jueves, 14 de marzo de 2019

Vienen tiempos (muy) difíciles / Luis de Velasco *

Seguramente el mejor predictor de la coyuntura económica en la Unión Europea sigue siendo alguien con mucha autoridad y mucho prestigio: el presidente del Banco Central Europeo BCE, Mario Draghi. Por eso hay que prestar mucha atención a sus recientes medidas con la sombra de un posible menor crecimiento económico en la UE, o incluso de una posible recesión (decrecimiento del PIB dos trimestres sucesivos). 

Lo que en definitiva ocurra ahí tendrá impacto importante a no dudarlo en la situación de nuestro país, en meses previsiblemente muy complejos por los resultados electorales y el gobierno que resulte de ellos. O sea, aquí, en casa tiempos (muy) difíciles previsiblemente. Y los milagros son cada vez menos frecuentes y más caros en todos los órdenes.

Veamos. Las medidas acordadas por el BCE responden a un claro empeoramiento de la expectativas y previsiones en los principales centros de la economía mundial, desde EEUU hasta China pasando por Alemania, algo en lo que coinciden los más acreditados analistas desde la propia UE hasta la OCDE pasando por EEUU y otros. 

Todos, sin excepción, revisan a la baja sus anteriores previsiones de crecimiento del PIB, comercio mundial, empleo, etc. En principio apuntan a la suavización de crecimientos previstos, no tanto (al menos aquí y ahora) al decrecimiento del PIB o sea la recesión. Pero, insistimos, son previsiones que pueden ser revisadas a la baja.

Las medidas adoptadas por el BCE son clara muestra de esa preocupación de un menor crecimiento. Mantenimiento de los tipos de interés aplazando el previsto calendario de subidas, acompañado del coloquialmente llamado “manguerazo de liquidez”, el tercero, algo también no esperado. Liquidez a la banca siempre con la condición de que ese manguerazo llegue a empresas y familias, haciendo real esa ayuda a la economía.

Es decir, el propósito del BCE de echar un salvavidas a las economías de la UE parece firme y decidido. Una vez más. El problema es que ese apoyo se convierta en droga dura que dificulte o imposibilite las medidas a adoptar por y en la UE para ser sus miembros más competitivos y equitativos en un panorama mundial cada vez más complejo. O sea que estas medidas sean no para perder tiempo sino para ganarlo.

Esta complicada coyuntura pilla a nuestro país en momentos muy complejos y difíciles, tanto en lo económico como en lo político y lo social. Realidades poco placenteras y muchas, demasiadas incógnitas difíciles y que puede llevar a situaciones también muy difíciles y con altos costes de todo orden.

Hay algunas cosas claras y no son especialmente favorables. Una, la coyuntura económica internacional y de la UE no va a ser de mucha ayuda, eso cada vez está más claro. Como está que lo que pasa “ahí afuera” es cada vez más importante para nuestra economía,cada vez más “abierta”. Los litigios comerciales entre EEUU y China continúan y esto repercute desfavorablemente en el comercio mundial. 

Alemania también, por asombroso que parezca, tiene problemas y es clave pues sigue siendo la locomotora de Europa. El Brexit también sigue ahí y su resultado es muy importante para nuestra economía especialmente en el turismo y los flujos financieros, incluyendo inversiones directas.

España sigue con la conocida y, aunque menos, también reconocida lacra de la gran desigualdad social con el epicentro en un mercado de trabajo en el que dominan el fraude y el empleo precario, lo segundo mucho más conocido que lo primero pero seguramente más lamentable y reprobable lo primero( el fraude) que lo segundo. 

Una reglamentación disparatada del mercado de trabajo ( que finalmente el actual gobierno no ha modificado) vigente desde hace varios años ha permitido fraudes por parte de ¿algunos/muchos? empresarios parece , según han publicado estos días algunos medios, que han envilecido más todavía el “funcionamiento” de ese mercado basado, como es bien sabido, en la precariedad contractual con nefastos efectos económicos y sociales. 

El denominado oficialmente plan “por el empleo digno” (el título correcto debería ser “contra la explotación laboral”, estamos como en los albores de la Revolución Industrial) ha reconocido más de 70.000 fraudes laborales muchos de ellos hoy bien conocidos. Modificar radicalmente el diseño y el funcionamiento real del mercado de trabajo es requisito imprescindible para ser una auténtica democracia. No basta con la libertad. Como repite el senador demócrata y posible aspirante a la presidencia de EEUU Bernie Sanders 

¨La libertad exige completarse con la seguridad económica”. ¿Qué seguridad económica hay con este mercado de trabajo? Y Sanders no es precisamente un trotskista.

Como también es bien sabido, en el terreno político en nuestro país, las cosas estaban más claras y eran, en principio, más sencillas. El bipartidismo, un bipartidismo con “roles” bien conocidos y aceptablemente ejecutados por los dos actores (centroderecha y centroizquierda, lo de derecha e izquierda queda arrumbado como antigualla), esquema ya bien interiorizado tanto aquí como fuera, sobre todo en la UE.

 Nada de sorpresas que son muy malas para la economía (Otra cosa es el efecto social de este esquema. Uno de ellos, ya lo hemos citado, es la profunda desigualdad, finalmente parece que reconocida por (casi) todos. La eficacia (relativa) se imponía a la equidad para satisfacción de los poderes establecidos, siempre eso sí discretos y en segundo plano, agitando otro tipo de tópicos, tradicional método de distracción.

Ese panorama político, en víspera de elecciones de todo tipo, parece (o está) ya roto y es muy difícil prever lo que viene a continuación. Excepto en un aspecto: que la formación de un nuevo gobierno será algo muy complejo y que el gobierno que sea, tendrá obviamente una tendencia a la inestabilidad mucho mayor que aquella a la que estamos acostumbrados. 

Tampoco están los políticos ni los ciudadanos habituados a las negociaciones y acuerdos imprescindibles para formar gobiernos de coalición, práctica común en muchos países europeos. 

Y a todo ello hay que añadir, como es bien sabido y sufrido, el tema del independentismo catalán que, muy probablemente, nos va a acompañar largo tiempo (nada me gustaría más que equivocarme). Y en el horizonte, y ojalá también me equivoque, el nacionalismo vasco esperando su vez.

Todas estas cosas forman una especie de cóctel , en mi opinión, muy difícil de gestionar. Debo confesar amigo lector que, injustamente porque la vida se ha portado bien conmigo, tengo cierta tendencia al pesimismo (yo le llamo realismo). Por eso, espero y deseo equivocarme y que los tiempos que ya están casi ahí, no sean muy difíciles ni siquiera difíciles, al menos para la gran mayoría de españoles.


(*) Economista del Estado


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