lunes, 18 de diciembre de 2017

La Unión Europea prolonga las sanciones a Rusia / Antonio Sánchez-Gijón *

El Consejo Europeo del pa­sado fin de se­mana ex­tendió por otros seis meses unas san­ciones a Rusia, que de­bían ter­minar el pró­ximo enero. Las san­ciones son prin­ci­pal­mente eco­nó­mi­cas, aunque tam­bién ponen el blanco en de­ter­mi­nados in­di­vi­duos. Los sec­tores afec­tados por ellas son los de ener­gía, de­fensa y el fi­nan­ciero. Todo por causa de la ocu­pa­ción y anexión de la pe­nín­sula ucra­niana de Crimea, y por el apoyo mi­litar de Rusia a los se­pa­ra­tistas de las pro­vin­cias del sud­este de Ucrania, en 2014. 
La escasa inclinación de los países europeos a conciliarse con Rusia en estos momentos se ve agravada, además, por las dificultades que la diplomacia norteamericana, y en general la Alianza Atlántica, encuentran para renovar el equilibrio estratégico OTAN-Rusia alcanzado por el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Medio (INFT en inglés), de 1987, que retiraba 2.700 vectores de cabezas nucleares desplegados en el continente. En medios profesionales de Rusia se ha activado un debate que postula el desarrollo de moderno armamento nuclear intermedio, con el argumento de que han aparecido nuevos desafíos estratégicos en la periferia rusa de Asia, no en Europa.

Los países de la Unión Europea, sin embargo, necesitan despejar esas incógnitas (seguir contando o no con el tratado que elimina ese tipo de armas), si es que han de llevar a cabo su recientemente acordada política de defensa común. De otro modo, se verán forzados a prestar apoyo a una política de la OTAN que parta de la realidad de una Europa no protegida por las garantías del tratado. El departamento de Estado de los Estados Unidos determinó, en 2016, que Rusia violaba el INFT.

Al mismo tiempo que el Consejo Europeo, se celebraba en Bruselas un consejo de la OTAN en que ésta pedía a Rusia “disipar esas preocupaciones de una manera sustancial y transparente, y entrar en un diálogo técnico con los Estados Unidos”.

En otra nota de discrepancia con Occidente en materia nuclear, el presidente Putin, en su conferencia de prensa anual, del pasado día 14, aseguró que “Después de lo de Libia e Iraq, Corea del Norte no ve otro medio de sobrevivir que no sea el desarrollo de armas nucleares de largo alcance”, debilitando así la esperanza occidental de que Moscú pudiese ejercer presión sobre Pyonyang para frenar su programa nuclear.

En parte, la renovación de las sanciones contra Rusia es un modo de recordar a Putin que no puede olvidarse de Europa, ahora que está poniendo sus miras diplomáticas en otras partes del mundo. Esta postura es una réplica de la ya adoptada por el Congreso de los Estados Unidos, de reforzar las sanciones contra Rusia, adoptada en julio pasado.

Putin se presentará a la reelección para la presidencia de Rusia el próximo marzo, y llegará como favorito como le auguran las encuestas, con el 75% de la intención de voto. Si las gana, lo que se da por descontado, habrá ejercido el poder en Rusia como presidente o jefe de gobierno entre 1999 y 2024. 

A esa presumible popularidad contribuye de modo importante la anexión de Crimea y la intervención de Rusia en la guerra civil de Siria, que asegura el control del país por el presidente Bachar al-Asad, y de premio le regala una base naval en Tartus. Los intentos de Rusia por salir al Mediterráneo fue motivo constante de conflictos armados con las potencias occidentales a lo largo del XIX.

En su conferencia de prensa, Putin se burló del más conocido opositor de su régimen y debelador de la corrupción que le afecta, el disidente Alexei Navalny, quien probablemente seguirá bajo la prohibición de presentarse a elecciones debido a la organización de frecuentes manifestaciones públicas contra el gobierno, a lo largo y ancho de Rusia. Según Putin, Navalny, en lugar de ofrecer soluciones a los problemas del país, se dedica “a armar ruido en las calles”. 

Navalny es víctima frecuente de las atenciones de la policía rusa. De todos modos, algunas fuerzas políticas liberales del entorno de Navalny lograron este año pequeñas victorias electorales en zonas vecinas a Moscú. El actual mediocre desarrollo de la economía rusa no será obstáculo para el éxito electoral de Putin, aunque en 2018 es previsible la erupción de crisis bancarias y regionales, con varios estados de la federación sin poder cuadrar sus cuentas.


(*) Periodista


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