Elie
Wiesel, un sobreviviente de Auschwitz y Buchenwald que se
convirtió en un elocuente testigo de los judíos que fueron
asesinados en la segunda guerra mundial, murió el 2 de julio de
2.016 en su casa en Manhattan a los 87 años. “Cuando quiera
y donde quiera que los seres humanos padezcan
sufrimiento, toma partido. La neutralidad ayuda al opresor, nunca a
la víctima. El silencio alienta al torturador, nunca al torturado,”
dijo.
“Todo
sucedió tan deprisa. El gueto. La deportación. El vagón de ganado
sellado. El altar ardiente donde la historia del nuestra gente y el
futuro de la humanidad habrían de ser sacrificados. Recuerdo que
preguntó a su padre: ¿Puede ser esto verdad? Esto es el siglo
XX, no la edad media. ¿Quién puede permitir que se cometan crímenes
así? ¿Cómo puede el mundo permanecer en silencio?”
LOGOTERAPIA
Algo
parecido le ocurrió a Viktor Emil Frankl (nacido el 26 de
marzo de 1.905, Viena, Austria y fallecido el 2 de septiembre de
1.997) que fue un neurólogo y psiquiatra austríaco,
fundador de la Logoterapia. Sobrevivió desde 1.942
hasta 1.945 en varios campos de concentración nazis, incluidos
Auschwitz y Dachau. A partir de esa experiencia, escribió el
libro “El hombre en busca de sentido”.
En
esta obra expone que, incluso en las condiciones más extremas de
deshumanización y sufrimiento, el ser humano puede encontrar una
razón para vivir, basada en su dimensión espiritual. Esta
reflexión le sirvió para confirmar y terminar de desarrollar la
Logoterapia y el análisis asistencial, considerada
la tercera escuela vienesa de Psicología,
después del Psicoanálisis de Sigmund Freud y de la
Psicología Individual de Alfred Adler.
VACÍO
EXISTENCIAL
Una
de sus metáforas favoritas es el vacío existencial. Si el
sentido es lo que buscamos, el sin sentido es un agujero, un hueco
en tu vida, y en los momentos en que lo sientes, necesitas salir
corriendo a llenarlo. Frankl sugiere que uno de los signos más
conspicuos de vacío existencial en nuestra sociedad es el
aburrimiento.
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De manera que intentamos llenar nuestros vacíos existenciales con “cosas” que aunque producen algo de satisfacción, también esperamos que provean de una última gran satisfacción: podemos intentar llenar nuestras vidas con placer, comiendo más allá de nuestras necesidades, teniendo sexo promiscuo, dándonos “la gran vida”.
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O podemos llenar nuestras vidas con el trabajo, con la conformidad, con la convencionalidad.
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También podemos llenar nuestras vidas con ciertos “círculos viciosos” neuróticos, tales como obsesiones con gérmenes y limpieza o con una obsesión guiada por el miedo hacia un objeto fóbico.
¿CÓMO
HALLAR EL SENTIDO?
Entonces,
¿cómo hallamos nuestro sentido?. Frankl nos presenta tres
grandes acercamientos:
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El primero es a través de los valores experienciales, o vivenciar algo o alguien que valoramos. Aquí se podrían incluir las experiencias cumbre de Abraham Maslow y las experiencias estéticas como ver una buena obra de arte o las maravillas naturales. Pero nuestro ejemplo más importante es el de experimentar el valor de otra persona, a través del amor. A través de nuestro amor, podemos inducir a nuestro ser amado a desarrollar un sentido, y así lograr nuestro propio sentido.
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La segunda forma de hallar nuestro sentido es a través de valores creativos, es como “llevar a cabo un acto”, como dice Frankl. Esta sería la idea existencial tradicional de proveerse a sí mismo con sentido al llevar a cabo los propios proyectos, o mejor dicho, a comprometerse con el proyecto de su propia vida. Incluye, evidentemente, la creatividad en el arte, música, escritura, invención y demás. También incluye la generatividad de la que Erikson habló, es decir, el cuidado de las generaciones futuras.
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La tercera vía para descubrir el sentido de la vida es aquella de la que pocas personas además de Frankl suscriben: los valores actitudinales. Estos incluyen tales virtudes como la compasión, valentía y un buen sentido del humor, etc. Pero el ejemplo más famoso de Frankl es el logro del sentido a través del sufrimiento.
Frankl
también señaló que de forma poco frecuente se les brinda la
oportunidad de sufrir con valentía a las personas enfermas
gravemente, y así por tanto, mantener cierto grado de dignidad.
“¡Anímate!, decimos, ¡Sé optimista!.” Están hechos
para sentirse avergonzados de su dolor y su infelicidad.
No
obstante, al final, estos valores actitudinales, experienciales y
creativos son meras manifestaciones superficiales de algo mucho más
fundamental: el supra-sentido es la idea de que, de hecho, existe
un sentido último en la vida; un sentido que no
depende de otros, ni de nuestros proyectos ni siquiera
de nuestra dignidad. Es una clara referencia a Dios y al sentido
espiritual de la vida.
(*) Periodista
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