Allá donde usted se tropiece con el
líder del PSOE podrá observar que luce en la solapa de su chaqueta un
pin de considerable tamaño que en una primera impresión se asemeja a la
tele-ruleta de la fortuna, tal es el despliegue multicolor en forma de
circunferencia. No contiene siglas ni lemas, de modo que es preciso
estar muy familiarizado con el logo para distinguir que identifica a los
Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) enunciados por la ONU, la
llamada Agenda 2030.
Pues
bien, ahí está el marco del programa político de Diego Conesa para las
elecciones autonómicas. Cuando dicho programa se publique, el probable
lector podrá apreciar determinados subrayados en las propuestas de
política local que señalarán la identificación con todas y cada una de
las exigencias de la Agenda. El programa socialista se adecuará, pues, a
un molde general que reproduce objetivos globales.
Es interesante
la voluntad de evidenciar este compromiso y tratar de convertir la
retórica de los enunciados generales en acción política para la
gobernación, si bien alguien podría apelar que los mandatos de la Agenda
no diferencian ideologías, de modo que atenderlos no establece
singularidad. Se supone que es un dictado de propósitos que obliga a
todos. El PSOE murciano quiere remarcar expresamente que se siente
obligado. Bien.
Pero
ya vamos avanzando en la precampaña electoral, y ayer recibimos el
siguiente mensaje del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en su
visita a la Región: «El suministro de agua está garantizado». ¿Sí?
¿Cómo? ¿Cuánta? ¿De dónde? ¿Para qué usos? ¿Basta confiar en su palabra o
es preciso ratificarla con proyectos, leyes o, cuanto menos, decretos?
Es
estupendo que los líderes regionales lancen su mirada, como hace
Conesa, más allá de su terruño y nos hagan ver que los objetivos de
sostenibilidad han de ser compartidos, pero esto requiere precisión
declarativa, y no salidas del paso. Ese ya sería el principio del
cambio.
(*) Columnista
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