miércoles, 20 de febrero de 2019

Partidos, televisiones y debates electorales / Fernando G. Urbaneja *

La negociación de los debates electorales entre televisiones y partidos está en marcha sin que, de momento, se pueda dar por seguro, ni siquiera probable, ninguno de los formatos imaginables. 

Tanto RTVE como las dos principales cadenas privadas (Mediaset y Atresmedia) pretenden organizar el/los debates(s) de los candidatos de cabecera, sin olvidar los demás medios de referencia, empezando por El País, que también aspiran a ese formato con el argumento de sus audiencias potenciales y sus méritos profesionales.

Desde el primer debate (1993) que enfrentó a Felipe González y José María Aznar en dos rondas (Tele5 y Antena3) hasta el formado último de 2016 con cuatro candidatos frente a tres entrevistadores que representaban a TVE, Tele5 y Antena3, hemos asistido a cinco debates de los primeros espadas con audiencias en torno a diez millones de espectadores. 

Sobre cuánto tuvieron de decisivos esos debates a la hora de inclinar el voto hay tesis variadas, pero pocas dudas sobre su importancia. Quizá no se gana la elección en ese debate, aunque si se puede perder o, al menos, mejorar o empeorar las probabilidades.

Las cuestiones centrales para esos debates son dos: dónde se hacen y cómo se hacen. Hay que elegir escenario (¿una televisión en exclusiva?, ¿varias televisiones?, ¿consorcio de televisiones?); moderador(es) y reglas del juego pactadas y escritas, es decir bastante rígidas y exigentes. El otro problema este año se refiere a los interlocutores: ¿cuántos? y ¿quiénes? 

En este aspecto hay que despejar si solo se admite a los primeros espadas dejando vacío el espacio de quien pretenda designar un sustituto. La otra incógnita es si solo se admite a los candidatos de los cuatro partidos nacionales, los de los grupos parlamentarios actuales (añadiendo los de ERC, PNV…), o también a Vox como partido pretendiente con buenas expectativas electorales en base a las encuestas.

Con todos estos dilemas habrá debate solo si los principales candidatos (Sánchez y Casado) quieren hacerlo(s); ellos arrastrarán a los otros y darán satisfacción a las televisiones que aspiran al premio del debate y aceptarán el formado que impongan los actores principales. Lograr el debate otorga un plus de credibilidad que justifica aceptar exigencias. 

El problema para los protagonistas es cómo satisfacer a los medios: ¿un debate solo en TVE?, ¿un debate con un consorcio de televisiones?, ¿tres debates en las tres cadenas principales con distintos formatos?

Sobre todo planea el muy experimentado modelo norteamericano con varios debates en distintos lugares y formatos, y con protocolos minuciosos que ocupan más de un centenar de folios. Hay poco tiempo (un mes) para negociar un acuerdo complicado que tiene que satisfacer los requerimientos de los candidatos. 

No va ser fácil, lo más probable es que no se logre el óptimo: debates entre los principales candidatos; y habrá que trabajar subóptimos de debates parciales entre algunos de los pretendientes, o entre primeros y segundos espadas. Porque todos quieren minutos estelares en televisión, pero también ventajas competitivas basadas en sus expectativas e historiales.

Los directivos de las televisiones tendrán que afinar en su oferta aspirando a subóptimos rentables porque el premio gordo tiene muchas posibilidades de quedar desierto ante de la imposibilidad de conciliar todas las pretensiones. 

En EEUU este problema está resuelto porque está pactado de antemano, en Europa no hay un modelo acreditado y en España hemos pasado por distintas experiencias interesantes pero no consolidadas. 

El panorama actual es el más abierto, complejo e incierto desde aquella experiencia de 1993 que confrontó a Felipe con Aznar con un resultado cercano al empate como saldo de los dos asaltos.


(*) Periodista y politólogo


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