La noticia de mi amigo Manolo ha supuesto un mazazo enorme,
aunque conocía la evolución de su enfermedad en los últimos meses. Nos
encontramos por primera vez en Bruselas, todavía en tiempos del
franquismo. Ambos estábamos en Bélgica, él como alumno del Colegio de
Europa de Brujas, donde luego dio clase, y yo trabajando como
economista, siguiendo temas europeos.
Entramos juntos en contacto con el
PSOE, de la mano de Curro López Real, y pronto conocimos a Felipe
González, recién elegido líder del partido en Suresnes, quien nos
convenció para volver a Madrid a colaborar con su proyecto. Así lo
hicimos, sin pensarlo dos veces.
Manolo jugó un papel importante en la reorganización del
Partido Socialista, poniendo en ello toda su ilusión, una gran tenacidad
y abundante sentido común. En las primeras elecciones, encabezó la
candidatura por su tierra de Ciudad Real, donde le acompañé en mítines
emocionantes, en los que muchos de los asistentes escuchaban nuestros
mensajes con lágrimas en los ojos, recordando sus sufrimientos de tantos
años y esperanzados con la recuperación de las libertades democráticas.
Como diputado, Manolo se incorporó a la dirección del Grupo
Socialista, pero no se dejó absorber por las tareas burocráticas y dejó
en el Diario de Sesiones intervenciones que daban fe de su capacidad
intelectual y de su instinto político. Su trayectoria se encaminó pronto
a los asuntos europeos, tanto en las relaciones con los partidos
socialistas hermanos como en la definición de las posturas del PSOE
durante las primeras fases, tan difíciles, de la negociación de nuestra
adhesión a la Comunidad Europea.
Tras la victoria electoral del 82,
Felipe le encargó de dirigir esa negociación, que supo culminar con
éxito en junio de 1985. Muchos de los logros conseguidos por nuestro
país en esos años, llevan su impronta, aunque él no era amigo de
colgarse medallas.
Como miembro de la Comisión Europea, donde ocupó una
Vicepresidencia, e incluso la Presidencia por espacio de unos meses,
dejó un magnífico recuerdo, del que soy testigo, por su compromiso
europeísta, su enorme capacidad de trabajo y su gran honestidad política
y personal. Rodríguez Zapatero lo recuperó para la política de partido
encargándole de las relaciones internacionales, y al volver el PSOE al
gobierno en abril de 2004 fue elegido Presidente del Congreso.
Las tensiones de la política española le hicieron sufrir, y
le quitaron las ganas de seguir en ella de forma activa. Desde 2008,
además de sus tareas docentes y de la presidencia de la Fundación
Iberdrola, Manolo prefirió viajar con más asiduidad a la orilla del mar.
En la terraza de su casa de Puerto Rey (Almería), su ánimo se relajaba.
Junto a Carmenchu, sus hijas y sus amigos, allí disfrutaba del
Mediterráneo, de su pequeño barco, y también de sus paellas y del
bricolaje, artes en las que era maestro. Quienes le tenían por persona
seria, allí hubiesen cambiado pronto de opinión, disfrutando de sus
historias, y riendo con él a mandíbula batiente. Te echaremos de menos.
(*) Ex comisario europeo
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