Antes del anuncio de la huelga de los
Jordis había un clima de decepción, de desengaño, bordeando la
desafección. De pronto, su anuncio, 24 horas después de publicar una
foto de todos ellos en Lledoners, fue como la piedra en el estanque, un
sobresalto. La conciencia repentina de que el procés pasa a otro nivel;
de que el ayer es remoto pasado y las declaraciones están anticuadas. Ahora se unen Josep Rull y Quim Forn. Definitivamente, otro nivel.
Todos los agentes interesados, los stakers, se vieron ayer en Waterloo en una especie de consejo informal pero universal del independentismo. Estuvieron todas/os. Incluida la CUP.
Se
acabó el marasmo y la especulación. Hay que tomar posiciones. Estas
huelgas tiran mucho. Es preciso apoyar y defender a los huelguistas. Lo
dicho, nueva fase. Muy nueva. De acción. El consejo de Waterloo habrá
servido para preparar una declaración institucional en el Consell per la
República. Una especie de programa para los próximos tiempos, con las
medidas de gobierno y el modo en que se recabará el apoyo de la opinión
pública.
En el otro extremo de España, el resultado de las elecciones andaluzas que tiene al establishment
de izquierda noqueado. Dicen que es un desastre para Andalucía y, de
rebote, lo será para España. Para Andalucía, está por ver, ya que la
perspectiva de continuidad era terrible; para España, muy improbable. Un
desastre, sin duda, para el PSOE aquí y en España. Catalunya y
Andalucía eran los dos bastiones del PSOE en el Congreso; perdidos los
dos, perdido el gobierno para largo.
La cantidad de cargos que va a ir
al paro es considerable. Los otros, los de Podemos, siguen sin entender
la misa: bajan en votos, se llevan la misma bronca que los socialistas
por aburguesados y burocratizados, pero han participado muchísimo menos
en los privilegios, si es que lo han hecho. Se llevan las bofetadas sin
merecerlas. No son muy espabilados. La abstención, va revelándose,
parece haber sido la izquierda frustrada. Los votos socialistas
desertores han ido a C's y los del PP a Vox. El mapa de la derecha
engorda y se reorienta. En cuanto a la izquierda, tanto si el
independentismo triunfa como si fracasa, su carro triunfal o su coche
fúnebre pasará por encima de sus restos.
La
brecha, la batalla está ahora entre una Andalucía, cabeza de la
Reconquista española Marca España, siglo XXI y Catalunya, territorio
rebelde. Políticamente rebelde, no empecemos la matraca. Y el factor
decisivo ha pasado a ser el tiempo. El tiempo que cada parte necesita
para la ruptura o el asalto finales. Es el paisaje, pero antes de
la batalla. La tropa de la Reconquista necesita afirmarse en su nueva
plaza fuerte y conquistar luego Madrid, o sea España, mediante otras
elecciones. Mínimo, seis meses.
¿Qué
puede hacer el independentismo en seis meses? Mucho, desde luego..., si
le dejan. O sea, mientras no haya una interrupción del escenario vía
estado de excepción, por ejemplo. Consideraciones muy dignas de tenerse
en cuenta, pero sin olvidar que la huelga de los cuatro introduce un
factor de premura y de urgencia muy notable.
Los presos políticos no se
juegan la libertad por sus convicciones, que son las nuestras; se juegan
la vida. Nueva fase y nueva fase de no retorno en donde entran
cuestiones emocionales, de la condición humana. El recuerdo de Xirinacs
está presente hoy más que nunca. Y preside el movimiento en su profunda
voluntad de triunfar por medios no violentos.
El
próximo día 21 es aniversario de las elecciones del pasado y se celebra
en Barcelona el consejo de ministros en el que ya no recuerdo si
Sánchez no ha invitado a Torra o Torra a Sánchez, en prueba de la
evidente normalidad de la política española. Toni Albà insinúa
que la gente podríamos salir a la calle ataviadas con chalecos
amarillos. Pues sí, es buena idea, pero sin olvidar ni por un instante
que la revolución catalana es radicalmente no violenta. A ver si el groc català pacífico va a teñirse de jaune français, violento.
Todos
los presos/as políticas deben ser puestas en libertad; los exiliadas/os
deben poder retornar; los embargados/as restauradas en sus patrimonio y
la causa contra todos ellos anulada. Y cuanto antes, antes de que sea
demasiado tarde y el Estado añada a su condición de injusto y
prevaricador la de asesino.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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