Pablo Ruiz Palacios se despidió, en su
visita a La Opinión, en la tarde del pasado lunes, con la siguiente y
enigmática frase: «Si me destituyen voy a contar cosas sobre Ciudadanos y
sobre periodistas».
Puede que fuera un pronto después de constatar que
aquí no íbamos a poner paños calientes a la información sobre su desliz
en plena DANA, el pasado viernes, cuando se refugió en el Romea para
asistir a una representación teatral mientras todos los operativos de su
departamento trabajaban contra los elementos y el firmamento de la
Región se iluminaba con miles de rayos poniendo en peligro vidas y
haciendas.
En efecto, en la
tarde de ayer, el director general de Seguridad y Emergencias fue
destituido por la consejera de Transparencia, en que se incluye su
sección. Solo ha permanecido en el cargo unos días más que el ministro
de Cultura Maxim Huerta, por lo que no ha podido siquiera obtener un
récord.
La consejera Beatriz Ballesteros lo amparó inicialmente en vez
de proceder a la destitución en el mismo instante en que conoció la
incidencia. Según declaró Ruiz Palacios, la consejera pareció
conformarse con una petición de perdón por su parte, como si se tratara
de un asunto interno, ajeno a la sociedad.
Lo
probable es que la consejera lo animara a que diera la cara por fin
ante La Opinión. Este periódico, con la información en la mano, se
resistió a difundirla hasta tanto no contar con el testimonio del
protagonista, en un ejercicio de rigor para contar con todos los datos.
Sin embargo, ni Ruiz Palacios ni el servicio de prensa respondieron a
nuestras llamadas durante el fin de semana.
El lunes, probablemente
aconsejado por la consejera, decidió pasarse por la Redacción para
intentar quitar hierro a lo que, de entrada admitió como error, intentar
conmover con el contacto directo y sondear el posible impacto público
que tendría la publicación de la noticia, que sería más o menos elevado,
dijo él mismo, «según cómo la contéis». A la vez, intentó buscar abrigo
en otros medios, en el supuesto de que se apiadarían de él, dada su
sobrevenida disponibilidad.
Puede
entenderse que Beatriz Ballesteros haya tardado en tomar la decisión de
destituir al de Emergencias. Ni siquiera es probable que fuera ella
misma quien seleccionara a Ruiz Palacios para el cargo. Se lo impondrían
desde un partido, Ciudadanos, al que ella ni siquiera pertenece, ya que
ha sido fichada como independiente. Aunque en la Administración fuera
su jefa, en el partido carece de mando mientras su director general
estaba plenamente instalado: fue recolocado en Emergencias tras no
obtener plaza en el Senado, cuya candidatura por Murcia capitaneó.
Y
esto, aparte de que Ciudadanos es un partido (un no partido) en el que
quienes aparecen como dirigentes locales carecen de discrecionalidad
alguna: hasta el último director general ha de recibir el plácet de
Madrid, y si esto es así para los nombramientos, también lo es para las
destituciones. No cabe duda de que la última palabra sobre el destino de
Ruiz Palacios procedió de Madrid, una vez que las webs de la prensa
nacional y los telediarios y tertulias de televisión reprodujeron
durante el día de ayer la foto del espectador teatral refugiado de toda
inclemencia durante el festival atmosférico.
La
cosa se puso complicada a mediodía de ayer, con el cálculo de que de no
ser satisfechas las peticiones de dimisión del director general, el
reclamo se elevaría un escalón hasta alcanzar a la consejera. Por otro
lado, el caso constituía un inevitable test para los 'regeneradores',
que podían ofrecer la imagen de empezar degenerando. De modo que la
destitución de Ruiz Palacios estaba cantada.
La
consejera emitió a media tarde un escueto comunicado para anunciar el
cese, tan escueto que se limitaba a las palabras de un titular de
prensa, eso que en el estamento judicial, al que pertenece Ballesteros,
se critica con la expresión «no está motivado». Quedaba, no obstante,
muy claro que no se trataba de una dimisión sino de una destitución, y
que la autora de la misma era la consejera y nadie más.
Más tarde, el
comunicado volvió a ser remitido a los medios, en este caso con una
línea añadida de agradecimiento a la labor del destituido, al modo de la
retórica de 'los servicios prestados'. Pero a esas horas ya se difundía
por una red interna que Ruiz Palacios estaba decidido a largar. No se
sabe muy bien sobre qué y para qué, pero tal vez en línea con la frase
de despedida de nuestra Redacción: «Si me destituyen voy a contar cosas
sobre Ciudadanos y sobre periodistas».
El
ya exdirector general ha convocado para esta mañana una rueda de prensa
en un restaurante murciano, y cabe suponer que no será para repetir,
como el rey Juan Carlos, que el suyo fue un error que ya no se va a
repetir. Desde luego. Tendrá que contar algo que justifique la
expectación que, con sus insinuaciones, él mismo ha creado. Pero es
improbable que venga a decirnos que le obligaron a ir al teatro o,
antes, al restaurante El Parlamento Andaluz, donde cenó a mesa y mantel,
dato que se reservó en sus explicaciones.
Lo
que está claro es que Ruiz Palacios, un hombre que se duerme en el
teatro, ha decidido pasarse a la performance. Arte efímero en ambos
casos.
(*) Columnista
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