Dice el MHP Torra que Catalunya será pronto un Estado independiente. El Apocalipsis. Llegan los bárbaros. Termina de hundirse el imperio. Caveant Consules.
Tal vez por eso el embajador español en Washington, Morenés, de los
Morenés de toda la vida, fue a reventar la conferencia de Torra en el
Smithsonian, llamándolo mentiroso por lo que los catalanes abandonaron
la sala. Lo cuenta Laura Borràs en su tuiter.
El
nerviosismo hispano crece por horas. Ese embajador Morenés recuerda a
aquel otro Lojendio que, en 1960, se presentó por sorpresa en el plató
de la TV cubana para encararse con Fidel Castro y llamarlo mentiroso.
Castro lo declaró persona non grata. La honra de España estaba entonces
en juego; como ahora en Washington. Y los embajadores son gente de mucha
honra, sobre todo si la hacen valer frente a quienes consideran pueblos
coloniales, antaño Cuba, hoy Catalunya.
La derecha ha dejado a los socialistas un campo de minas. Torra anuncia que el día 9, pedirá a Sánchez negociar un referéndum de autodeterminación.
Es decir, preanuncia su reciente idea de proceder a un nuevo 1º-O. Los
Comuns se le han puesto en contra y a la CUP no le hace especial gracia
por entender que es seguir dando vueltas al atajo, como dice el poeta.
Pero quien está más ferozmente en contra es el propio Sánchez que se ha
permitido aconsejar a Torra desde Alemania que se olvide del 1-O. Una
muestra palmaria de que no sabe ni por dónde se anda. Ni Torra ni nadie
en Catalunya va a olvidar el 1-O. Por si le sirve de algo, cosa que
dudo, le informo de que es una de las fechas con más posibilidades de
convertirse en fiesta nacional de una Catalunya independiente.
Más
vale que el antiguo bloque del 155, con el PSOE ahora en cabeza, cambie
la dirección de la nave antes de lanzarla contra los escollos de un
movimiento independentista encabezado por unas instituciones legítimas
pero hostilizadas, con un fortísimo apoyo social masivo y una
constelación de símbolos vivientes en la cárcel y el exilio.
El
Tribunal Supremo echa una patriótica mano en la tarea de justificar
judicialmente una persecución política. En clara muestra de conciencia
nacional española antes que jurídica, admite el procesamiento de los
indepes catalanes por los delitos que ha fabulado Llarena. La intención
es obvia: situar a los procesados fuera del alcance de los gobernantes
españoles de los que los jueces franquistas no se fían porque los
consideran radicales, rojos peligrosos y vendepatrias. A los del PSOE.
En
efecto, al PSOE le corresponde un marrón del que no parece pueda salir
indemne. Las presiones para una disolución y convocatoria de elecciones
anticipadas van a ser enormes. Pero, al mismo tiempo en una situación
tan cómica que mueve a risa. Ninguno de los dos partidos que más
vociferantes son en la exigencia de comicios, C's y PP, está en
situación de concurrir a ellas. C's aun no ha conseguido explicarse a sí
mismo cómo ha conseguido perder una moción de censura que se le hacia
al otro. Y el otro, la banda de malhechores, porque se encuentra con el
insospechado hecho de contar con más candidatos que electores en las
primarias.
El
conflicto exterior es una prueba más de la existencia de un poder dual
de facto, no de iure todavía, en España. Y para hoy hay previsto un
acontecimiento que quizá deje chico el ridículo de los Juegos del
Mediterráneo, en concreto la llegada del rey a Girona a la entrega de
los premios Princesa de Girona. Como prácticamente no puede pisar núcleo
urbano alguno por ser persona non grata en diversos municipios, entre
ellos Girona capital, parece que llegara en helicóptero y se marchará de
igual modo.
Tendrá un toque religioso pues más que una llegada será un
descendimiento y más que una marcha, una ascensión. No se sabe oirá los
pitos que los CDRs tienen convocados. Si no los pitidos, a lo mejor
percibe el aroma del estiércol que andan derramando los payeses con los
tractores por el campo.
Hay algo tragicómico en este fin de ciclo español.
Mi artículo de ayer en elMón.cat, titulado Joc entre republicans.
Versa sobre esta delicada cuestión de la República. Durante años,
Palinuro ha lucido en la columna de la derecha un Gif con una bandera
republicana ondeante para proclamar su ardoroso republicanismo. Y muchas
veces abordó el tema República, muy dolido de que la izquierda siempre
adujera que no era el momento de plantear el asunto. Durante treinta
años nunca fue el momento.
Palinuro arrió la bandera de la república
española y se sumó a la de la catalana. No por ello dejaba de simpatizar
con la española, pero era y es evidente que no goza del apoyo de que
debiera ni de quien debiera y sus perspectivas son más bien escasas. La
República catalana es un hecho, en cambio. Y, por si alguno hubiere más
purista del realismo de la lengua, cabe decir, una República in fieri.
A partir de aquí, ese enclenque republicanismo español pudiera
vigorizarse y ojalá que así fuera. Pero también podría suceder lo
contrario. El republicanismo catalán es independentista y el español, me
temo, a cambio de impedir la independencia de Catalunya está dispuesto a
abandonar su ideal republicano.
Y así es difícil construir una República española.
Aquí el texto en castellano:
Entre republicanos anda el juego
El
independentismo catalán es republicano y, por tanto, doblemente
molesto, por independentista, para todos los españoles, y por
republicano para los españoles monárquicos. No debiera serlo para estos
últimos y, según sus esporádicas declaraciones, no lo es. Antes al
contrario, se proclaman relaciones fraternales entre el republicanismo
español y el catalán.
Ahora
bien, así como el republicanismo catalán es consistente, pertinaz,
masivo, transversal, mayoritario y muy activo y eficaz, el español es
disperso, ocasional, minoritario y enclenque. No es un juicio despectivo
ni apresurado. El pasado sábado hubo una consulta popular en el barrio
madrileño de Vallecas para un referéndum a escala estatal sobre
monarquía o república. Algo que venía a ser una especie de réplica de la
mítica consulta independentista de Arenys de Munt en 2009, movida por
la CUP, en la que votó más del 40% del censo y más del 92% lo hizo a
favor del sí.
En
el caso de Vallecas, y los datos son suyos, votó el 4,8% del censo y,
de este, cerca del 90% lo hizo por la República. Señalar este dato no es
malintencionado sino simplemente realista. Si en una zona como Vallecas
esta consulta anima al 4,8% del electorado, en otros lugares será sin
duda peor. Muchos arguyen que el referéndum vallecano se hizo sin
medios, sin infraestructura, sin logística, cosa muy digna de tenerse en
cuenta. Pero lo cierto es que ningún partido ni movimiento social de
envergadura la apoyó. Y eso también tiene su significado a la hora de
hablar del republicanismo español y calibrar sus posibilidades en
comparación con el catalán.
Todos
esperan que Vallecas funcione como una chispa que encienda la
adormecida pradera republicana española. Pero ese deseo se formula sobre
el fondo de una realidad muy desalentadora. Los datos son los que son.
La causa republicana en España es de poco más que cenáculos literarios y
depositarios de un viejo legado. Los partidos políticos son casi todos
dinásticos.
De modo directo (PP y C’s) o indirecto a través de algún
descarado absurdo del tipo de que los republicanos se sienten muy a
gusto con esta monarquía como en el PSOE. Quedan los indepes catalanes y
los nacionalistas vascos y gallegos y queda Podemos, como siempre,
nadando entre dos aguas. Piden que el rey someta su corona a referéndum,
pero no mueven un dedo para hacerlo realidad, como se demuestra en el
caso de Vallecas.
Y
como el republicanismo español carece de vigor, se apunta el remedio de
vincularlo a su rozagante hermano catalán utilizando diversos
artilugios verbales como que la lucha por la República catalana es, en
realidad, la vanguardia del republicanismo español. Y, aun más
audazmente, el republicanismo español será el aliado natural del
catalán.
Esta
idea del republicanismo fraterno requiere reflexión. Por supuesto, el
catalán aceptará siempre toda ayuda que proceda de España y demuestra
–acaba de hacerlo- disposición a colaborar con la izquierda española, a
la que presume más republicana que la derecha, de modo gratuito. Pero
hasta ahí llega la colaboración. Porque, mientras no se demuestre lo
contrario, el republicanismo español es más un desiderátum que una
realidad.
Y
sobre todo porque una hermandad más sentimental que real tropieza con
dos inconvenientes que corresponde aclarar al republicanismo español,
antes de incurrir en la habitual confusión que conduce al fracaso. Hay
confusión histórica y confusión actual. La histórica no es preciso
refrescarla, pues está en la memoria de todos: las relaciones de la
Generalitat con la República españolas oscilaron entra malas y pésimas.
Fue la República española la primera en encarcelar a Companys.
La
confusión presente es más preocupante. El republicanismo español carece
de pulso político. No hay siquiera un Partido Republicano en las
Cortes. Los núcleos republicanos más activos suelen estar animados por
comunistas y tanto estos como los que son más puramente republicanos son
profundamente antindependentistas. El republicanismo español no existe
y, en la medida en que existe, es antiindependentista e incluso
anticatalanista.
No
hay ni puede haber relaciones fructíferas entre los dos
republicanismos, al menos mientras el catalán no deje de ser
independentista o el español antiindependentista. Fraternales pueden
ser. Siempre sin olvidar que hermanos eran Caín y Abel y Rómulo y Remo.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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