Después de que hayan declarado ya cuatro de los presos políticos -Junqueras, Forn, Turull y Romeva-, que suman entre ellos la friolera de 1.678 noches de injusta prisión provisional, se deben poder decir bien alto al menos dos cosas: los miembros del Govern destituidos por el 155 han preparado el juicio en unas condiciones muy difíciles de privación de libertad infinitamente mejor que los fiscales y la Abogacía del Estado. 

Hasta la fecha esto es una verdad incontestable que resuena, hora a hora, entre las cuatro paredes de la sala del Supremo en que se celebra este vergonzoso juicio. En segundo lugar, ¿qué está pasando con la acusación de rebelión? Era previsible que tanto la fiscalía como la Abogacía del Estado trataran de aprovechar hasta el último resquicio la acusación que han sostenido en sus escritos provisionales. Y, lejos de ello, están poniendo mucho más el acento en la malversación. ¿Bien tendrán que probarla, no?

Si en la sesión del jueves, Oriol Junqueras hizo un brillante alegato político y Quim Forn una pormenorizada defensa de su actuación al frente de la Conselleria d'Interior, este martes Jordi Turull, a la sazón conseller de Presidència, ha protagonizado una impecable defensa tanto de su gestión como miembro del Govern como, con anterioridad, en su calidad de presidente del Grup Parlamentari de Junts pel Sí. 

El cambio de fiscales, más incisivos que la pareja de la semana pasada, no ha servido para desarmar la defensa de Turull, que se ha movido entre la rotunda manifestación de que no había habido violencia -explicando a los magistrados, incluso, que Catalunya era el país de Pau Casals, aunque no es seguro que todos entendieran el mensaje-; la defensa política de todos los actos llevados a cabo y el cumplimiento de la legalidad de acuerdo con el programa electoral con el que concurrieron a las elecciones.

En cambio, el conseller d'Exteriors Raül Romeva optó por una línea diferente pero igual de convincente, muy basada en su prestigioso currículum de firme defensor del pacifismo, actor importante en varios acuerdos de paz en la extinta Yugoslavia y autor reconocido de numerosos libros sobre procesos de pacificación. El hecho de que Romeva contestara solo a las preguntas de su abogado para resaltar que eran presos políticos repite la línea de actuación de Junqueras, a la espera de qué harán, por ejemplo, Jordi Cuixart, Carme Forcadell y Dolors Bassa.

Después de dos sesiones de interrogatorios a los presos políticos, uno tiene la impresión que fiscalía y abogacía del Estado han decidido esconder el tema de la rebelión -la pena mayor- y esperar, quizás, a los testigos. A medida que avanzan las horas, parece como si el despropósito de la calificación provisional costara de aguantarse por algún sitio. ¿Cómo es que no tratan de demostrarla? ¿Cómo se puede entender que no esté en el centro del juicio cuando es esta acusación la que les ha impedido salir en libertad provisional? ¿Porque habrá que probarla, no? 

Más de un año de sus vidas en prisión provisional exige que no haya ninguna duda, algo que hoy por hoy está pero que muy lejos de ser una certeza. Veremos; creímos que el juicio era para determinar si había habido rebelión, pero el acento lo están poniendo más en la presunta malversación.

Y una última reflexión: ¿Por qué se les oculta a los ciudadanos españoles el juicio y ninguna cadena de televisión lo transmite en directo? ¿Quién tiene miedo a que escuchen la verdad?


(*) Periodista y ex director de La Vanguardia