El Consejo
Europeo del pasado fin de semana extendió por otros seis meses unas
sanciones a Rusia, que debían terminar el próximo enero. Las
sanciones son principalmente económicas, aunque también ponen el
blanco en determinados individuos. Los sectores afectados por
ellas son los de energía, defensa y el financiero. Todo por causa de
la ocupación y anexión de la península ucraniana de Crimea, y por
el apoyo militar de Rusia a los separatistas de las provincias del
sudeste de Ucrania, en 2014.
La
escasa inclinación de los países europeos a conciliarse con Rusia en
estos momentos se ve agravada, además, por las dificultades que la
diplomacia norteamericana, y en general la Alianza Atlántica, encuentran
para renovar el equilibrio estratégico OTAN-Rusia alcanzado por el
Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Medio (INFT en inglés), de 1987,
que retiraba 2.700 vectores de cabezas nucleares desplegados en el
continente. En medios profesionales de Rusia se ha activado un debate
que postula el desarrollo de moderno armamento nuclear intermedio, con
el argumento de que han aparecido nuevos desafíos estratégicos en la
periferia rusa de Asia, no en Europa.
Los países de la Unión Europea, sin embargo, necesitan despejar esas
incógnitas (seguir contando o no con el tratado que elimina ese tipo de
armas), si es que han de llevar a cabo su recientemente acordada
política de defensa común. De otro modo, se verán forzados a prestar
apoyo a una política de la OTAN que parta de la realidad de una Europa
no protegida por las garantías del tratado. El departamento de Estado de
los Estados Unidos determinó, en 2016, que Rusia violaba el INFT.
Al mismo tiempo que el Consejo Europeo, se celebraba en Bruselas un
consejo de la OTAN en que ésta pedía a Rusia “disipar esas
preocupaciones de una manera sustancial y transparente, y entrar en un
diálogo técnico con los Estados Unidos”.
En otra nota de discrepancia con Occidente en materia nuclear, el
presidente Putin, en su conferencia de prensa anual, del pasado día 14,
aseguró que “Después de lo de Libia e Iraq, Corea del Norte no ve otro
medio de sobrevivir que no sea el desarrollo de armas nucleares de largo
alcance”, debilitando así la esperanza occidental de que Moscú pudiese
ejercer presión sobre Pyonyang para frenar su programa nuclear.
En parte, la renovación de las sanciones contra Rusia es un modo de
recordar a Putin que no puede olvidarse de Europa, ahora que está
poniendo sus miras diplomáticas en otras partes del mundo. Esta postura
es una réplica de la ya adoptada por el Congreso de los Estados Unidos,
de reforzar las sanciones contra Rusia, adoptada en julio pasado.
Putin se presentará a la reelección para la presidencia de Rusia el
próximo marzo, y llegará como favorito como le auguran las encuestas,
con el 75% de la intención de voto. Si las gana, lo que se da por
descontado, habrá ejercido el poder en Rusia como presidente o jefe de
gobierno entre 1999 y 2024.
A esa presumible popularidad contribuye de
modo importante la anexión de Crimea y la intervención de Rusia en la
guerra civil de Siria, que asegura el control del país por el presidente
Bachar al-Asad, y de premio le regala una base naval en Tartus. Los
intentos de Rusia por salir al Mediterráneo fue motivo constante de
conflictos armados con las potencias occidentales a lo largo del XIX.
En su conferencia de prensa, Putin se burló del más conocido opositor
de su régimen y debelador de la corrupción que le afecta, el disidente
Alexei Navalny, quien probablemente seguirá bajo la prohibición de
presentarse a elecciones debido a la organización de frecuentes
manifestaciones públicas contra el gobierno, a lo largo y ancho de
Rusia. Según Putin, Navalny, en lugar de ofrecer soluciones a los
problemas del país, se dedica “a armar ruido en las calles”.
Navalny es
víctima frecuente de las atenciones de la policía rusa. De todos modos,
algunas fuerzas políticas liberales del entorno de Navalny lograron este
año pequeñas victorias electorales en zonas vecinas a Moscú.
El actual mediocre desarrollo de la economía rusa no será obstáculo para
el éxito electoral de Putin, aunque en 2018 es previsible la erupción
de crisis bancarias y regionales, con varios estados de la federación
sin poder cuadrar sus cuentas.
(*) Periodista
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