Hay bofetadas que resuenan en todo el planeta y, probablemente, la de la justicia del Reino Unido negándose a tramitar la orden de detención europea de la consellera Clara Ponsatí "por desproporcionada" es una de ellas. No podía hacer mayor ridículo el deep state:
la justicia española, el Gobierno español, la clase política, los
medios de comunicación...
todo ese conjunto de personalidades del Estado
que han llevado por el lodazal la credibilidad de la democracia
española por tratar de salvar la unidad de España. Por tercera vez, la
primera después de las sentencias del Tribunal Supremo, las autoridades
británicas han dicho que no. Pero no es un no cualquiera que permitiera
un mínimo debate para salvar la cara al Supremo. Es un no humillante, es
un no deshonroso, es un no bochornoso.
Y en medio de todo este
rapapolvo, el dirigente de Vox Santiago Abascal, puso la guinda: cerrar
la verja de Gibraltar. "España debe ser respetada de nuevo en el mundo".
Por menos, el ministro Trillo invadió el deshabitado islote de Perejil y
el dictador argentino Galtieri invadió las Malvinas.
Estos días, uno tiene la impresión que está asistiendo en directo a la caída política de Pedro Sánchez porque
si no, no se entiende el cúmulo de errores cometidos. Deben ser muy
malas las encuestas que se manejan en la Moncloa porque salen a incendio
diario y se meten en jardines donde solo hay espinas. Debe ser una
suerte pensar que solo faltan tres días para que los ciudadanos empiecen
a votar y se acabe la fuga de papeletas.
La mañana había empezado con
una de las decenas de entrevistas de Pedro Sánchez a un medio de
comunicación -única condición: no ser catalán- y haciendo un descomunal destrozo en la independencia de la fiscalía.
De hecho, el candidato del PSOE vino a decir que al president
Puigdemont lo estaba trayendo el Gobierno a España, ya que la
fiscalía dependía del Ejecutivo. Ante la sorpresa del periodista, por si
quería añadir algo más, tan solo sentenció: "Pues ya está".
Ni la Fiscalía General del Estado, ni las diferentes asociaciones de
fiscales pudieron hacer la digestión del zapatazo que les propinó Pedro
Sánchez, que aniquiló en cosa de segundos su autonomía. La vicepresidenta Carmen Calvo
salió a recoger los destrozos que dejó su jefe y, con su pericia
habitual, no hizo más que profundizar en la herida: "La fiscalía está
encuadrada en el ámbito del poder judicial, no es poder judicial".
Una
explicación que solo hacía que dejar en el aire aquellas premonitorias
palabras del ministro del PP que quedaron dichas en una grabación y
que ahora el PSOE parece hacer hace suyas: la fiscalía te lo afina.
No era buen día para irritar a los fiscales de aquí, mientras puedes
perder hasta la camisa. Mientras, la policía inglesa, con sorna, le pide
a la española que le mande "el currículum delictivo de Ponsatí". Ya lo
decía Oscar Wilde, hay que tener un corazón de piedra para no morirse de
risa ante ciertas páginas.
Por cierto que, con la muerte del padre del president Carles Puigdemont,
ya son tres los familiares directos de los líderes políticos catalanes
exiliados tras la represión del Estado por la proclamación de
independencia. Los otros dos fallecidos fueron el hermano del conseller
Toni Comín y el padre del conseller Lluís Puig. Y, mientras, la justicia
europea tumba una tras otra las órdenes de detención y no valida las
euroórdenes. El dolor se puede llegar a soportar. La injusticia, no.
Lecciones de los que propagan desde su casa que el independentismo les
ha privado de libertad, las mínimas. Basta ya de farsa.
(*) Periodista y director de El Nacional
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