miércoles, 6 de noviembre de 2019

Campeón Abascal / Ángel Montiel *

El debate del lunes lo ganó Abascal. Quien no lo admita en los días decisivos ante el 10N redundará en los errores que permitieron que esto ocurriera a la vista de todos. Alguien debiera rezar (o cruzar los dedos, o encomendarse a sus mitos) para que el debate no fuera decisivo. 

Si así resultara, Abascal sería el próximo lunes presidente del Gobierno. No lo será porque hay que confiar en que Dios exista para evitarlo, ya que los políticos que representan a las otras cuatro opciones electorales contribuyeron por pasiva a que se luciera con su discurso infecto. 

A lo más que acertó alguno, Sánchez, fue a descalificarlo como de extrema derecha, como si pronunciar un estigma anulara el chorro de doctrina que se desparramaba desde los salones fashion a las tabernas o viceversa. 

El modelo Abascal rompe esquemas para quienes, por experiencia histórica, concebimos a los líderes de la extrema derecha como personajes vociferantes, excitados, nostálgicos, aventadores de consignas cerradas y clasificables en un molde franquista clásico. Abascal no se ruboriza al proclamarse demócrata y hasta apela a la reconciliación con el recurso de los abuelos enfrentados en la Guerra Civil, exhibiendo un descolocador respeto a los vencidos. 

Y, sobre todo, sabe pulsar a la perfección un instrumento musical demoledor: el que suena celestial en una parte muy específica del córtex cerebral de un cierto español medio, distribuido entre todas las clases sociales, que se ve secretamente asfixiado por una corrección política que percibe impuesta, sin posibilidad de asimilación. 

Practica Abascal hasta un ejercicio insólito en los dirigentes conocidos hasta ahora de opciones políticas extremas como la suya: la ironía. Y añade una presencia física compacta que le permite descorbatarse, un verbo fluido, un tono reposado y ademanes no intrusivos. En determinados tramos del debate del lunes parecía hasta el más centrado de todos, al menos en la formalidad, si se prescindía del contenido de sus intervenciones, que sus propios entusiastas podrían considerar utópicas, pero estarían encantados de escucharlas, reconociendo al líder que 'se atreve' a exponerlas.

Pertenecería al orden práctico que los adversarios de Vox no tomaran estos apuntes de perfil como un panegírico sino como un punto de partida para adquirir plena conciencia sobre el fenómeno a que se enfrentan. Atender a la solvencia del oponente es la primera condición para combatirlo, algo que no hicieron, por distintos intereses, los cuatro líderes que acompañaron a Abascal en los atriles del debate. 

En el fondo, el líder de Vox no pasa de poner revestimiento, más o menos florido, al discurso de ese vecino que tenemos todos que nos ilustra acerca de que si a él lo dejaran resolvería los problemas del país en horas veinticuatro. Pero a la vista de que los discursos del resto también suprimen la complejidad, cuenta con ventaja aquel que sin complejos admite desconocerla cuando los demás se limitan, a sabiendas, a evitarla.

Un cabizbajo y garabateador Sánchez que parecía esperar a que lo salvara el reloj para conservar la ventaja del 1-0 en el partido de ida; un Casado de estreno que parecía complacido con que su potencial socio le hiciera el trabajo sucio; un Iglesias que involuntariamente coincidía con el de Vox en sus enunciados antiglobalización, y un Rivera que previamente había metaforizado su derrota en el vídeo del perro Lucas (hasta luego, Lucas), dejaron libre la pasarela a un Abascal que abanderó a la masa crítica que permanece ajena a la feliz complacencia de los enterados de la política. Recordad el Bréxit.




La encuesta prohibida


Ustedes perdonen, pero, en nuestra edición impresa no podemos informar como Dios manda sobre la encuesta electoral realizada por el llamado Cemop de acuerdo al convenio entre la Asamblea Regional y la Universidad de Murcia, un sondeo financiado con los impuestos de todos los murcianos. El lector tendrá que acudir a nuestra edición digital, porque está expresamente prohibida la difusión de encuestas desde hoy mismo hasta el domingo, el día de las urnas. 

El Cemop hizo entrega anteayer de su trabajo de prospectiva a la Asamblea Regional, la parte contratante de la primera parte, de modo que fue posible difundirlo por radio, televisión y webs, con excepción de los diarios de papel. Se podrá decir que la normativa electoral a este respecto es caduca, pero es la que es hasta el momento.

No creo que el Cemop haya querido forzar, con su retraso en la entrega de los datos, un debate sobre algo que no le atañe. Más bien podría sospecharse con toda legitimidad que este organismo o lo que sea ha incurrido en alguna de estas irresponsabilidades.

Una, el incumplimiento evidente de la fecha pactada para la entrega del trabajo, de modo que la Asamblea no debiera satisfacer el pago acordado, pues un poco más y presentan los datos después de las elecciones, lo que facilitaría que el pronóstico resultara exacto. No cabe pensar, sin embargo, que el actual presidente del Parlamento autonómico, Alberto Castillo, repare en este detalle fraudulento para la prensa de papel, pues vamos viendo que está muy suelto de presupuesto. 

Llama la atención que en la anterior legislatura, Ciudadanos, el partido al que pertenece el presidente de la Asamblea por exclusión de otros que no lo aceptaron anteriormente, anunciara que exigiría un concurso público para la realización de las encuestas electorales, una vez que se constató que, en las elecciones precedentes, uno de los directores del Cemop, Ismael Crespo, asesoraba el PP, previo pago de su importe, a la vez que inevitablemente manejaba los datos de las encuestas en marcha financiadas con dinero público (UMU/Asamblea).

Y una segunda posible irresponsabilidad añadida a la primera: no sería del género conspiratorio suponer que el Cemop se ha combinado con encuestadores privados para evitar que su sondeo solapara el impacto de otros trabajos ajenos, publicados en la fecha correcta, que han indagado en la previsión electoral en la Región de Murcia, y mucho menos a la vista de que sus directivos no tienen la prudencia de mantener la neutralidad en la exposición de sus análisis derivados de los datos obtenidos con dinero público.

Que el CIS de Tezanos esté en permanente cuestionamiento por su posible identificación con el PSOE es muy sano, y el escepticismo sobre sus avances está dentro de la lógica, pero al menos entrega sus prospecciones en tiempo y forma. Mientras tanto, en la Región de Murcia, el Cemop, un organismo oscuro que es de la UMU pero a la vez no lo es y que dispone de un contrato a dedo con la Asamblea Regional bajo el paraguas universitario, hace de las suyas hasta el punto de que ofrece la información que pagamos todos en una fecha en que resulta imposible hacerla pública en términos convencionales. 

Las encuestas son inciertas. Lo único cierto es que hay quienes se forran con ellas.




(*) Columnista

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