La noticia de que el president Carles Puigdemont ha sido detenido este domingo en Alemania
cuando regresaba en coche desde Finlandia, después de varios días de
estancia en el país nórdico invitado por un grupo de diputados, tiene
aún más preguntas que respuestas.
Tiempo habrá para conocer los detalles
de un desplazamiento por carretera, en principio prescindible, cuando
se hubiera podido realizar de otra manera. También para analizar con
detalle la evolución de las órdenes de extradición del resto de
políticos catalanes porque, en estos momentos, la suerte de muchos de
ellos aún no se conoce ni en su fase inicial.
Es normal que en estos momentos haya un gran desasosiego en la
sociedad catalana —más allá de las posiciones independentistas— por la
suerte que pueda correr el president, que no podemos olvidar es el
vértice de una persecución policial, judicial y mediática española sin
precedentes en Europa.
Todo, además, avalado eficazmente a partir de un falso relato de los hechos que sucedieron el pasado septiembre con las concentraciones frente a la Conselleria d’Economia y también con el referéndum del 1 de octubre,
celebrado en medio de una excepcional violencia de la policía española y
que ahora se trata de ocultar.
Ha sido la instalación de esta gran
mentira de la derecha extrema española en la opinión pública, apoyada
acríticamente por la izquierda más desnortada del continente e incapaz
de hacer frente a un discurso claramente involucionista, la que los ha
conducido a esta sonrojante situación.
Un president de Catalunya
detenido en Alemania, un candidato oficial del Parlament para ser
elegido president, Jordi Turull, encarcelado en plena investidura,
situación en la que también se encuentra una parte muy significativa del
Govern, máximos dirigentes de entidades soberanistas, etc.
Pese a la extrema preocupación que provoca la
gravedad de los hechos hay que confiar en la justicia de los diferentes
estados de la Unión, los pronunciamientos de sus dirigentes políticos y
la posición de su opinión pública. Que todo ello unido tumbe la mentira
oficial y se descarten las extradiciones por delitos inexistentes.
La detención del president también debe abrir un tiempo de reflexión
en la elección en el Parlament de un candidato después de los comicios
del 21-D. No parece que esa sea la prioridad si el resultado final tiene
que ser seguir el guion que el Gobierno español quiere.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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