domingo, 8 de diciembre de 2019

Gobierno regional en funciones / Ángel Montiel *

Si el amor en pareja es, a la larga, conflictivo ¿qué decir del poliamor? Quien lo probó lo sabe. Que se lo pregunten al PP. El PP practica la bisexualidad política. Tiene dos socios, uno de Gobierno (Ciudadanos) y otro parlamentario (Vox), pero ninguno de éstos está dispuesto a hacer cama redonda, aunque ambos permiten, por conveniencia mutua, que el PP se arregle con el otro, aunque solo si esto no cambia las condiciones de la convivencia con cada uno de ellos. Difícil a estas alturas.

El tripartito de derechas pasó la primera prueba, la de investidura. Ciudadanos se hizo el longui y Vox dejó pasar. El test de las elecciones generales sobrevenidas castigó al primero y privilegió al segundo. Mostró que la posición de Cs (extendida a otras Comunidades) merecía el castigo del electorado y que Vox crecía gracias a la oportunidad de influir que aquél le brindaba.


La segunda reválida. Cs ha quedado en off hasta marzo, el plazo que se ha dado para intentar salir de su perplejidad. Largo tramo para lo que hay en juego. Pero la vida sigue, no tiene espera, y llegan los Presupuestos de la Comunidad, que son como una segunda reválida. ¿Qué hacer? Dos opciones: afirmar el pacto con el PP o aprovechar la circunstancia para desmarcarse y animar al PSOE a la moción de censura, ya anunciada, pero aplazada para intentar coincidir con los plazos de Cs. Marzo marcea.

Cs ya atenuó las prisas de López Miras, que habría querido aprobar el proyecto de Presupuestos la misma semana que hoy acaba. No fue posible porque Cs pidió tiempo para estudiar el mamotreto, que le llegó unos días antes. Finalmente, mañana se producirá la reunión definitiva PP/Cs para cerrar el proyecto, que en teoría debiera ser aprobado en el Consejo del próximo jueves.

Pero antes de que eso ocurra, el consejero de Hacienda deberá negociar ese texto con Vox, cuyos votos son decisivos para que los Presupuestos salgan adelante en la Asamblea Regional. Y da la impresión de que ese trámite está muy complicado, pues los de ultraderecha han sacado a relucir su programa máximo, teóricamente incompatible con las propuestas de Cs.

Si Vox se resiste a dar el plácet, resultará inútil la aprobación del proyecto tanto el jueves que viene como el próximo. Todo indica que el consejero de Hacienda, Javier Celdrán, en previsión de estas evidentes dificultades, ya está poniendo en marcha los mecanismos de prórroga del Presupuesto vigente, que es el último del Gobierno López Miras de la legislatura anterior. ¿Hasta cuándo?

Hay quienes piensan que Cs, a sabiendas de que estos Presupuestos constituyen una percha en la que colgar su reposicionamiento en el centro político, podría marear la perdiz hasta marzo, cuando su congreso nacional alumbre la supuesta nueva política que vendrá de la mano de Arrimadas. Es decir, podría dar largas a los Presupuestos con diferentes pretextos hasta que resulte concluyente si le toca dar un giro o si le conviene persistir en la triple alianza.

Bloqueo Cs/Vox. Pero, de momento, no parece necesario que Cs fuerce las cosas, pues Vox se muestra dispuesto, al menos en la posición de salida, a hacerle este trabajo. Si Vox intenta imponer de manera inflexible sus demandas presupuestarias, no habrá posibilidad alguna de que Cs firme los Presupuestos y se llegará a una situación de bloqueo. En Cs aseguran que gran parte de las exigencias de Vox chocan con la legalidad vigente, y no podrán ser asumidas ni por el PP, si bien descargan sobre éste la responsabilidad de hacérselo ver.

Pero si los ultras insisten en el bloqueo ni siquiera será preciso esperar a marzo, pues el cambio de alianzas vendría por sí solo. La pregunta es: ¿llevará Vox el pulso de los Presupuestos tan lejos como para facilitar que Cs se combine con el PSOE, que ha tomado algo así como una 'iniciativa volante', es decir, permanece a la espera? La experiencia de la investidura demuestra que Vox hasta ahí no llega, pero estamos en otra fase, y ahora están crecidos.

Probablemente entiendan que les beneficia azuzar las contradicciones en los otros bloques de la derecha para emerger como exponentes de la coherencia. De hecho, ya han exhibido esa actitud en algunos escenarios menores, incluso en la constitución de la Mesa del Congreso. Pasan por ser leales al PP, pero no quieren saber nada con Cs, en respuesta a la actitud de éste respecto a ellos.


Irritación en el PP. El problema de estos Presupuestos no es solo la disposición inicial de Vox. Hay que añadir que en el PP cunde una sorda irritación con Cs por la exigencia de éstos de valorar y corregir las partidas que corresponden a las consejerías que no están bajo su mando. Celdrán pudo creer que incrementando la asignación de las cuatro consejerías y media en manos de Cs, éstos se darían por satisfechos, pero quieren supervisar también el conjunto del Presupuesto bajo el pretexto de que el Gobierno es un órgano colegiado.

En el PP argumentan que Cs tenía la posibilidad de incidir en la totalidad de la cuenta general cuando, como en la anterior legislatura, estaban en la oposición y, siendo necesario su apoyo parlamentario, negociaban un acuerdo global, pero entienden que la situación actual es distinta: debieran conformarse con ver satisfechas las asignaciones para la administración de las competencias que les corresponde gestionar.

A pesar de esto, que en el PP sospechan que se trata de un recurso para dilatar el consenso a la espera de que se vaya conformando la nueva estrategia general de Cs, no parece a priori que haya grandes dificultades para que se cierre un acuerdo bilateral en la reunión de mañana. Y es que Cs no necesita arriesgar un debate interno con el PP en la previsión de que éste ya tiene bastante con intentar atraer a Vox al consenso. Digamos que difieren a Vox el trabajo de resignificarlos en el centro.

Arrimadas no baila el Valls. Sobre el rumbo de la 'nueva política' de Cs bajo la batuta de Arrimadas hay todavía ciertas dudas. Ésta se ha abierto a una colaboración parlamentaria con el PSOE, en el ámbito nacional, siempre que el PP también se avenga, lo que todavía supone una relación de concertación y seguimiento al partido de Casado.

El paso de 'bailar el Valls', es decir, atender al mal menor de facilitar un Gobierno PSOE-Podemos evitando la participación de los nacionalistas no aparece ni siquiera esbozado. Y esto a pesar de que los actuales diez diputados de Cs son tan decisivos para facilitar la gobernabilidad como lo era el largo medio centenar de la anterior legislatura. El Cs de Arrimadas quiere dar algún paso hacia el cambio, pero todavía pretende hacerlo emparejado al PP, sin buscar un espacio autónomo.

Sin embargo, hay voces en Cs que perciben la posibilidad de que la Región de Murcia se constituya en 'local de ensayo' para la reconstrucción de la imagen política de Cs. Y dibujan el siguiente croquis: en Andalucía no cabe giro alguno tras los Eres y la crisis local del PSOE; en Madrid, cambiar de socios exhibiría una actitud de enmienda a la totalidad, un giro demasiado brusco y precipitado; en Castilla-León, el líder regional de Cs era proclive al cambio, pero fue obligado por disciplina de partido a aliarse con el PP, con el que suma mayoría sin ninguna otra interferencia parlamentaria y, por tanto, carece todavía de argumentos para romper el acuerdo.

Pero llegamos a la Región de Murcia, una 'autonomía menor' y por esto mismo ideal para realizar experimentos. Aquí, el Gobierno PP/Cs depende del apoyo de Vox (con éste de primera fuerza en las generales), de modo que sería el lugar perfecto para ensayar el regreso a la transversalidad, ofreciendo el guiño de que Cs no está anclado sistemáticamente a la derecha. Además, Arrimadas accedería al liderazgo nacional casi a la vez que se restituyera su compromiso electoral de que la Región de Murcia no siguiera gobernada cuatro años más por los que ya llevaban haciéndolo a lo largo de otros veinticuatro.

Bajar el tobogán. Esta posibilidad, nada descartable, es bien sabida por los populares, de ahí que el argumento principal del consejero Celdrán para intentar que Vox no bloquee el acuerdo presupuestario que mañana firmará previsiblemente con Cs se resume en persuadir a aquéllos de que no faciliten la caída del actual Gobierno, para el que no hay más alternativa que los socialistas apoyados por Cs y ya sin espacio alguno para que los de Abascal influyan directa o indirectamente en la gobernación.

El problema para que los primeros Presupuestos del Gobierno de coalición salgan adelante es que Cs, en su actual situación, está obligado a exhibir las cuestiones que todavía lo diferencian de la derecha estricta y más aún de la ultraderecha. Mientras tanto, Vox, un partido meramente ideológico, puede, como ha venido haciendo, deslizarse por un tobogán en el que un día se sitúa en las alturas esgrimiendo su programa máximo, y otro concede reducirlo a mínimos. La esperanza del PP es que en este caso se comporte como cuando la investidura, pues de otra manera Cs será empujado a cambiar de carril sin siquiera tener que forzar ese movimiento.

Lo cierto es que la situación general de provisionalidad política se puede ver acentuada con la prórroga de los Presupuestos regionales y la consiguiente percepción en la práctica de un Gobierno autonómico en funciones, sometido al bloqueo de parte de uno de sus socios y con la amenaza permanente de sufrir un vuelco en el primer trimestre del año.

El poliamor es divertido. Pero también se rompe de tanto usarlo.


(*) Columnista



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