les daba un 28% del voto y los situaba como primera fuerza
política de España.
Es
razonable que se embriagaran. Pero la tozuda realidad fue abriéndose
paso poco a poco, al margen de los platós televisivos y los mítines de
masas, cada vez más menguantes. Las elecciones andaluzas de marzo fueron
un jarro de agua fría: el PSOE no se hundía, Ciudadanos hacía un acto
de presencia con el que no se contaba y Podemos quedaba en una
proporción del voto anguitesca. Fue el primer revés de quienes ya se
veían asaltando los cielos. El segundo lo trajeron las municipales y
autonómicas de mayo. Después de unas incomprensibles peleas en el
abigarrado mundo de las izquierdas "verdaderas", el resultado de Podemos
en concreto (no de los frentes en los que participa cuando participa)
volvió a ser mediocre tirando a malo. El PSOE seguía robusto y la
formación morada aparecía, quisiera o no, uncida a su carro.
Si se
añaden las reiteradas trifulcas internas entre las dos almas de la
organización, la leninista (algunos la consideran estalinista) y la
trotskista, así como la ridículamente baja participación electoral en
sus elecciones primarias, no parece aventurado concluir que, al año de
su fulgurante aparición, Podemos quedaba reducido a una función auxiliar
en el mejor de los casos, no coincidente con las bravatas de sus jefes
ni la convicción de estos de cambiar el país de arriba abajo. Habían
irrumpido para hacer realidad el viejo sueño leninista de sustituir la
socialdemocracia por el comunismo (aunque ahora no se llame así), de
acabar con la hegemonía del PSOE y lo único que hicieron fue fagocitar a
IU. Con esta amarga experiencia, pero sin mejorar un ápice su capacidad
de análisis, se lanzaron a las elecciones catalanas
b) Cataluña.
Si en el conjunto de España la capacidad de análisis de Podemos es
limitada, en Cataluña brilla por su ausencia. Podemos es un partido
nacional español como los demás y ve el mundo con ojos españoles. Su
profesion de fe izquierdista, aunque reprimida por consideraciones
tácticas, le induce a creer que tiene respuesta válida para el
nacionalismo catalán y no advierte que, siendo la izquierda catalana en
buena medida independentista, la izquierda española está condenada al
fracaso por sucursalista, como le pasó al PSUC, le ha pasado al PSC y le
pasa ya a él. Hay quien dice que la ambigüedad y el equívoco de Podemos
en Cataluña es una muestra de tacticismo maquiavélico.
No parece tal
sino lo contrario: son ambiguos y equívocos porque no saben qué pensar
ni se atreven a pronunciarse en un asunto tan escabroso como la
autodeterminación catalana. Las imprecisas y confusas aclaraciones de
Errejón sobre el derecho de los catalanes a decidir por su cuenta son contradichas minutos después por el baranda de Podemos en el País Vasco, Roberto Uriarte, para quien "no existe un derecho a la secesión unilateral". Igualmente, el tímido apunte de Errejón de que Cataluña tenga un régimen fiscal propio
se enfrenta a la negativa cerrada de sus bases en el resto del Estado
y, por supuesto, en la propia Cataluña, en donde gente tan significada
de Podemos como Carlos Jiménez Villarejo no quiere ni oír hablar de
autodeterminación o singularidad catalana alguna.
Podemos
carece de un discurso propio en Cataluña porque, de tenerlo, pondría en
serio peligro los votos que espera obtener en el resto del Estado. Y no
tiene discurso propio porque, en contra de lo que sería de suponer
tratándose de intelectuales, profesores universitarios, teóricos y
doctrinarios de interminables debates y controversias, no entiende lo
que está sucediendo en el Principado. Clama por un cambio radical,
cualitativo, justiciero en España y, cuando se lo encuentra tal cual en
Cataluña, no lo ve. Como no lo ven -o no quieren verlo- en general los
nacionalistas españoles.
Su
incapacidad para entender que en Cataluña hay en marcha un proceso
original de construcción de un Estado nuevo por vías democráticas,
pacíficas, de participación masiva, social, solidaria, transversal, un
tipo nuevo de revolución, muestra a las claras que todas sus doctrinas
son clichés. Cuando una realidad sin precedentes, concebida según
parámetros distintos, se abre camino en la confusión del presente, en
lugar de ignorarla o atacarla por los más ruines medios, como hacen los
nacionalistas españoles a la vieja usanza, haría bien en considerarla si
no en apoyarla directamente, como debiera corresponder a ese espíritu
inquieto e innovador que, según se dice, es típico de la izquierda. No
puede hacerlo por falta de capacidad teórica y esa carencia se disfraza
luego de la prioridad que otorgan a las elecciones en España. Y también
estas se ven en globo a la luz de lo sucedido en Grecia.
c) Grecia.
Ayer Twitter reverberaba con tuits antiguos de Pablo Iglesias, jaleando
a Tsipras, a Syriza y subrayando que Podemos era la Syriza española.
Fastidioso esto de que cada ordenador se haya convertido en una
hemeroteca con la cual sacar los colores hasta a los difuntos.
Ciertamente, Podemos jugó la construcción de una "auténtica",
"verdadera" izquierda "transformadora" en Europa. Igual que Syriza se
había comido al PASOK, los de los círculos españoles iban a comerse al
PSOE. Por lo dicho más arriba esto no se ha producido ni es probable que
se produzca, con lo que lo más seguro es que un Podemos de escasa
representación parlamentaria sobreviva en un mundo oscuro de pactos,
acuerdos, negociaciones, vaya usted a saber con quien. En todo caso el
desconcierto griego es un golpe tremendo a las expectativas de Podemos.
Se me permitirá ilustrar este punto con dos citas de posts pasados de
Palinuro que considero explicativos y pertinentes a la situación actual.
El 30 de marzo de este año, en un post titulado La astucia de la sinrazón Palinuro decía: en
Podemos todo es plagio, desde el título de la organización, pasando por
sus tácticas, sus consignas, sus fórmulas, conceptos, teorías y hasta
el nombre del fundador. Una falta absoluta de inventiva y originalidad,
disfrazada con un discurso teórico claro y que suena bien en abstracto,
pero no tiene engarce real en el país. Podemos se valió de un ejemplo
exitoso, el de Syriza para presentarse como la renovación de la
izquierda española, la tan añorada presencia de una izquierda libre,
nueva, independiente, que no tuviera nada que ver con la
socialdemocracia burguesa ni con el adocenado comunismo.
Igualmente, el 9 de julio pasado, en otro post titulado Volte Face, Palinuro decía: Si
el bravo "no" griego no puede mantenerse frente a la dureza de la
troika y Syriza tiene que ceder y tragar lo que antes rechazó, afectará
negativamente a la campaña de imagen de Podemos. Por supuesto, es muy
fácil animar a otro a saltar en el vacío y aplaudirlo. Pero ¿qué puede o
quiere hacerse después de que el otro se haya estrellado contra el
suelo? Si no pude hacerse nada, si no cabe evitar que se estrelle, si no
se puede impedir que, para mantenerla en el euro, la troika imponga a
Grecia condiciones más dacronianas, ¿cual será el discurso de Podemos?
Y no hay mucho más que decir, salvo que, de seguir así las cosas, Podemos quizá no llegue a noviembre.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED