¿Cuantos
vídeos tengo que grabar
para explicar a mis amigos que
este periodista
es un eremita? No
me gusta contar mi vida, pero los malentendidos me obligan a
definirme. Un eremita o ermitaño es una
persona que vive en soledad, es un ser humano que elige profesar una
vida de santidad
solitaria y ascética, totalmente alejado del mundo y de los asuntos
mundanos, sin contacto permanente con la sociedad, para llevar a cabo
una labor mística privada y secreta para alcanzar la iluminación,
de la que no tiene que dar explicaciones a nadie, pero
es una bendición para la Humanidad.
Como escribió
Fray Luis de León:
“Qué descansada vida, la del que
huye del mundanal ruido, y sigue la escondida senda, por donde han
ido, los pocos sabios que en el mundo han sido.”
Fray
Luís
comienza con un elogio a la vida retirada y el desprecio por las
pompas humanas y el ansia de fama, busca la tranquilidad, y quiere
vivir en armonía con la naturaleza, disfrutando de ella. Es para
otros la riqueza y el poder, a él lo que le atrae es la vida
sencilla y los simples placeres que le depara la naturaleza. Lo
apacible de una vida sosegada en comunión con la naturaleza.
En
España
hay una
lista
de espera para ser eremita católico vinculado a los escasos
monasterios que quedan todavía. Pero un fraile no es un eremita sino
un anacoreta, puesto que ‘eremos’
significa desierto en griego, y ‘anacos’
significa monasterio. Su
función es buscar la unión con Dios, pero consideran que hacen un
bien a la sociedad a través de la oración, así que no tiene mucho
sentido estar enredados con lo que pasa afuera.
https://www.abc.es/sociedad/abci-lista-espera-para-eremita-201712310242_noticia.html
FILOSOFÍA
Mundanal significa
perteneciente o relativo al mundo como sociedad humana, con sus
placeres y vanidades. El ruido es la interferencia que afecta a un
proceso de comunicación con Dios. El
mundanal ruido es algo que está relacionado con cosas terrenales que
no interesan.
El dicho “lejos del
mundanal ruido” se origina en la
novela del mismo nombre que Thomas
Hardy escribió y publicó en 1874.
Su cosmovisión está influenciada por la filosofía de Arthur
Schopenhauer: la vida actúa como
una fuerza ciega, ajena a cualquier control que el ser humano
pretenda ejercer, y llega a arrollar a su paso propósitos, deseos,
esperanzas, sueños y planes.
Schopenhauer
presenta un sistema filosófico que comprendía una sola metafísica
como fundamento único de la realidad. Expresó que la vida en el
mundo real es un triste
“brebaje agridulce”
que consiste en una continua adquisición de conocimiento, continua
ganancia de comprensión, pero que al penetrar en la Verdad resulta
satisfactorio.
La característica principal de todas las
cosas, incluidos los seres humanos, es la voluntad, la cual es ciega,
irracional, absurda y fuente de inmensos sufrimientos en el mundo. Su
filosofía culmina con el ideal budista del Nirvana,
serenidad absoluta, que aniquila la voluntad de vivir en
densidad. También recalcó la
importancia de la contemplación estética en el arte y la compasión
moral como medios de huida del sufrimiento.
El filósofo
existencialista francés Jean Paul
Sartre dijo algo políticamente
incorrecto, que “el infierno son
los demás” con
el fin de que el ser humano se
autodetermine y
sea dueño de sí mismo. Por lo tanto, si el infierno son los otros,
también el cielo deberían
de ser los otros dependiendo de las circunstancias. Serían
el infierno cuando se ponen muy pesados. Serían
el cielo cuando encuentras un amor puro.
Intenta enfrentar
al ser vivo
con la responsabilidad moral, para que el ser
humano se autodetermine, sea dueño de
sí mismo, y para que eluda cualquier tipo de imposición exterior
que le determine a pensar o a ser de una forma. Si nos obligan a ser,
en el fondo No Somos más que marionetas
de otros.
También fueron célebres sus frases como “el
hombre se hace a sí mismo” y
“el ser humano está condenado a ser libre”.
El análisis de Sartre
nos indica que, cuando contemplamos el mundo, somos el punto central
de lo que nos rodea, algo así como el espectador que inaugura el
espectáculo: todo lo que veo se organiza a mi alrededor, todo gira
alrededor de mí, yo soy el punto cero de todo orden.
VIDA
EREMÍTICA
La vida eremítica tiene por finalidad alcanzar
una relación con Dios que se considera más perfecta. La vida del
ermitaño está por lo general caracterizada por valores que incluyen
el ascetismo, la penitencia, el alejamiento del mundo urbano y la
ruptura con las preferencias de éste,
el silencio, la oración, el trabajo y, en ocasiones, la itinerancia.
La práctica del eremitismo también se
encuentra presente en la historia del hinduismo, el budismo, el
sufismo y el taoísmo, tradiciones
espirituales con las que me siento profundamente
identificado. Sabemos que los orientales fueron maestros de la
meditación y la contemplación. Así también lo fueron los
filósofos occidentales, Sócrates,
Platón y
Pitágoras, que buscaban esos sabios
filósofos, la vida contemplativa, conocerse uno mismo, internamente.
Desde un punto de vista espiritual,
la vida solitaria se torna así en una forma de ascetismo, en donde
el ermitaño renuncia a las preocupaciones y placeres mundanos. En la
vida eremítica asceta, el ermitaño busca la soledad para la
meditación, la contemplación y la oración, sin las distracciones
de contacto con la sociedad humana, el sexo, o la necesidad de
mantener otros estándares socialmente aceptables como
alimentación o vestimenta.
En el mundo moderno suele verificarse una
variante que, si bien no puede catalogarse como eremitismo
propiamente dicho, mantiene algunas de sus características. En este
caso, no se verifica una fuga geográfica del mundo, sino un
aislamiento respecto del estilo o de la forma de vida que el mundo
presenta. Se trata de un eremitismo en medio del mundo, impregnado
por rasgos de soledad, oración y trabajo, que huye de cualquier tipo
de publicidad, y que florece como reacción a la borrachera
comunitaria.
HISTORIA
El eremitismo es un modo de vida nacido en
Oriente, particularmente en Egipto y
Siria, hacia el siglo III, pero con
algunos precedentes precristianos, como el de la comunidad judía de
los Terapeutas,
curadores de almas, con asiento en Alejandría,
que propugnaba la soledad y el aislamiento como camino para alcanzar
la perfección espiritual. Alejandría
fue la meca de los alquimistas y la rosa
de Alejandría fue el símbolo
de la Gran Obra
en la que estoy inmerso.
Ermitaño fue el nombre dado desde el siglo III
al V al cristiano que, para entregarse con toda libertad a la vida
contemplativa y penitente en busca de Dios, se apartaba de los
vínculos sociales habituales,
para habitar en los desiertos de la Tebaida
(a unos mil kilómetros del delta del Nilo)
y en las comarcas vecinas. La norma de vida de aquellos eremitas era
de un ascetismo llevado a sus límites: vivían en el desierto, se
alojaban en albergues precarios o en cuevas, y subsistían gracias al
trabajo manual. Sus ayunos eran prolongados, y mantenían una vida
espiritual muy pura.
El modelo inicial de eremitismo, propio de los
anacoretas orientales del siglo III, tendría más tarde imitadores
en la vida monástica occidental. Sucesivamente y por extensión, se
asignó el mismo nombre a todos los que se retiraban a lugares
solitarios para vivir una vida libre de las ataduras de la sociedad.
Algunos fijaban su misión en el cuidado y protección de una ermita
dedicada a algún santo, por lo general, en algún paraje despoblado
y poco visitado. El retiro del ermitaño se consideraba parte de su
vida y de su entrega espiritual.
A los asentamientos eremíticos que se
produjeron en el siglo XI corresponde la aparición de las órdenes
de los cartujos y los camaldulenses,
en tanto que en el siglo XIII surgen los ermitaños agustinos,
identificados con las órdenes mendicantes. Así se produce la unión
del anacoretismo y el cenobitismo en una orden centralizada.
Además de las distintas formas de eremitismo
organizado, existieron hombres y mujeres llamados inclusos o reclusos
que, temporalmente o de por vida, se encerraban voluntariamente en
una celda que hacían tapiar como hacen
hoy en día algunos monjes tibetanos.
Estos habitáculos carentes de puertas poseían como único medio de
acceso una ventana pequeña por la que entraba algo de luz. A través
de esa apertura
la gente les hacía llegar alimento y bebida utilizando una polea.
Solían gozar de gran prestigio por las
virtudes heroicas que se les atribuían. Esta forma de
aislamiento extremo perdió importancia
en el siglo XV hasta desaparecer por completo en el siglo XVII. Sin
embargo, el eremitismo como tal continuó existiendo. Yo
no soy partidario de estas formas extremas de ascetismo sino del
camino medio de la moderación que enseñó Buda,
porque en el término medio está la virtud.
Después de la
secularización que significó la ilustración alemana del siglo
XVIII, surgió en la primera mitad del siglo XIX una nueva
fraternidad eremítica en la diócesis de Ratisbona
(Regensburg), Alemania.
Los miembros de la fraternidad vivían como terciarios de San
Francisco de Asís, y se extendieron
por zonas yermas de Alemania, Suiza y
Austria.
En el siglo XX, el eremitismo tomó diferentes
formas. Algunos ermitaños famosos pertenecen a órdenes religiosas,
aunque solicitan permiso para llevar una vida eremítica. El beato
Carlos de Foucauld (1858-1916) constituye un caso emblemático.
Habiendo sido un militar de vida disipada y un explorador de
Marruecos, se convirtió al catolicismo y vivió como monje
trapense, primero en Francia y luego en Siria.
Más tarde abandonó la Trapa para llevar una
vida eremítica aún más exigente en el desierto del Sahara
argelino, aunque su espiritualidad incluyó numerosos rasgos de
servicio hacia los más abandonados, porque
todo eremita es compasivo y caritativo.
Su figura, simbolizada en la célebre “Oración de Abandono”
constituye una renovación del ascetismo
y de la llamada espiritualidad del desierto en pleno siglo XX.
https://es.wikipedia.org/wiki/Ermita%C3%B1o
MODO DE VIDA
Un eremita no desea visitar a nadie ni ser
visitado por nadie. No desea viajar, ni que nadie viaje para verlo.
Se retira a los lugares más alejados del mundo para no ser
encontrado por nadie. No pide nada a nadie. Sólo pide que lo dejen
en paz. Esto es lo mismo que llevo haciendo en varias vidas.
Nunca cojo el teléfono, ni voy a ninguna
fiesta, ni voy a ningún evento social como no sea una conferencia.
No me gusta la
prensa rosa ni las redes sociales porque
no deseo contar mi vida, ni me interesa la vida de los demás. Sólo
salgo de mi casa a comprar comida, y cuando alguien llama a mi puerta
me alarmo mucho. Cada vez que tengo que salir a la calle me cuesta un
esfuerzo sobrehumano. Sólo salgo para alimentar a mis gatitos
callejeros. Pueden pensar que tengo ‘agorafobia’,
porque me da igual lo que piensen. La
agorafobia es aversión a los espacios
abiertos públicos,
como plazas, avenidas, calles,
etc. pero no hay aversión a la
naturaleza.
En mi caso, estoy cumpliendo una misión
sagrada de divulgación, ejerciendo mi profesión para ganarme la
vida, pero algunos creen que laboro sólo
por dinero, cuando en realidad es mi misión de vida.
Una vez que
termine esta misión y tenga medios suficientes, deseo perderme en el
lugar más alejado del mundo para que nadie me encuentre.
Sólo
volveré al mundo cuando alcance la autorrealización espiritual de
los inmortales, cuando obtenga la trascendencia y la ascensión en
cuerpo físico. Y no volveré porque me encante el mundo ni la
sociedad, de la que reniego con todas mis fuerzas, sino únicamente
para ayudar a la Humanidad, y luego me marcharé definitivamente a
otro mundo. No me interesan los asuntos
mundanos aunque informe de ellos.
MAGO Y
ERMITAÑO
Actualmente he
asumido el arquetipo del Mago
del Tarot para cumplir mi misión de vida, igual que el sabio
Diógenes
con su linterna en busca de la Verdad,
pero mi verdadero arquetipo e identidad profunda es la carta del
Ermitaño
del Tarot.
El significado del Mago del Tarot
indica energía, salud y una gran fuerza de voluntad. Se trata de
utilizar de la mejor manera posible todo tu poder y disponer de
conocimientos y sabidurías que llegan a ti para que cumplas tus
objetivos.
Por el contrario, el
Ermitaño
del Tarot representa
el examen de conciencia, la introspección, la soledad como auto
conocimiento, la guía interna, la vida ascética, el guía, el
estudio, la erudición, la búsqueda, la reflexión.
El sabio Diógenes
de Sinope defendió la idea de la
autosuficiencia: una vida natural e independiente de
los lujos de la sociedad. Según él, la virtud es el soberano bien.
Los honores y las riquezas son falsos bienes que hay que despreciar.
El principio de su filosofía consiste en renunciar por todas partes
a lo
convencional y oponer a ello su naturaleza. El sabio debe tender a
liberarse de sus deseos y reducir al mínimo sus necesidades.
Autosuficiencia es el estado en que el
abastecimiento de bienes depende de uno mismo; de modo que no se
requiere ayuda, apoyo o interacción externa para la supervivencia.
Es una forma de completa autonomía personal o colectiva,
identificada con la independencia espiritual.
CONCLUSIÓN
Por lo tanto no piensen que soy uraño o
antisocial, simplemente que mi camino espiritual es solitario,
independiente y escondido, y me lo he tomado muy en serio. No busco
fiestas, ni agasajos, ni convivencias. Sólo busco oración, ayuno,
silencio, meditación, contacto con la naturaleza en soledad, lectura
y estudio constante.
Soy el ser más feliz del mundo cuando consigo
pasar un mes sin hablar con nadie, ni que nadie hable conmigo. El ser
sociable como lo soy ahora, como comunicador, es algo que va contra
mi naturaleza porque me desgasta y me estresa, aunque sea mi
profesión y mi misión de vida, pero soy periodista vocacional.
Piensen en mi como un monje trapense con voto
de silencio, como un benedictino o un capuchino, y por favor respeten
mi camino. Si alguna vez necesito ayuda la pediré, pero me apaño
muy bien sin ayuda.
El poder llevar esta vida de retiro no lo cambiaría ni por todo el
oro del mundo.
No pararé hasta que
alcance la iluminación para el
beneficio de todos los seres, y
entonces, y sólo entonces, me entregaré al servicio directo del
prójimo para cumplir mi misión de bodisatva. En
este sentido el mayor servicio que se puede hacer a la Humanidad es
iluminarse.
No recomiendo a
nadie que siga mi camino. Simplemente es mi camino personal, y
no deseo hacer proselitismo como si fuera una secta,
pero no excluyo que haya muchos otros
seres vivos que hayan elegido un camino parecido al mío. No busco la
aprobación de nadie, ni critico ningún otro camino, porque todos
son respetables. Lo único que no se respeta es la interferencia con
el libre albedrío sagrado de cada uno, que es un
derecho divino
de nacimiento.
Pienso que el objetivo supremo de la vida
humana es alcanzar la iluminación, pero otros pueden pensar otras
cosas diferentes.
Todos buscamos la felicidad y tratamos
de evitar el sufrimiento, pero lo hacemos de modo diferente. Los
caminos para llegar a Dios son infinitos y nadie tiene el monopolio
de la iluminación. El único camino verdadero es el que sigue el
corazón, el que sigue los impulsos de su Alma,
y seguro que no hay dos iguales porque
cada ser es único y singular en todo el cosmos.
Todos los seres humanos somos iguales en
derecho, libertad y dignidad, pero cada uno de nosotros tiene un
origen cósmico diferente, unos dones o habilidades profesionales
diferentes, una misión de vida
diferente, y un destino diferente.
Mientras vivamos en este mundo debemos tratanos con igualdad y
respeto, pero cada uno debe vivir su propia libertad. Juntos pero no
revueltos.
(*) Periodista