Es muy probable que en los últimos años nadie haya hecho tanto daño a las universidades españolas como la clase política. Desde Pablo Casado, poseedor de un polémico máster
en la Universidad Rey Juan Carlos y de un postgrado de Harvard, que, en
realidad, fueron cuatro días en el barrio de Aravaca (Madrid), al
presidente del Gobierno en funciones Pedro Sánchez, con acusaciones de plagio en el doctorado que le otorgó la Universidad Camilo José Cela (Madrid), sin olvidarnos del presidente del Senado, Manuel Cruz, que plagió párrafos y autores, al menos, en una de sus obras, o Cristina Cifuentes,
la ex presidenta de la Comunidad de Madrid, y así podríamos ir
siguiendo.
Lo cierto es que la pestilencia de amaños o situaciones
inexplicables flota y flota en medio de un deterioro del trabajo y la
imagen de muchas universidades que sí hacen bien las cosas y no salen en
los periódicos.
Pero este martes hemos asistido a una nueva manera de menoscabar el
prestigio universitario a través de la experta política en líos varios,
la vicepresidenta Carmen Calvo. Cordobesa de nacimiento, de Cabra, no se le ha ocurrido otra cosa que amenazar a los jueces belgas con tomar represalias sino se extradita al president Carles Puigdemont.
Evidentemente, la justicia belga aún está sorprendida por lo declarado
por Calvo y la intromisión del poder ejecutivo en el poder judicial y no
del propio país sino de otro Estado. Es de esperar que hayan podido
notar en sus propias carnes cómo se comporta el Gobierno español con los
jueces.
Es el Episodio dos después de "la fiscalía te lo
afina", que tanto dio que hablar y que, en aquel entonces, protagonizó
el PP. Lamentablemente, la democracia española tiene estas cosas y tan
pronto se improvisa una acusación de rebelión, como se construye un
falso relato sobre la violencia o se comparan los actos vandálicos con terrorismo.
Sale un ministro de Justicia como Grande-Marlaska
diciendo impunemente que "la violencia en Catalunya ha sido de mayor
impacto que en el País Vasco" y a una vicepresidenta como Carmen Calvo
solo le falta coger el teléfono y llamar al juez belga que lleva el
caso.
Y, llegados a este punto, busco en los diferentes currículums
publicados de Carmen Calvo cuando fue nombrada vicepresidenta alguna
pista para adivinar por donde debe salir tal metedura de pata.
Defensora
acérrima de las corridas de toros, feminista, apasionada de la moda
española y de los zapatos, separada, alumna de las madres escolapias,
dicen de ella que no pide permiso ni perdón y por sus meteduras de pata la llaman algunos, sin que se sepa, la Mari-líos.
Incluso los que la temen en silencio pero no son de su cuerda aseguran
que José Luis Rodríguez Zapatero la cesó como ministra de Cultura en
2007 "bastante cansado de sus meteduras de pata", sin esperar a acabar
la legislatura.
Pero su currículum académico sí tiene algo que da que
pensar: catedrática de Derecho Constitucional por la Universidad de
Córdoba. Yo no sé si podrá algún día volver a dar clases sobre esta
asignatura o cualquier otra con semejante concepción de lo que es el
derecho. A la universidad y al mundo de la docencia en general, seguro
que no le hace ningún favor.
(*) Periodista y director de El Nacional
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