Pese a que
los constitucionalistas pueden sacar más votos que los
independentistas, el consenso de los sondeos les da por detrás
de estos últimos en escaños. La explicación es sencilla. Los
constitucionalistas ganarían claramente en la provincia de
Barcelona, que suma el 75 % del censo catalán, pero solo elige al 63%
de los diputados. Los independentistas son más fuertes en el
interior. Según un destacado dirigente del PP, todo ello es
consecuencia del abandono que se ha hecho de la representación
del Estado en estas zonas de Cataluña.
La
foto fija con la que trabaja el Partido Popular tras los últimos
sondeos publicados la semana pasada, el último día en que podían hacerse
públicos los mismos, da la victoria en diputados a Ciudadanos con 31
escaños. El segundo partido entre los constitucionalistas sería el PSC
con 22 escaños, en último lugar de los constitucionalistas quedaría el
Partido Popular. Perdería tres escaños para quedarse solo en 8
diputados.
Sería el último partido con representación parlamentaria y el peor
resultado de todas las elecciones autonómicas. Deja en entredicho el
liderazgo de Xavier García Albiol y la estrategia de la dirección
nacional en Cataluña. La suma de los partidos constitucionalistas es de
61 escaños, quedándose a 7 escaños de la mayoría absoluta que viene
marcado por 68 diputados.
Entre los independentistas la victoria sería para ERC, con 29
escaños, dos menos que los conseguidos por Inés Arrimadas. Junts per
Catalunya conseguiría 24 y la CUP perdería 1 diputado respecto de las
pasadas elecciones para quedarse en 9. Los partidos independentistas
obtendrían 62 escaños, se quedan a 6 escaños de la mayoría absoluta.
La gobernabilidad en Cataluña quedaría en manos del líder de
Catalunya en Comú-Podem, Xavier Domènech, que busca la vía intermedia,
un gobierno tripartito, de Izquierdas con ERC, PSC y ellos mismos, pero
los resultados no darían para ese tripartito. Sus 12 diputados, más los
22 del PSC y los 29 de ERC dejarían este tripartito a 5 escaños de la
mayoría. Necesitarían la abstención de algunos diputados de JxC.
En este caso se produce la paradoja de que Catalunya en Comú-Podem
cuenta con una bolsa potencial de votantes que en un 75% no son
independentistas, mientras que la totalidad de sus candidatos lo son,
aunque defiendan pactar la convocatoria del referendo.
En cuanto a la abstención necesaria para gobernar por parte de JxC,
no está claro que los partidarios de Puigdemont estén dispuestos a
dejarles hacer, ni aunque los líderes de Podem se comprometan
previamente a mantener la vía de la independencia. Puigdemont se
considera el único presidente legítimo incluso después de que se
celebren las elecciones. Y lo cree porque sigue manteniendo que la
convocatoria actual, bajo el amparo del artículo 155, es ilegal.
Con todo, la hoja de ruta sería muy distinta, sobre todo con la
presencia del líder de los socialistas Miguel Iceta en ese Gobierno
tripartito al que aspira a presidir. Sería con probabilidad la mejor
salida al previsible callejón sin salida al que van a conducir los
resultados de las elecciones del próximo jueves. Por eso está toda
España y toda Europa, incluso la no comunitaria, pendiente de los que
sucederá en Cataluña tras las elecciones de este jueves.
Lo importante es España, pero también será muy importante lo que suceda para el Gobierno y para el partido que le apoya.
El hundimiento del Partido Popular en Cataluña, quedando además el
último de los partidos con representación en el Parlament, no solo
supondría el fracaso de la operación 155, tendría además consecuencias
en el ámbito nacional. Abriría de nuevo el debate sobre el liderazgo del
partido y recordarían vientos ‘ucederos’ sobre el partido en las
autonomías.
Por supuesto supondría el cuestionamiento de la aplicación y gestión
del artículo 155 y sobre todo de la convocatoria de elecciones exprés.
Que fuera una de las condiciones esenciales del Partido Socialista,
junto con la no intervención de la dirección de TV3, no serviría para
justificar unos resultados muy negativos de los populares.
No hay que descartar que Susana Díaz pueda jugar con la posibilidad
de anticipar elecciones en Andalucía para tratar de parar el efecto
Arrimadas en su territorio, dar solidez a su posición en el partido
socialista e infringir una nueva derrota a Rajoy.
(*) Periodista
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