Son días de furia. De confusión. Con abundante siembra
de cizaña. De revolver pensamientos y sensibilidades para enfrentarnos a
unos con otros. Como siento que a mí también me están manipulando y me
gusta decir claramente lo que pienso, escribiré mi opinión sobre lo que
está ocurriendo en Catalunya. Lo haré poniendo como antecedentes dos
situaciones que estoy viviendo a la vez.
Lo siguiente me ha ocurrido después de contar en las redes sociales que
en una televisión (ellos dicen que en broma) estaban pidiendo que Corea
del Norte bombardease Barcelona, porque así “ganamos todos”. Horas más
tarde, sigo recibiendo mensajes privados con insultos y amenazas de
muerte de gente que asegura que soy yo quien ha pedido el lanzamiento de
misiles sobre Catalunya. “Anticatalán” y “españolista” está entre lo
más fino que me dicen. Tal cual.
Al mismo tiempo, otros me amenazan
llamándome “separatista” y “antiespañol”, por decir en la televisión que
estoy en contra de que prohíban reuniones para hablar del derecho a
decidir o por considerar desproporcionadas algunas medidas que se están
llevando a cabo a raíz de la convocatoria del referéndum catalán. Ya
tenemos, en definitiva, que soy una cosa y la contraria.
A mí me gustaría que Catalunya siguiera formando parte de España.
También que los catalanes pudieran votar. Antes hay que hacer política,
se debe dialogar, abrir negociaciones serias y llegar a una votación con
garantías para todos. Creo que todos debemos decidir, sin presiones,
con dirigentes políticos que estén a la altura y abandonando este “pim,
pam, pum” que, ahora mismo, tiene consecuencias imprevisibles.
Anotaré también algunas complicaciones que observo para gestionar el
problema. La primera está relacionada con la autoridad moral de algunos
intervinientes. Poder efectivo, “potestas”, tendrán, pero noto lagunas
de credibilidad de un Gobierno que debe llamar a cumplir la ley, al
mismo tiempo que su partido acumula múltiples casos de corrupción y no
la ha cumplido. Esto dificulta la gestión para hacerse respetar. Algo
parecido me ocurre con una parte del nacionalismo catalán, también hasta
el cuello de mordidas o financiaciones ilegales.
Veo, además, que hay gente que no es que quiera separarse de los
españoles, es que quiere independizarse de corrupciones, recortes o
desigualdades económicas y son aspectos que se están mezclando. Es un
caldo de cultivo para afianzar posturas. Si a esto le sumas el
“anticatalanismo” que algunos llevan años abonando, la reacción para
muchos puede ser pensar que estarían mejor independizándose.
Observo también cierto “postureo”. Debemos estar atentos para separar
el interés de hacer política que resuelva los problemas, de aquellos
movimientos o declaraciones de políticos que se llenan la boca con
amenazas, lamentaciones, circos, excesiva contundencia contra aquellos a
los que considera contrarios o indefiniciones de los que quieren estar
en misa y repicando.
Anotaré también, en definitiva, el interés de ciertos estrategas de la
política, de uno y otro lado, por estar dale que te pego con Catalunya y
su independencia, como un bombardeo machacón, para distraer al personal
sobre otras cosas. A estos lodos hemos llegado. Ahora mismo, el
referéndum convocado no tiene validez jurídica, pero no puede negarse
que hay una gran cantidad de catalanes que quiere votar. Por eso, no lo
olvidemos, aún está en juego lo que ocurrirá después del 1 de octubre y
convendría respetarnos un poco todos, que no nos coman el tarro y andar
con tiento.
(*) Periodista
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