martes, 6 de febrero de 2018

Los votantes los prefieren nuevos / Ramón Cotarelo *

Los cuatro aspirantes a la presidencia del gobierno, todos varones comprometidos con la igualdad de género reciben los resultados del barómetro del CIS y su cocina con la mejor sonrisa. Las de C's y el PSOE son radiantes; la del PP torcida; y la de Podemos, de cartón piedra. Está claro: el electorado quiere caras, propuestas nuevas. Rivera y Sánchez lo son, al menos tanto como pueden serlo dos profesionales de la política con diez o doce años de veteranía. 
 
Rajoy es lo viejo renovado y algo de lo que la opinión está harta, como se prueba por la bajísima popularidad de Rajoy. Iglesias, lo nuevo avejentado a marchas forzadas con muy pobre valoración popular también. ¿Qué pueden haber hecho mal para que, habiendo salido al "sorpasso" del PSOE, se hayan visto sorpasados por C's? Interesante tema de reflexión. ¿Qué pueden haber hecho mal para ganarse esa imagen viejuna siendo los únicos nuevos reales?

La pugna parece ser entre C's y PSOE que, además de presentarse como nuevos, aun no siéndolo, rentabilizan el siempre ubérrimo campo del centro político. Al menos con mayores visos de verosimilitud que los dos supuestos extremos de Podemos por un lado y el PP por el otro que, además, arrastra el estigma del desastre.

Pero tiene la mayor expectativa de voto, si bien no la más alta intención, pues le pasan por delante el PSOE y C's. Podemos se queda en el furgón de cola de esta importante magnitud. 

En todo caso, recuérdese que si la utilidad de los sondeos en tiempos tranquilos es dudosa, en tiempos intranquilos como estos tiende a cero. Sobre todo teniendo en cuenta que la política en España hoy se hace en Cataluña.
 
 
Es el que está dándose ahora mismo, mientras se confrontan las distintas propuestas, unas más afines entre sí que otras. La República Catalana, esa que muchos reputan fantasmagórica, está funcionando de hecho. Lo está haciendo en las condiciones de restricción en las que se encuentra. Sería estúpido ignorarlas. Pero contar con las restricciones objetivas no supone aceptar sus planteamientos ni consecuencias.

Hay un debate sobre distintas propuestas que se estudiarán de buena fe. De aquí no se sigue ni se seguirá una fractura o división del bloque indepe. Y no se seguirá porque le va la vida en la unidad. Unido el bloque, lo puede todo; desunido, nada. Por eso, habrá una fórmula de investidura que satisfaga a las fuerzas indepes. A todas. 
 
La participación de la CUP en las deliberaciones tiene un alto contenido político tanto en lo eficaz como en lo simbólico. En lo primero, porque sus votos son imprescindibles; en lo segundo  porque su alianza con las otras posiciones del arco, la derecha burguesa y la izquierda parlamentaria, asegura la legitimidad del proceso como actividad transversal, que pone el eje nacional por delante del social y el interés de la nación por delante del de partido. 

Esa cohesión del bloque indepe es la garantía de que habrá un govern. Llegadas las cosas aquí, hay un punto ya fijo y acordado: Puigdemont ha de ser investido. El problema es cómo, de forma que el govern resultante aúne legitimidad y eficacia. La invisible República Catalana está funcionando de hecho en una situación de restricción del 155 que tratará de levantar. 
 
Su fuerza radica en la convocatoria de nuevas elecciones que Rajoy no quiere bajo ningún concepto, pues ha vuelto a su ser natural de impedir el voto de la gente al coste que sea. Abandonó esta práctica el 21 de diciembre y tuvo un resultado desastroso. En modo alguno aceptará otras elecciones cuyo resultado seguramente será peor.

El problema es que no dependen de él, sino de una decisión del Parlament que él no puede contrariar salvo que cierre el Parlament y declare la dictadura abierta en Cataluña. 
 


(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
 

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