Esa jaculatoria de "no podemos gastar lo que no tenemos" es
la que, entre otras mentiras, empleó al pie de la letra el hombre de
los sobresueldos para ganar las elecciones de 2011. Venía acompañada de
otra, dicha en tono patriarcal de que "si hay algo que no tocaré serán
las pensiones".
Y
ya se ve en dónde nos encontramos. El PP de M. Rajoy y los demás
partidos parlamentarios pues todos han ignorado la cuestión de las
pensiones si bien en distinto grado, se encuentran con un estallido que
no esperaban de un sector muy importante electoralmente. Se azoran todos
y andan lanzando propuestas y pidiendo la convocatoria del Pacto de
Toledo. Mientras tanto, los teóricos fabulan el legado del 15 M,
recogido ahora por trémulas manos.
El
planteamiento gubernamental del asunto ha sido tan agresivo como el de
un asaltacaminos: un día dice M. Rajoy que la gente vaya ahorrando para
pagar por la educación (hasta ahora servicio público gratuito) y las
pensiones, hasta ahora un derecho de los jubilados. Al día siguiente
toma medidas a favor de los planes privados, con los que los bancos
quieren enriquecerse más.
Al otro se niega a subir las pensiones más que
el oprobioso 0,25%, aduciendo que no tenemos dinero para pagar la
subida. Lo remata el gobernador del Banco de España, pintando de negro
el futuro de las pensiones (de los demás) y mirando con codicia las
viviendas en propiedad de los jubilados con las que podrían financiarse
su pensión; o sea, que se vayan al otro mundo hipotecadas.
No
es de extrañar que la gente estalle y lo haga como lo hace,
espontáneamente. A unos jubilados que en muchos casos han de aportar su
pensión al sostenimiento de algún parado en el hogar y han de pagar
ahora por una asistencia sanitaria antes gratuita se les dice que no hay
dinero para mantener sus pensiones (lo de subirlas es un eufemismo):
que lo tienen crudo y pueden darse con un canto en los dientes pues aún
están bajo techo.
El
estallido es lógico. Las pensiones son un derecho de los jubilados por
su trabajo a lo largo de sus vidas, no una gracia discrecional del
gobierno. Es un derecho y el gobierno tiene que respetarlo, sacando el
dinero de donde lo tenga. Porque, si ahora no hay dinero, antes lo hubo:
60.000 millones de euros del fondo, precisamente, de las pensiones.
(Por cierto, tan mala no fue la herencia de Zapatero cuando le ha dado
al M. para pillar 60.000 millones).
Había dinero y dinero, además, de
los pensionistas. ¿Qué han hecho con él? Es fácil, regalárselo a la
banca (que ahora reparte dividendos de cine), rescatar autopistas
quebradas, construir aeropuertos y AVES ruinosos, comprar deuda pública
española, o sea, bonos basura y robar el resto a manos llenas.
El
saqueo no puede quedar impune. Los jubilados, que mantienen la protesta
en la calle, aseguran hacerlo en nombre de sus hijos y nietos. Y de
inmediato han comenzado las redes a afear a esos hijos y nietos que
hayan de venir sus padres y abuelos a sacarles las castañas del fuego.
Desde
luego, si este ejemplo no mueve a la izquierda a echar a un gobierno
corrupto que literalmente está destruyendo el país, este tendrá lo que
merece.
Declaración institucional del presidente
de la República catalana en el exilio. A pesar de los esfuerzos del
B155 (gobierno, partidos dinásticos, medios y jueces), de sus trampas,
chantajes y provocaciones, el movimiento independentista no se ha
fracturado.
La unidad es su activo más importante y el que le hará ganar.
Igual
que el autoritarismo, la arbitrariedad, la corrupción y la falsedad
harán perder al B155 que, es obvio, no sabe en dónde se ha metido. Por
arrogancia, chulería, estupidez, ignorancia y autoritarismo. No, no sabe
en dónde se ha metido. Se cree muy listo (especialmente el círculo de
inútiles que rodea a Sáenz de Santamaria, todos creyéndose astutísimos) y
no hace más que disparates que le costarán muy caros.
Ayer mismo, el Financial Times publicba un artículo demoledor para el gobierno español en el que vaticina que Catalunya será como fue Vietnam para los Estados Unidos, el origen de su derrota, su retirada y su vergüenza.
Las
reivindicaciones catalanas no se acallan aporreando a la gente a
mansalva, ni dando golpes de Estado del 155, ni encarcelando a unos u
obligando a otros al exilio, ni dejando que los matones con o sin
uniforme apaleen a la gente en la calle, ni haciendo que los jueces
serviles prevariquen persiguiendo penalmente ideas política, ni mandando
reyezuelos con ínfulas coloniales a hacer el ridículo.
Las reivindicaciones catalanas, independencia y república, no se acallan.
Ayer mismo también la presidencia de la República Catalana ha denunciado a España ante el Comité de Derechos Humanos de la ONU.
No, no saben en dónde se han metido.
Si tienen alguna duda, presten atención a las palabras de Puigdemont.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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