La plaza de San Ginés de la Jara, emblemática donde
las haya, rezuma historia por todos sus poros, la misma que por sí sola
te eleva a tiempos pretéritos de aquella Cartagena profunda que un día
creímos perder. Y es que hablar de este rincón de nuestra ciudad es
hablar entre otros temas de la Cofradía que lleva el nombre de Nuestro
Santo Patrón, y por consiguiente de una cronología que nos habla de la
institución religiosa en activo más antigua de toda la urbe.
Sus
páginas, las cuales van más allá del siglo XVI, ocultan un pasado aún
por redescubrir, y entre éstas sus décadas más recientes, aquellas que
arrancan tras el fin de nuestra Guerra Civil y que curiosamente podemos
calificarlas como uno de sus pasados más desconocidos.
Más
allá de la figura emblemática de Luis Angosto Lapizburú, primer Hermano
Mayor tras la refundación de la Cofradía en 1917, encontramos otros
nombres como los de Manuel Zamora y José Moncada, breves mandatos que
dieron paso el 20 de agosto de 1946 a la presidencia de Joaquín Moncada
Moreno. Es aquí donde la Plaza de San Ginés de la Jara vuelve a
intensificar la línea continuista del recordado Luis Angosto en pro de
la infancia más desfavorecida.
Observamos como el domingo 25 de agosto
de ese mismo año, festividad de San Ginés, a las seis de la mañana se
tocará diana por parte de la banda de tambores y cornetas de la Cruz
Roja, recorriendo la Plaza y otras calles del barrio. Dos horas más
tarde, y con el santo de la hornacina como testigo, el Bar Sol servirá
un desayuno a cerca de cien niños vecinos de las calles Faquineto,
Concepción y resto del barrio de Pescadores.
Su
tinte social es evidente y más aún el fuerte arraigo de los dirigentes
de la Cofradía de San Ginés hacia esa Cartagena humilde y sencilla que
antaño dormía a la sombra del Cerro de la Concepción. Sin dejar de mirar
hacia el monasterio anexo al Monte Miral el recuerdo de nuestra querida
y malograda Catedral sigue presente, y el de una capilla, la de los
Cuatro Santos y Virgen del Rosell, que un día albergó la talla
desaparecida del Patrón de Cartagena. Es por ello como la Misa Solemne y
correspondiente plática en honor al Santo se realizará como norma en la
Iglesia de la Caridad a las diez de la mañana.
Las
celebraciones de los años siguientes serán similares, destacando
nombres propios como los de Rafaela Martínez o Sandalio Bernal con sus
obsequios y donativos a los más pequeños durante los tradicionales
desayunos. Las cifras de niños invitados en la plaza durante la
festividad de San Ginés se irán incrementando conforme pasen los años.
Es el caso del año 1952, que llegará a alcanzar 255 desayunos,
consistente en un bocadillo de queso y salchicha, bollos y café con
leche, todo ello costeado por los comerciantes y vecinos de la ciudad a
instancias entre otros de los cofrades de San Ginés. Nombres como Juan
Viñas y Orencio Bernal, junto al Hermano Mayor Joaquín Moncada, merecen
aquí su particular mención.
Es de justicia también
destacar la figura del suboficial Diego Reynaldo, quien durante algunos
años dirigió la Banda de Cornetas y Tambores de la Cruz Roja que
anunciaba con su diana que la festividad de San Ginés de la Jara un año
más había amanecido en Cartagena.
En 1956 las
cifras de niños presentes en nuestro querido rincón se elevaron a 305
desayunos, organizados éstos mediante la presentación de vales. Se dio
el caso de numerosos niños que no los tenían, pero ello no fue ápice
para que los hermanos de San Ginés sirvieran a toda la infancia que se
encontraba en la Plaza.
Y es que pese a los años de ausencia del
recordado Luis Angosto, su huella con la población más desfavorecida se
encontraba siempre presente entre sus cofrades. Ese día todos los niños
que estaban allí pudieron tomar su correspondiente bocadillo de
mortadela y queso, bollo y café con leche.
Joaquín
Moncada mantuvo esta tradición hasta el mismo año de su fallecimiento
acaecido en 1963. Con él cayó en el olvido la Cofradía y las
celebraciones de la Plaza de San Ginés de la Jara, un lugar irrepetible
que espera en esta nueva era volver ver amanecer como antaño aquellas
festividades de dianas, chiquillería y desayunos. Y cómo no, con la
atenta mirada desde su hornacina del Santo Patrón de Cartagena y una
sonrisa en los labios...
(*) Cronista de la Cofradía de San Ginés de la Jara
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