Es significativo que el primer lío
negociador y en el que las partes muestran mayor interés sea el de los
nombramientos para la RTVE. No un debate sobre el modelo de
audiovisuales públicos, sino una pugna por el nombre del baranda (o la
baranda) que controle el chiringuito. Lo mismo que hizo el PP a las
pocas fechas de su triunfo en noviembre de 2011: reformar la ley
Rodríguez Zapatero, hasta entonces vigente, a fin de nombrar sin
oposición posible un director de su estricta obediencia.
Ahora es más o menos lo mismo. Se reforma la reforma, volviéndose a la normativa de Zapatero y se elije a alguien de confianza política. Es
verdad que la reforma es democrática y que, muy probablemente, el
director o directora que se nombre estará a años luz del cerrado
propagandismo de la RTVE pepera.
Si hubiera alguna duda basta ver la
furia de la oposición del PP a los planes conjuntos de PSOE/Podemos. "Cualquier día vemos a Monedero presentando Informe Semanal",
se santiguaba horrorizada Soraya Sáez de Santamaría, imaginándose a
Belcebú en el plató. Es un buen indicador de que van por en la buena
dirección de mejorar, democratizar, profesionalizar los audiovisuales
públicos.
Pero
estos pactos a escondidas, estos conciliábulos y repartos no son el
mejor camino. Revelan una concepción mediática de la política. En sí
mismo no está mal, dado que la política toda es mediática y, de acuerdo
con su espíritu esencial de amigo/enemigo, si no controlas los
medios, no apareces en ellos o no apareces como te gustaría aparecer.
Hay algo, sin duda, que distingue este proyecto de la izquierda de los
abusos censores del gobierno anterior y se ve en el hecho de que el PSOE
quiera contar con la aprobación de la plantilla para el nombramiento del nuevo jefe o jefa. Es
elemental.
Palinuro también sugirió buscar alguna forma para consultar a
la audiencia, aunque no se lo ocurría cuál. Precisamente por todo ello
es esencial no reproducir los procedimientos de amistades políticas. La
presidencia de RTVE no se debe a un partido ni a un dirigente, sino a su
audiencia. Nada más.
Y
luego está la cuestión de las mayorías parlamentarias precisas que
terminan de hacer trizas unas maniobras caracterizadas por la
precipitación, la ambición y la bisoñez. Se necesitan dos tercios en
primera vuelta hoy y mayoría absoluta en segunda el miércoles.
Los
nombres barajados y abrasados casi en un mismo acto del comienzo
(Arsenio Escolar, Ana Pardo de Vera y Andrés Gil) han protagonizado un
confuso vodevil en el que también se han oído otros, cocinado por el
célebre modo de Juan Palomo. Los dos tercios son imposibles de alcanzar.
No hay esperanza real de consensuar algo con PP y C's. Paro tampoco
será fácil con el PNV y los indepes catalanes, cuya concurrencia, como
ya sucedió con la moción de censura, es imprescindible para aprobar el
nombramiento. Y hasta la fecha, ninguno de ellos está satisfecho con la
propuesta de la izquierda española.
El
PNV mantiene la incertidumbre por razones de forma: este no es el
procedimiento. Los indepes catalanes por algo más de fondo. Tras haber
aportado sus votos para hacer presidente a Sánchez (si bien advirtiendo
que eran votos en realidad contra Rajoy) todos los gestos de aquel sin
excepción han sido beligerantes con el independentismo. La República
Catalana no tiene ninguna obligación de seguir propiciando una política
que básicamente se hace contra Catalunya.
Los
sectores más radicales del independentismo sostienen que a este no se
le ha perdido nada en el vecino Estado monárquico y no le merece la pena
ni siquiera votar en contra. Quizá sea excesivo y prevalezca la inercia
de la mitad de la legislatura, pero es algo que se debatirá en breve,
pues es difícil comprender una República Catalana independiente que
acepta un marco jurídico-político superior y participa en él.
De
momento, en todo caso y, visto el procedimiento seguido así como la
necesidad de los votos indepes, sería muy razonable que el
independentismo propusiera como nombre de consenso para presidir RTVE a
Josep Vicent Sanchís, director de TVC, siempre que él aceptara.
Es de
conocimiento general que los audiovisuales catalanes públicos son más
equilibrados, abiertos y plurales que los españoles. Si Sanchís es
vetado, los indepes pueden votar tranquilamente en contra de los demás
o, simplemente, no votar.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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