Cuando los destinatarios de buena parte de las críticas por parte de
amplios sectores de la derecha dura ―lamentablemente ya no hay ninguna
otra― son el fiscal y la abogado del Estado, al acabar la primera jornada de declaraciones de los presos políticos catalanes,
quiere decir que algo se les ha torcido. Que no ha salido como estaba
previsto.
El Tribunal Supremo ha vivido este jueves las comparecencias
como acusados del vicepresident Oriol Junqueras ―la
fiscalía pide 25 años, la abogacía del Estado, 12 y Vox, 74― y del
conseller Quim Forn ―la fiscalía pide 16, la abogacía 11 años y seis
meses y Vox, 74― y sus intervenciones, marcadas por estrategias de
defensa diferentes, exitosas. Junqueras y Forn demostraron ideales,
firmeza, convicción, ironía y profesionalidad. Mucha profesionalidad.
El fiscal Fidel Cadena y la representante gubernamental Rosa María Seoane,
bastante más la segunda que el primero, naufragaron significativamente.
Errores importantes en los hechos, aparente desconocimiento de muchos
aspectos de la causa, torpeza en su interrogatorio y falta de cintura
que incluso provocó algún estirón de orejas del presidente de la sala, Manuel Marchena,
se repitieron una, dos e incluso tres veces a lo largo de las más de
ocho horas que duraron las explicaciones de Junqueras y Forn en el
Tribunal Supremo.
Realmente, a un profano no puede dejar de sorprenderle
el bajo nivel de las acusaciones. En un lado estaban dos presos
políticos que se habían preparado a fondo su defensa y al otro lado dos
profesionales del derecho que hicieron méritos para ser sustituidos por
los errores que cometieron.
Por lo demás, Junqueras planteó su defensa desde el principio como lo
que es: un preso político. En la mesa tan solo una jarra de agua y un
vaso. Ningún papel. Contestó sólo a su abogado, Andreu Van den Eynde,
como una señal inequívoca de que estaba en una farsa judicial y de que
no se podía legitimar ni a la fiscalía ni a las otras acusaciones.
El
vicepresident tiró de actitud profesoral para impartir en muchos
momentos una master class sobre derechos civiles, derechos
individuales, democracia, libertades, pacifismo, historia de Esquerra
Republicana, condena de la violencia y derecho a la autodeterminación.
Estuvo convincente en su exposición política y en la defensa de convocar
referéndums.
Fue una pena que un brillante polemista como Junqueras no
pudiera confrontarse con la fiscalía y la abogacía del Estado. Pero fue
su decisión, a sabiendas de que quizás perdía una oportunidad. Demostró
que el tiempo en prisión ―interminable e injusto― no ha mermado su
capacidad dialéctica y el nivel apabullante de sus explicaciones.
El planteamiento de Quim Forn y de su abogado, Xavier Melero,
fue diferente. Quizás, también, porque las acusaciones eran más
concretas en su condición de conseller de Interior el 20 de septiembre,
el 1 de octubre y el 27 del mismo mes. Para empezar, la mesa repleta de
papeles, que no dejó de utilizar durante todo el interrogatorio.
El cara
a cara con Fidel Cadena fue ciertamente antológico y deja respuestas
suficientes ante el desconcertado fiscal para que se haga con rapidez un
vídeo que recoja todas las situaciones, algunas hilarantes, que se
produjeron. Forn hubiera salido a hombros de la sala si no hubiera
tenido que regresar por un injusto castigo a Soto del Real.
Es probable que nada de todo lo que estamos viendo cambie el sentido
de la sentencia y las graves acusaciones se mantengan. Pero sabían que
tenían un problema con la instrucción del juez Pablo Llarena y hoy la preocupación debe ser bastante mayor.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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