ORIHUELA.- Por primera vez desde que se concibió en 2007 la desalinizadora de Torrevieja no es solo noticia por la sempiterna pelea política, o por el coste de la obra civil - 300 millones de euros-, o por su elevado consumo energético. Lo es porque produce agua potable. Y mucha. Nadie la quería, pero en estos momentos se la disputan los agricultores con un trasvase Tajo-Segura que luce el cartel de cerrado «sine die por sequía», y también la Mancomunidad de Canales del Taibilla para garantizar el consumo humano.
La desalinizadora de Torrevieja va a concluir el ejercicio de 2017 con una producción anual de más de 40 hectómetros,
ahora consagrado al abastecimiento urbano. Y desde que se puso en
marcha en 2014 ya ha generado más de cien. Incluso lo poco que reserva
el pantano de La Pedrera ya procede de lo que se bombea desde el
Mediterráneo, una vez pasado el tamiz de la desalinizadora, revela el diario Información.
Ese volumen
va a ser posible pese a que con la energía que reciben estas
instalaciones desde que comenzaron a funcionar en pruebas en febrero de
2013, solo podría cubrir una demanda de 20 hectómetros anuales. Acuamed,
la empresa estatal que gestiona las instalaciones, y Acciona, la
operadora de la planta en Torrevieja, que sigue siendo la más grande de
Europa y una de las más importantes del mundo, se las han arreglado para
que sea así.
Sobre un terreno de 20 hectáreas se levantó este complejo entre la laguna rosa de
Torrevieja y el litoral sur de su casco urbano, que ahora solo requiere
la supervisión de dos técnicos desde una sala de control, aunque la
plantilla total está formada por una veintena de trabajadores,
explican el ingeniero de Acuamed, David Soriano, y el jefe de planta de
Acciona, Javier Zapatera.
Todo está impoluto. El agua solo ve
la luz del sol a su entrada desde el mar. Desde la instalación de
captación situada junto al faro de poniente del puerto de Torrevieja,
pegada una de las playas más populares de la ciudad, la de Los
Náufragos, un enorme colector de casi dos metros y medio de diámetro,
transporta atravesando el subsuelo del barrio de San Roque el caudal que
ahora alimenta a la desalinizadora en un flujo que no puede parar. Agua
que no llega, agua que no se desala.
Toda la instalación está
duplicada. Tuberías. Bombeos. Grandes balsas de filtrado. Si una de las
líneas falla o hay que realizar mantenimiento siempre se puede recurrir a
la otra. Y todo el proceso está pensado para que el agua llegue con las
mínimas impurezas a las miles de membranas que a base de presión y
poros microscópicos producen la ósmosis inversa. En ellas se despoja de
sal al agua del mar y la hacen potable.
El proceso se inicia con la retirada de sólidos del agua, sobre todo arena. Después los más pequeños, a través de grandes estanques de decantación, bombeos con filtros de micras cada
vez más pequeños, hasta llegar a la gran nave, la que desde el exterior
se vislumbra con una cubierta cuajada de placas solares. Allí se
produce la fase principal. Es el único lugar de la planta donde se
percibe que algo está pasando, sobre todo por el ruido del bombeo
necesario para generar la suficiente presión, responsable también del
gran consumo energético que exige la desalinización.
Aunque unos
dispositivos especiales, los «recuperadores», permiten reutilizar la mitad de la energía
solo con el impulso de las salmueras. Cuando termina el proceso,
paradójicamente cuando el agua es más pura, hay que «aliñarla».
Equilibrarla dicen los técnicos. Un agua sin remineralizar deshidrataría
a cualquiera. Por eso, en una última fase, a una pequeña proporción del
caudal producido se le satura con cal y se diluye en el resto.
De ahí
toda la producción pasa, de nuevo gracias a bombeos que necesitan más
energía, a las zonas de entrega. Una se encuentra en el canal del
postrasvase a cielo abierto cerca de San Miguel, para dotar al campo de
Cartagena -cuando es para riego-. Otra entrega en el pantano de La
Pedrera. Y la última, con una aportación previa de cloro, cede caudal a
los estanques de almacenamiento que Canales del Taibilla tiene cerca de
Vistabella.
Cada chorro de agua que sale del grifo de los hogares de los
municipios del sur de la provincia -incluso Alicante y Elche-, el 60% está formado por agua desalinizada, y de ella la mayor parte procede en origen de aguas que bañaban la costa torrevejense.
Choca
que ahora todo lo que se mueve en torno a la planta se haga tan deprisa
cuando antes todo se eternizaba. Baste recordar que la obra civil
estuvo terminada en 2009, pero no fue hasta 2012 cuando se autorizó el
trazado de colectores de captación y vertido de salmueras. Ahora, con el
interés renovado en el agua desalinizada, Red Eléctrica está soterrando
a marchas forzadas un tendido que permitirá en abril o mayo duplicar la
capacidad de producción de la planta hasta los 80 hectómetros anuales
sin realizar más obras.
Con esa producción, el coste por metro cúbico
bajaría por debajo de los 0,40 céntimos. Ahora es de 0,47. Eso es lo que
van a reclamar los agricultores a las puertas de la instalación mañana martes, olvidándose de la polémica del boro que tanto juego di0 a
los políticos cuando los agricultores pedían trasvase del Ebro
rechazando las desalinizadoras con el argumento de la presencia de
boro, perjudicial para los cultivos, en el agua.
En la de Torrevieja,
varios de los bastidores con membranas están especialmente preparados
para retirar el boro del agua. De hecho el contenido en boro es mayor
para el agua de consumo humano que para la que se estaba suministrando a
la agricultura, con unos umbrales mucho menores que los recomendados
por organismos especializados. Los principales retos son los del
mantenimiento -la sal lo corroe todo, y por eso las tuberías son de
plástico y los depósitos de un tipo de acero de aleación especial- y la
investigación en esas membranas para reducir el consumo energético.
Por otra parte Acciona gasta al año 200.000 euros en
la vigilancia ambiental de la planta. La desalinización genera un
residuo: las salmueras. La sal «extirpada» al agua del mar se disuelve
de nuevo en el mar a través de un colector con más de sesenta difusores
subacuáticos que se extienden en diagonal desde el dique de Levante del
puerto de Torrevieja.
Todas las semanas una empresa de buzos inspecciona
su estado y una red de ocho estaciones comprueba que la saturación de
sales está por debajo de lo permitido. Una red ideada para proteger y
preservar, en especial, la pradera de posidonia de la costa torrevejense
y que según Acuamed y la Conselleria de Medio Ambiente, no ha fallado.
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