El texto del 'acuerdo programático' para
el pacto PP-Cs tiene una virtud: por primera vez en lo que va de siglo
no hay mención a proyectos grandilocuentes y parece descender a la
política menuda, tan menuda que en su intento de exahustividad pone en
evidencia importantes olvidos que no puede ser casuales mientras los
subrayados explícitos son extraordinariamente reveladores, como los
relativos a la educación privada y concertada casi con desdén de la
pública, a la que se atiende casi tan solo para ir sustituyendo poco a
poco los techos de amianto de los colegios y dotarlos de calefacción.
En
realidad se trata de un 'recorta y pega', eso sí, con la utilización de
términos políticos actualizados, pero sin atención a los grandes retos
globales, como el cambio climático, el acceso a la vivienda o a la
participación públicas así como al fortalecimiento de los controles
externos.
Ni siquiera han hecho el esfuerzo, acorde con la trayectoria
del PP, de sugerir algún tipo de mecenazgo para la cultura o de impulso
para ese tipo de industria, tan emergente en el sector privado, y han
preferido consumar las intenciones en la inversión en patrimonio (tan
poco creíble a la vista de la que ha recibido el arqueológico), todo con
vistas al bien superior del turismo.
Al
pacto le falta esqueleto, una idea estructurada de conjunto, eso que
llaman un 'marco' que permita definir un proyecto político. En realidad,
el texto empieza con la música de fondo del himno nacional y la
proclamación de españolidad, aunque se olvida de exigir al Gobierno
nacional la inmediata aplicación del 155 a Cataluña, que parecía ser la
demanda preceptiva de Ciudadanos para dialogar siquiera con el PSOE.
Hay
que admitir que se enuncia un variado ramillete de iniciativas que
podría ser calificadas de regeneracionistas, las cuales, leídas de
seguido, parecen constituir una profunda enmienda a la totalidad de la
política del PP que hasta ahora conocemos. ¿Cómo han tardado
veinticuatro años en percatarse de todo eso que ahora dicen estar
decididos a reformar? ¿Se han caído del caballo y han visto la luz de la
transparencia, de las medidas para la libre concurrencia en los
contratos públicos y de la eficiencia controlada en las subvenciones?
Es
también muy llamativo que la primera dedicación del nuevo Gobierno la
constituya el reclamo de un nuevo y justo sistema de financiación
precisamente ahora que Rajoy no están la Moncloa, o la reivindicación de
la 'deuda histórica' asunto del que el PP se acuerda solo cuando en
España gobiernan los socialistas.
Parecen demandas muy adecuadas para
todo lo que el texto añade después, ya que, aun sin detallarlas
presupuestariamente, se trata de enunciados que requieren de abundante
pasta, más de la que cabe suponer que aporta el actual presupuesto,
aprobado a pachas por PP y Cs. Sobre todo cuando otro epígrafe confirma
la decisión de rebajar todos los impuestos a mano, si bien tienen la
precaución de advertir que lo harán al compás de la evolución del
déficit, que, como la deuda, no puede estar ya más empingorotado.
Las
alusiones a las políticas económicas y de empleo destilan un tono
paternalista e incluso de intromisión 'informativa' en las empresas o
'formativa' desde la propia Administración que se compadece poco con la
proclamación liberal de los dos partidos firmantes (si bien son en
realidad expresiones de deseos), y hay ciertas referencias retóricas a
las mujeres maltratadas o al colectivo LGTBI que parecen escogidas para
que veamos que son muy valientes ante Vox, al que deberán engatusar con
señuelos y aplacar su deseo de protagonismo, o tal vez, quién sabe, sea
el recurso de Cs para excitar la intransigencia de los ultras y les así
facilitada una 'vía de escape'.
Hay quienes aseguran que todavía cabe
pensar en esto. En cuanto al turismo, todo es meramente descriptivo de
lo ofertable, como si se trata de un spot para el autoconvencimiento,
pero sin planteamiento singular alguno.
El
'acuerdo programático' resulta ser un relato de obviedades que
indirectamente describe, en el caso del PP, una plena confesión de
incompetencia durante su larga trayectoria que ahora pretende ser
prolongada con un relato ambiguo de buenas intenciones, de las que cabe
sospechar que, como es costumbre, se olvidarán cuando vuelvan a
apalancarse en los sillones.
No es creíble que, con el más deficiente
líder que ha tenido el PP pueda mejorarse la política de las dos últimas
décadas, aunque ahora lo acompañe un Cs novato, tutelado desde Madrid y
ya incumplidor de sus explícitas promesas electorales.
Coda.
Me refería ayer a un pacto municipal en la Región de PP-Cs-Vox, y me
empeñé en que se producía en Lorquí, donde los socialistas conservan la
mayoría absoluta. Quería referirme a la localidad vecina, Ceutí.
(*) Columnista
https://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2019/06/21/pacto-28-anos/1032075.html