jueves, 15 de febrero de 2018

El espiritu del mal / Ramón Cotarelo *

Entre otras pruebas y papeles en que el juez Llanera basa sus pesquisas, dispone de un informe de la Guardia Civil sobre un documento requisado en un registro del domicilio de un cargo de la Generalitat independentista, que se titula Enfocats
 
No es un documento oficial y más parece uno de trabajo de los indepes. No obstante, sirve para que la Benemérita emita un informe de 176 páginas concebido como una novela de John Le Carré. Son émulos de aquel fiscal (q.e.p.d.) que titulaba sus escritos jurídicos de galana manera con un Más dura será la caída. Pero se les ha escapado comentar el título de Enfocats, que suena un poco a programa de tv.

En este caso, el informe/novela en manos del juez es casi un spoiler: desde el principio se revela el nombre del villano, del cerebro en la sombra, el genio que quiere dominar el mundo, Fú-Manchú y Dr. No juntos: Jaume Roures, el terrible Mefistófeles que empuja a los puñados de infelices Faustos y Margaritas a la aventura secesionista por los medios más vituperables, Señoría. 

¿Cuáles? Ir a integrarse en un "comité ejecutivo" por la independencia en condición de experto en comunicación; habilitar un centro de prensa para el seguimiento de resultados en el 1ºO; producir un vídeo sobre esa jornada del 1.O emitido por TV3. Lo que se defendía con todo ello eran las ventajas de un Estado propio.

Es decir, Jaume Roures es investigado y de antemano cargado vía fábula de la Guardia Civil con la función de ser el Masterchef del "secesionismo" por unas actividades civiles y mercantiles perfectamente lícitas y al alcance de cualquier ciudadano, sobre todo si sabe de comunicación. 

Es decir, quieren empapelar a Roures por poner en práctica sus ideas con medios legales y pacíficos. Cuando menos, quieren censurarlo.

La conspiración judeo-masónica, el oro de Moscú, la leyenda negra están al caer. 

Ras i curt: Boya
 
Vaya inyección de moral en vena al independentismo la declaración de Boya que Palinuro celebraba ayer por adelantado (Mireia Boya). De pronto, los negros poderes del Estado han retrocedido al ver, a la luz de la antorcha de Mireia, el abismo en el que están precipitándose. Porque detrás de esta Mireia, hay más Mireias. Y cada vez, más. 
 
Este ataque en todos los frentes a la conciencia nacional, la dignidad de Catalunya, encenderá más y ampliará el fuego de las movilizaciones. Rajoy con el 155 y el PSOE en el remolque sienta ya plaza de dictador a usanza turca por Europa. Los hiperactivos e ideológicamente motivados jueces están atacando el principio de representación democrática en todos los niveles. 
 
Los medios, convertidos en correos del gobierno, siembran cuanta cizaña pueden. Los de C's, con sus ataques a la lengua y la cultura catalanas ganarán las elecciones en España, pero no en Catalunya. La represión no funciona; no puede funcionar. No es posible gobernar un territorio en contra de la voluntad de la mitad de la población, o más, salvo recurriendo a la dictadura declarada ; latente, ya está. 

La declaración de Boya ha sido un torpedo en la línea de flotación del acorazado Supremo porque ha desmontado la pieza esencial de su ataque. Boya ha confesado  abiertamente sus intenciones independentistas, su no acatamiento a la Constitución y ha recordado que hasta el juez Llanera era partidario de la "solución política" en Catalunya no ha mucho. Su acción ha excluido la violencia. 
 
Y está en la calle, sin medidas cautelares. Ahora explíquese qué hacen en la cárcel los dos Jordis, Junqueras y Forn por exactamente el mismo comportamiento e idéntica finalidad, incluso menos, dado que el juez forzó retractaciones en algunos de ellos dando a entender que podría liberarlos sin hacerlo finalmente. Jurídicamente esto es inadmisible. Moralmente, deplorable. Políticamente, insostenible.

Es posible que hasta estos jueces lo entiendan: no acatar la Constitución no es delito; el independentismo tampoco es delito; como no lo es propugnar estos fines (no acatamiento e independencia) por cualesquiera medios al alcance de la libertad de expresión siempre que no haya violencia. Prohibir alguna de estas manifestaciones no violentas es prohibir los fines; prohibir los fines es prohibir la libertad de expresión; prohibir la libertad de expresión es prohibir las convicciones. O sea, resulta que el independentismo sí es un delito, porque lo dicen los jueces. No se puede ser independentista.

Los catalanes no pueden ser independentistas.
Los catalanes no pueden ser.
Los catalanes no pueden.

¡Alto ahí!, dice Boya, ¡Claro que podemos!
Y lo demuestra.
 
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
 

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