El debate del lunes lo ganó Abascal.
Quien no lo admita en los días decisivos ante el 10N redundará en los
errores que permitieron que esto ocurriera a la vista de todos. Alguien
debiera rezar (o cruzar los dedos, o encomendarse a sus mitos) para que
el debate no fuera decisivo.
Si así resultara, Abascal sería el próximo
lunes presidente del Gobierno. No lo será porque hay que confiar en que
Dios exista para evitarlo, ya que los políticos que representan a las
otras cuatro opciones electorales contribuyeron por pasiva a que se
luciera con su discurso infecto.
A lo más que acertó alguno, Sánchez,
fue a descalificarlo como de extrema derecha, como si pronunciar un
estigma anulara el chorro de doctrina que se desparramaba desde los
salones fashion a las tabernas o viceversa.
El modelo Abascal rompe
esquemas para quienes, por experiencia histórica, concebimos a los
líderes de la extrema derecha como personajes vociferantes, excitados,
nostálgicos, aventadores de consignas cerradas y clasificables en un
molde franquista clásico. Abascal no se ruboriza al proclamarse
demócrata y hasta apela a la reconciliación con el recurso de los
abuelos enfrentados en la Guerra Civil, exhibiendo un descolocador
respeto a los vencidos.
Y, sobre todo, sabe pulsar a la perfección un
instrumento musical demoledor: el que suena celestial en una parte muy
específica del córtex cerebral de un cierto español medio, distribuido
entre todas las clases sociales, que se ve secretamente asfixiado por
una corrección política que percibe impuesta, sin posibilidad de
asimilación.
Practica Abascal hasta un ejercicio insólito en los
dirigentes conocidos hasta ahora de opciones políticas extremas como la
suya: la ironía. Y añade una presencia física compacta que le permite
descorbatarse, un verbo fluido, un tono reposado y ademanes no
intrusivos. En determinados tramos del debate del lunes parecía hasta el
más centrado de todos, al menos en la formalidad, si se prescindía del
contenido de sus intervenciones, que sus propios entusiastas podrían
considerar utópicas, pero estarían encantados de escucharlas,
reconociendo al líder que 'se atreve' a exponerlas.
Pertenecería
al orden práctico que los adversarios de Vox no tomaran estos apuntes
de perfil como un panegírico sino como un punto de partida para adquirir
plena conciencia sobre el fenómeno a que se enfrentan. Atender a la
solvencia del oponente es la primera condición para combatirlo, algo que
no hicieron, por distintos intereses, los cuatro líderes que
acompañaron a Abascal en los atriles del debate.
En el fondo, el líder
de Vox no pasa de poner revestimiento, más o menos florido, al discurso
de ese vecino que tenemos todos que nos ilustra acerca de que si a él lo
dejaran resolvería los problemas del país en horas veinticuatro. Pero a
la vista de que los discursos del resto también suprimen la
complejidad, cuenta con ventaja aquel que sin complejos admite
desconocerla cuando los demás se limitan, a sabiendas, a evitarla.
Un
cabizbajo y garabateador Sánchez que parecía esperar a que lo salvara
el reloj para conservar la ventaja del 1-0 en el partido de ida; un
Casado de estreno que parecía complacido con que su potencial socio le
hiciera el trabajo sucio; un Iglesias que involuntariamente coincidía
con el de Vox en sus enunciados antiglobalización, y un Rivera que
previamente había metaforizado su derrota en el vídeo del perro Lucas
(hasta luego, Lucas), dejaron libre la pasarela a un Abascal que
abanderó a la masa crítica que permanece ajena a la feliz complacencia
de los enterados de la política. Recordad el Bréxit.
La encuesta prohibida
Ustedes perdonen, pero, en nuestra
edición impresa no podemos informar como Dios manda sobre la encuesta
electoral realizada por el llamado Cemop de acuerdo al convenio entre la
Asamblea Regional y la Universidad de Murcia, un sondeo financiado con
los impuestos de todos los murcianos. El lector tendrá que acudir a nuestra edición digital,
porque está expresamente prohibida la difusión de encuestas desde hoy
mismo hasta el domingo, el día de las urnas.
El Cemop hizo entrega anteayer
de su trabajo de prospectiva a la Asamblea Regional, la parte
contratante de la primera parte, de modo que fue posible difundirlo por
radio, televisión y webs, con excepción de los diarios de papel. Se
podrá decir que la normativa electoral a este respecto es caduca, pero
es la que es hasta el momento.
No
creo que el Cemop haya querido forzar, con su retraso en la entrega de
los datos, un debate sobre algo que no le atañe. Más bien podría
sospecharse con toda legitimidad que este organismo o lo que sea ha
incurrido en alguna de estas irresponsabilidades.
Una,
el incumplimiento evidente de la fecha pactada para la entrega del
trabajo, de modo que la Asamblea no debiera satisfacer el pago acordado,
pues un poco más y presentan los datos después de las elecciones, lo
que facilitaría que el pronóstico resultara exacto. No cabe pensar, sin
embargo, que el actual presidente del Parlamento autonómico, Alberto
Castillo, repare en este detalle fraudulento para la prensa de papel,
pues vamos viendo que está muy suelto de presupuesto.
Llama la atención
que en la anterior legislatura, Ciudadanos, el partido al que pertenece
el presidente de la Asamblea por exclusión de otros que no lo aceptaron
anteriormente, anunciara que exigiría un concurso público para la
realización de las encuestas electorales, una vez que se constató que,
en las elecciones precedentes, uno de los directores del Cemop, Ismael
Crespo, asesoraba el PP, previo pago de su importe, a la vez que
inevitablemente manejaba los datos de las encuestas en marcha
financiadas con dinero público (UMU/Asamblea).
Y
una segunda posible irresponsabilidad añadida a la primera: no sería
del género conspiratorio suponer que el Cemop se ha combinado con
encuestadores privados para evitar que su sondeo solapara el impacto de
otros trabajos ajenos, publicados en la fecha correcta, que han indagado
en la previsión electoral en la Región de Murcia, y mucho menos a la
vista de que sus directivos no tienen la prudencia de mantener la
neutralidad en la exposición de sus análisis derivados de los datos
obtenidos con dinero público.
Que
el CIS de Tezanos esté en permanente cuestionamiento por su posible
identificación con el PSOE es muy sano, y el escepticismo sobre sus
avances está dentro de la lógica, pero al menos entrega sus
prospecciones en tiempo y forma. Mientras tanto, en la Región de Murcia,
el Cemop, un organismo oscuro que es de la UMU pero a la vez no lo es y
que dispone de un contrato a dedo con la Asamblea Regional bajo el
paraguas universitario, hace de las suyas hasta el punto de que ofrece
la información que pagamos todos en una fecha en que resulta imposible
hacerla pública en términos convencionales.
Las encuestas son inciertas.
Lo único cierto es que hay quienes se forran con ellas.
(*) Columnista
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