Para los escépticos e incrédulos, una primera lección: la sociedad catalana está profundamente irritada con la sentencia dictada por el Tribunal Supremo
y las movilizaciones que con cierta intensidad se han producido desde
que fue comunicado el fallo son, aparentemente, la punta del iceberg de
lo que sucederá en Catalunya en los próximos tiempos.
La respuesta de la
ciudadanía ante el terrible e injusto castigo impuesto a los presos políticos catalanes desbordó las previsiones el mismo lunes, con el colapso que se produjo en el aeropuerto de El Prat
y numerosos focos informativos en todo el territorio, y han continuado
este martes en las cuatro capitales de provincia y en numerosas
capitales de comarca y otras poblaciones.
La sentencia, como era
previsible, no ha resuelto nada y el movimiento independentista, en
contra de lo que ha ido pronosticando Pedro Sánchez, ni está acabado ni
ha renunciado a sus objetivos.
Uno de los errores que siempre se comete desde la distancia madrileña
es carecer de información veraz y autoconvencerse de cosas que no
pasarán nunca. Así, sin transición para que los espectadores lo pudieran
digerir, han pasado de llenarse la boca todos los políticos y
opinadores de lo peligroso que era el CDR, del terrorismo que
tenía infiltrado en sus filas, de dar nombre incluso a una organización
terrorista que llamaron ERT que nunca había actuado y nadie conocía, de
practicar unas detenciones peligrosísimas de un comando que tenía en marcha precursores para un hipotético atentado... a preguntarse qué es el Tsunami Democràtic, quién hay detrás y qué partidos, entidades o grupos los mueven.
El ministro del Interior en funciones, Fernando Grande-Marlaska
ha tenido que ir por las televisiones diciendo que el CNI ya los estaba
investigando para saber quiénes eran, olvidando que no dejaba en muy
buen lugar a los servicios secretos españoles ya que hace semanas que en
Catalunya no se habla de otra cosa y, aparentemente, la capacidad del
CNI para rastrear su origen ha chocado con la escasa capilaridad para
tener información de primera mano. La búsqueda de las urnas para el referéndum de hace dos años se saldó, como es bien sabido, con un fracaso importante y es lo primero que viene siempre a la memoria.
Lo cierto es que 48 horas después de que se hicieran públicas las
sentencias las instituciones han adoptado, por ahora, un cierto perfil
bajo, muy alejado de discursos y proclamas de los últimos tiempos. El
Govern ha traspasado la respuesta a la sentencia al Parlament en un quiebro que se parece como un huevo a una castaña a lo que hicieron en su momento los presidentes Artur Mas (consulta no referendaria) y Carles Puigdemont (referéndum del 1-O).
En esta ocasión, Quim Torra
tan solo ha pedido comparecer en la Cámara catalana y será esta
institución la que decidirá la estrategia a seguir. Pero da la impresión
que las movilizaciones de la calle no están pendientes de qué hacen las
instituciones y tienen su propia agenda. En todo caso, lo interesante
será ver en qué momento se encuentran y si es así, porque, por ahora,
los primeros callan mientras la iniciativa está en manos de los
segundos.
(*) Periodista y director de El Nacional
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