Si el amor en pareja es, a la larga,
conflictivo ¿qué decir del poliamor? Quien lo probó lo sabe. Que se lo
pregunten al PP. El PP practica la bisexualidad política. Tiene dos
socios, uno de Gobierno (Ciudadanos) y otro parlamentario (Vox), pero
ninguno de éstos está dispuesto a hacer cama redonda, aunque ambos
permiten, por conveniencia mutua, que el PP se arregle con el otro,
aunque solo si esto no cambia las condiciones de la convivencia con cada
uno de ellos. Difícil a estas alturas.
El
tripartito de derechas pasó la primera prueba, la de investidura.
Ciudadanos se hizo el longui y Vox dejó pasar. El test de las elecciones
generales sobrevenidas castigó al primero y privilegió al segundo.
Mostró que la posición de Cs (extendida a otras Comunidades) merecía el
castigo del electorado y que Vox crecía gracias a la oportunidad de
influir que aquél le brindaba.
La segunda reválida. Cs
ha quedado en off hasta marzo, el plazo que se ha dado para intentar
salir de su perplejidad. Largo tramo para lo que hay en juego. Pero la
vida sigue, no tiene espera, y llegan los Presupuestos de la Comunidad,
que son como una segunda reválida. ¿Qué hacer? Dos opciones: afirmar el
pacto con el PP o aprovechar la circunstancia para desmarcarse y animar
al PSOE a la moción de censura, ya anunciada, pero aplazada para
intentar coincidir con los plazos de Cs. Marzo marcea.
Cs
ya atenuó las prisas de López Miras, que habría querido aprobar el
proyecto de Presupuestos la misma semana que hoy acaba. No fue posible
porque Cs pidió tiempo para estudiar el mamotreto, que le llegó unos
días antes. Finalmente, mañana se producirá la reunión definitiva PP/Cs
para cerrar el proyecto, que en teoría debiera ser aprobado en el
Consejo del próximo jueves.
Pero
antes de que eso ocurra, el consejero de Hacienda deberá negociar ese
texto con Vox, cuyos votos son decisivos para que los Presupuestos
salgan adelante en la Asamblea Regional. Y da la impresión de que ese
trámite está muy complicado, pues los de ultraderecha han sacado a
relucir su programa máximo, teóricamente incompatible con las propuestas
de Cs.
Si Vox se resiste a dar
el plácet, resultará inútil la aprobación del proyecto tanto el jueves
que viene como el próximo. Todo indica que el consejero de Hacienda,
Javier Celdrán, en previsión de estas evidentes dificultades, ya está
poniendo en marcha los mecanismos de prórroga del Presupuesto vigente,
que es el último del Gobierno López Miras de la legislatura anterior.
¿Hasta cuándo?
Hay quienes
piensan que Cs, a sabiendas de que estos Presupuestos constituyen una
percha en la que colgar su reposicionamiento en el centro político,
podría marear la perdiz hasta marzo, cuando su congreso nacional alumbre
la supuesta nueva política que vendrá de la mano de Arrimadas. Es
decir, podría dar largas a los Presupuestos con diferentes pretextos
hasta que resulte concluyente si le toca dar un giro o si le conviene
persistir en la triple alianza.
Bloqueo Cs/Vox.
Pero, de momento, no parece necesario que Cs fuerce las cosas, pues Vox
se muestra dispuesto, al menos en la posición de salida, a hacerle este
trabajo. Si Vox intenta imponer de manera inflexible sus demandas
presupuestarias, no habrá posibilidad alguna de que Cs firme los
Presupuestos y se llegará a una situación de bloqueo. En Cs aseguran que
gran parte de las exigencias de Vox chocan con la legalidad vigente, y
no podrán ser asumidas ni por el PP, si bien descargan sobre éste la
responsabilidad de hacérselo ver.
Pero si los ultras insisten en el
bloqueo ni siquiera será preciso esperar a marzo, pues el cambio de
alianzas vendría por sí solo. La pregunta es: ¿llevará Vox el pulso de
los Presupuestos tan lejos como para facilitar que Cs se combine con el
PSOE, que ha tomado algo así como una 'iniciativa volante', es decir,
permanece a la espera? La experiencia de la investidura demuestra que
Vox hasta ahí no llega, pero estamos en otra fase, y ahora están
crecidos.
Probablemente entiendan que les beneficia azuzar las
contradicciones en los otros bloques de la derecha para emerger como
exponentes de la coherencia. De hecho, ya han exhibido esa actitud en
algunos escenarios menores, incluso en la constitución de la Mesa del
Congreso. Pasan por ser leales al PP, pero no quieren saber nada con Cs,
en respuesta a la actitud de éste respecto a ellos.
Irritación en el PP. El
problema de estos Presupuestos no es solo la disposición inicial de
Vox. Hay que añadir que en el PP cunde una sorda irritación con Cs por
la exigencia de éstos de valorar y corregir las partidas que
corresponden a las consejerías que no están bajo su mando. Celdrán pudo
creer que incrementando la asignación de las cuatro consejerías y media
en manos de Cs, éstos se darían por satisfechos, pero quieren supervisar
también el conjunto del Presupuesto bajo el pretexto de que el Gobierno
es un órgano colegiado.
En el PP argumentan que Cs tenía la posibilidad
de incidir en la totalidad de la cuenta general cuando, como en la
anterior legislatura, estaban en la oposición y, siendo necesario su
apoyo parlamentario, negociaban un acuerdo global, pero entienden que la
situación actual es distinta: debieran conformarse con ver satisfechas
las asignaciones para la administración de las competencias que les
corresponde gestionar.
A pesar
de esto, que en el PP sospechan que se trata de un recurso para dilatar
el consenso a la espera de que se vaya conformando la nueva estrategia
general de Cs, no parece a priori que haya grandes dificultades para que
se cierre un acuerdo bilateral en la reunión de mañana. Y es que Cs no
necesita arriesgar un debate interno con el PP en la previsión de que
éste ya tiene bastante con intentar atraer a Vox al consenso. Digamos
que difieren a Vox el trabajo de resignificarlos en el centro.
Arrimadas no baila el Valls.
Sobre el rumbo de la 'nueva política' de Cs bajo la batuta de Arrimadas
hay todavía ciertas dudas. Ésta se ha abierto a una colaboración
parlamentaria con el PSOE, en el ámbito nacional, siempre que el PP
también se avenga, lo que todavía supone una relación de concertación y
seguimiento al partido de Casado.
El paso de 'bailar el Valls', es
decir, atender al mal menor de facilitar un Gobierno PSOE-Podemos
evitando la participación de los nacionalistas no aparece ni siquiera
esbozado. Y esto a pesar de que los actuales diez diputados de Cs son
tan decisivos para facilitar la gobernabilidad como lo era el largo
medio centenar de la anterior legislatura. El Cs de Arrimadas quiere dar
algún paso hacia el cambio, pero todavía pretende hacerlo emparejado al
PP, sin buscar un espacio autónomo.
Sin
embargo, hay voces en Cs que perciben la posibilidad de que la Región
de Murcia se constituya en 'local de ensayo' para la reconstrucción de
la imagen política de Cs. Y dibujan el siguiente croquis: en Andalucía
no cabe giro alguno tras los Eres y la crisis local del PSOE; en Madrid,
cambiar de socios exhibiría una actitud de enmienda a la totalidad, un
giro demasiado brusco y precipitado; en Castilla-León, el líder regional
de Cs era proclive al cambio, pero fue obligado por disciplina de
partido a aliarse con el PP, con el que suma mayoría sin ninguna otra
interferencia parlamentaria y, por tanto, carece todavía de argumentos
para romper el acuerdo.
Pero llegamos a la Región de Murcia, una
'autonomía menor' y por esto mismo ideal para realizar experimentos.
Aquí, el Gobierno PP/Cs depende del apoyo de Vox (con éste de primera
fuerza en las generales), de modo que sería el lugar perfecto para
ensayar el regreso a la transversalidad, ofreciendo el guiño de que Cs
no está anclado sistemáticamente a la derecha. Además, Arrimadas
accedería al liderazgo nacional casi a la vez que se restituyera su
compromiso electoral de que la Región de Murcia no siguiera gobernada
cuatro años más por los que ya llevaban haciéndolo a lo largo de otros
veinticuatro.
Bajar el tobogán.
Esta posibilidad, nada descartable, es bien sabida por los populares,
de ahí que el argumento principal del consejero Celdrán para intentar
que Vox no bloquee el acuerdo presupuestario que mañana firmará
previsiblemente con Cs se resume en persuadir a aquéllos de que no
faciliten la caída del actual Gobierno, para el que no hay más
alternativa que los socialistas apoyados por Cs y ya sin espacio alguno
para que los de Abascal influyan directa o indirectamente en la
gobernación.
El problema para
que los primeros Presupuestos del Gobierno de coalición salgan adelante
es que Cs, en su actual situación, está obligado a exhibir las
cuestiones que todavía lo diferencian de la derecha estricta y más aún
de la ultraderecha. Mientras tanto, Vox, un partido meramente
ideológico, puede, como ha venido haciendo, deslizarse por un tobogán en
el que un día se sitúa en las alturas esgrimiendo su programa máximo, y
otro concede reducirlo a mínimos. La esperanza del PP es que en este
caso se comporte como cuando la investidura, pues de otra manera Cs será
empujado a cambiar de carril sin siquiera tener que forzar ese
movimiento.
Lo cierto es que la
situación general de provisionalidad política se puede ver acentuada
con la prórroga de los Presupuestos regionales y la consiguiente
percepción en la práctica de un Gobierno autonómico en funciones,
sometido al bloqueo de parte de uno de sus socios y con la amenaza
permanente de sufrir un vuelco en el primer trimestre del año.
El poliamor es divertido. Pero también se rompe de tanto usarlo.
(*) Columnista