España anunciará en las próximas 24 horas el nombre y
apellidos de su candidato a la vicepresidencia del Banco Central Europeo
y el Gobierno de Mariano Rajoy se muestra convencido de que la persona elegida se alzará con el puesto en Fráncfort.
Fuentes
comunitarias en Bruselas corroboran el optimismo del ejecutivo español y
dan prácticamente por seguro que España volverá a sentarse en la cúpula
del BCE tras seis años de inusitada ausencia. Y esas fuentes indican
que el puesto será para España incluso si el candidato es el actual
ministro de Economía, Luis de Guindos, aunque reconocen que esa figura provoca cierta división de opiniones.
Más allá de los posibles candidatos que aparezcan (el plazo para presentarse expira el 7 de febrero), Guindos es el principal rival de sí mismo porque su currículum y su sexo son las armas esgrimidas por sus enemigos para intentar cerrarle el paso.
Guindos es ministro desde 2011 y esa condición ha
desencadenado una soterrada pero intensa batalla entre el Eurogrupo
(ministros de Economía de la zona euro), que no ven ningún inconveniente
en el traslado a Fráncfort de un político, y los tecnócratas del BCE,
que enfatizan el carácter independiente del emisor en relación con los
gobiernos.
En contra de Guindos también juega su condición de varón y aspirante a un comité de seis miembros en el que solo hay una mujer.
El PSOE unió este lunes ambos argumentos y expresó su
rechazo a que el Gobierno presente al BCE la candidatura de su actual
ministro de Economía. Óscar Puente, portavoz de la
ejecutiva socialista, indicó que su partido desea una candidatura "con
perfil técnico, no político, y que sea una mujer".
Los socialistas amenazan así con romper el consenso que
suele haber entre los grandes partidos respecto a los puestos de
relevancia internacional si Rajoy apuesta por Guindos para Fráncfort.
Ese consenso imperó la última vez que España logró una plaza en el BCE
(2004, con José Manuel González Páramo) y en el FMI (Rodrigo Rato como director-gerente). Ambos candidatos fueron designados por el gobierno saliente de José María Aznar y apoyados después por el de José Luis Rodríguez Zapatero.
Pero la resistencia a Guindos trasciende las fronteras
nacionales y llega hasta ciertos grupos del Parlamento Europeo. Los
Verdes se dirigieron este lunes por escrito al Eurogrupo para exigir que
una mujer sustituya al actual vicepresidente del BCE, Vítor Constâncio, cuyo mandato termina el 31 de mayo.
"Actualmente solo hay dos mujeres entre los 25 miembros del
Consejo de Gobierno del BCE y solo seis entre las 60 posiciones más
importantes de poder en las instituciones económicas de la UE", señala
la carta de los Verdes, suscrita, entre otros, por la copresidenta del
grupo, Ska Keller.
Guindos tampoco provoca grandes simpatías en Fráncfort,
aunque en este caso es por su perfil político. Los banqueros centrales
destilan discretamente desde hace meses un mensaje sobre la conveniencia
de que se designe a candidatos con experiencia en política monetaria y
que hayan pasado por los Bancos nacionales de sus respectivos países.
Pero el Eurogrupo, que es el encargado de seleccionar al candidato, no
parece dispuesto a plegarse a los deseos de la nomenclatura del BCE.
Fuentes europeas recuerdan, además, que desde su fundación
en 1999 el BCE ha contado en su dirección con políticos y con personas
que no tenían una trayectoria de banqueros centrales en exclusiva. El
primer presidente del organismo, el holandés Wim Duisenberg,
había sido ministro de Finanzas durante cuatro años. Y el propio
Constancio, al que sucedería Guindos, fue durante un breve período de
tiempo ministro de Finanzas en Portugal.
La novedad con Guindos sería que pasaría directamente desde el Gobierno a la cúpula de un organismo que se precia de su independencia en relación con los poderes ejecutivos. Pero al Eurogrupo parece convenirle que se siente ese precedente.
Guindos, de momento, también tiene suerte porque su único rival conocido es el irlandés Philipe Lane, actual gobernador del Banco de Irlanda.
Lane cuenta con gran prestigio, pero es varón como Guindos. Dublín
podría haber hecho mucho más daño presentando una mujer. Pero la mayoría
de las fuentes coinciden en que Irlanda no desea competir con España
por la vicepresidencia sino marcar su interés por entrar en el BCE
(nunca ha estado) y hacerse con la próxima vacante que quede libre (en
2019).
A favor del ministro o de cualquier otro candidato español juega, además, el equilibrio geográfico en el reparto de poder dentro del BCE.
En 2012, cualquier candidato español estaba condenado al fracaso porque
varias capitales, con Berlín a la cabeza, habían decidido desalojar a
España del Comité Ejecutivo del BCE.
Pero en 2018, el pasaporte español se ha convertido en el salvoconducto que abre todas las puertas hacia Fráncfort
porque Alemania y Francia se muestran decididas a que la cuarta
economía de la zona euro recupere el puesto perdido durante la crisis
financiera.
"Fue un auténtico disparate castigar a España en un momento
en que había dudas sobre la integridad de la zona euro", se indigna,
todavía hoy, un alto cargo del sector financiero español. "Fue un
castigo injusto y brutal", añade la misma fuente, que lamenta que se
enviase a los mercados una señal de duda sobre la credibilidad de España
en uno de sus peores momentos económicos de las últimas décadas.
El castigo supuso la derrota del candidato español, Antonio Sáinz de Vicuña,
a pesar de su larga experiencia como director del servicio jurídico del
BCE desde su fundación y del Instituto Monetario Europeo entre 1994 y
1998. El Eurogrupo, dominado entonces por el ministro alemán de Finanzas
Wolfgang Schäuble, prefirió a Yves Mersch,
candidato de Luxemburgo, un país que ni siquiera tenía banco central ni
política monetaria hasta que tuvo que crearlo para ingresar en la zona
euro.
El fracaso de la candidatura española rompió el acuerdo
tácito que había impulsado Berlín para que las cuatro principales
economías de la zona euro (Alemania, Francia, Italia y España)
dispusieran de un puesto permanente entre los seis miembros del Comité
Ejecutivo del BCE. La debacle de la banca española, tras el estallido de
la burbuja inmobiliaria, llevó a varios países a cuestionar ese reparto
y lograron liberar la silla de España.
El inminente regreso de España, que parece indudable salvo
contratiempos de última hora, recupera la silla, pero aún no se sabe si
Berlín restablecerá el acuerdo tácito entre los cuatro grandes. Todo
indica que los países más pequeños intentarán evitarlo por lo que dentro
de ocho años, cuando termine el mandato del vicepresidente español, la
batalla para seguir en el BCE empezará de nuevo.
(*) Periodista
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