La justicia europea ha hecho trizas la doctrina del Tribunal Supremo. En la causa que tenía por objeto dilucidar la inmunidad del vicepresident Oriol Junqueras desde
el mismo momento en que resultó elegido diputado al Parlamento Europeo
en las elecciones del pasado 26 de mayo, el Tribunal de Justicia de la
Unión Europea (TJUE), con sede en Luxemburgo, inflige un severo varapalo
a la justicia española. Sin matices, sin condescendencia alguna con Manuel Marchena
y el resto de miembros de la sala del Supremo que tomó la decisión.
Una
vez más se comprueba que, lamentablemente, acaba siendo verdad que el
independentismo catalán solo encontrará justicia más allá de los
Pirineos. Es un día importante para la causa independentista, necesitada
siempre de victorias ante un rival que no respeta las reglas de juego
ni por asomo y que trata de imponer las leyes a su antojo prescindiendo
de lo que en realidad dicen.
Es también una humillación para España. El TJUE no se ha limitado a
pasar de puntillas sobre el asunto, lo que hubiera sido una
desautorización suave. A eso han dedicado todos sus esfuerzos y más la
diplomacia española y el deep state, consciente desde el pronunciamiento previo del abogado general de la UE
de que el tema se les había ido de las manos. Es la sed de venganza del
Estado español, incapaz de sentarse en una mesa a negociar pero, en
cambio, siempre dispuesto a vulnerar leyes y tratados internacionales.
Vendrán más victorias, seguramente, en el campo de la justicia europea,
pero esta es de un enorme calado, decida lo que decida el Supremo sobre
Junqueras. Una decisión que difícilmente será otra cosa que decir que,
en el futuro, lo hará de otra manera, pero que el caso de Junqueras ya
ha sido fallado por el tribunal.
En dos párrafos se concentra la contundente victoria del líder de Esquerra Republicana de Catalunya en
esta causa, en la que se señala que el artículo 9 del Protocolo sobre
los privilegios y las inmunidades de la Unión Europea debe interpretarse
de la siguiente manera:
1 - Goza de inmunidad en virtud del párrafo segundo de dicho artículo
una persona que ha sido oficialmente proclamada electa al Parlamento
Europeo cuando se encontraba en situación de prisión provisional en un
proceso penal por delitos graves, pero que no ha sido autorizada a
cumplir ciertos requisitos previstos por el derecho interno tras la
proclamación ni a desplazarse al Parlamento Europeo para participar en
su primera sesión.
2 - Esta inmunidad implica el levantamiento de la medida de prisión
provisional impuesta, al objeto de permitir al interesado desplazarse al
Parlamento Europeo y cumplir allí las formalidades requeridas. Si el
tribunal nacional competente estima, no obstante, que debe mantenerse la
medida de prisión provisional tras la adquisición por el interesado de
la condición de miembro del Parlamento Europeo, ha de solicitar a la
mayor brevedad al Parlamento Europeo que suspenda dicha inmunidad,
conforme al artículo 9, párrafo tercero, del mismo Protocolo.
Ha habido vulneración de derechos políticos y, en consecuencia, el juicio del procés tendría que ser declarado nulo y el vicepresident Junqueras ser puesto inmediatamente en libertad.
Nadie contempla este escenario, que sería el lógico tras el fallo del
TJUE. Y eso no hace más que dejar en muy mala posición al Estado
español, rehén de sus propios fantasmas, defensor de una unidad de su
territorio por encima de la ley y capaz de iniciar una causa general
contra el independentismo catalán con ansias de revancha más que de
justicia.
La segunda parte de esta sentencia tendrá que ver con la aplicación de la norma sobre la inmunidad en el caso del president Carles Puigdemont y el conseller Toni Comín, también eurodiputados electos y exiliados en Bruselas.
A partir de enero, la también consellera destituída por el 155 Clara Ponsatí,
que entrará en el Europarlamento por el nuevo reparto de escaños tras
la salida del Reino Unido a raíz del Brexit, también podrá acogerse a
ella. Puigdemont y Comín podrán recoger el acta y tendrán libertad de
movimiento en los países de la UE, incluida España.
Se avecinan tiempos interesantes ahora que Europa, en este aspecto
concreto pero trascendente, ya ha hablado, juzgado y fallado. Una
flagrante injusticia se ha corregido y todos deberíamos felicitarnos, ya
que la victoria es sobre todo de la libertad y la democracia.
(*) Periodista y director de El Nacional
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