El encarcelamiento de los Jordis primero y medio Govern
después vino precedido de una profecía cínica del gobierno: habrá algo
de jaleo callejero una o dos semanas y, luego, vuelta a la normalidad.
Como en el País Vasco. Vuelta a la normalidad en Cataluña es lo que anhelan las almas de bien, como Cebrián,
que lo ansía fervientemente, pero duda de que sea posible, dado que
todo el mundo se obstina en no hacerle caso.
Normalidad no ha habido ni
un solo día en Cataluña ni en España después del golpe unilateral del
B155. Ni la habrá. No dos semanas sino tres meses han pasado desde el
encarcelamiento de los Jordis y la presión de la calle ha ido en
aumento. Hasta tal punto que se sentiría uno inclinado a dar la razón a
los jueces en su inaceptable argumento de que no se puede poner en
libertad a estos presos politicos por el gran apoyo social de que gozan.
Es
que, evidentemente, no es así. Los dirigentes lo son de un movimiento
que no depende de ellos, cosa que el Tribunal no parece comprender, sino
de una convicción y voluntad sociales compartidas que impulsan a la
acción colectiva. No hay retorno a la normalidad en circunstancias
excepcionales. Sostenerlo es puro fariseísmo. Habrá que seguir
reprimiendo (eso sí, con mucha "normalidad") y mandando gente a la
cárcel. Cada vez más gente; en las manifestaciones, en los
ayuntamientos, por doquiera.
Según
parece, los jueces han decidido reemplazar al poder político y resolver
ellos a su manera la cuestión del independentismo catalán. Eso se veía
venir. Siempre que la derecha gobierna hay bronca y aquella echa mano de
una instancia estatal, supuestamente al servicio de todos, para sus
fines partidistas. Mientras pudo, lo hizo con el ejército; ahora, con
los jueces.
Tienen estos de ventaja, además que, siendo del Supremo, son
última instancia, a reserva de lo que se dilucide en la jurisdiccción
constitucional, hoy sometida al 155. Y si esa última instancia, en
actividad de "justicia política nacional" allana el camino para
poder prohibir partidos políticos por su ideología contraria al régimen
por el motivo que sea, ya no quedará nada del Estado de derecho.
Esa es la "normalidad" del B155. La perpetuación de la dictadura en Cataluña. Algo inviable.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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