Dónde se ha visto que el portavoz de la oposición en un ayuntamiento
amenace con dimitir en protesta por la negativa del alcalde a irse y
además ejecute su ultimátum? Respuesta: en Caravaca. Lo hizo Miguel
Sánchez (2014), entonces en UPyD pero ya abarloado a Ciudadanos, cuando
el primer edil, Domingo Aranda (PP) y siete de sus concejales quedaron
imputados en el 'caso Roblecillo'.
Allí, y así, empezó a fraguarse la
embrollada carrera política en primera línea de quien acaba de ser
fulminado por su partido como aspirante a revalidar la candidatura a la
presidencia de la Comunidad Autónoma a cambio de un plato de lentejas.
A
Miguel Sánchez nunca se le reconoció entre los afiliados de Ciudadanos
la 'auctoritas' necesaria para ejercer un verdadero liderazgo, a lo que
contribuyó tanto su escasa empatía con los otros tres diputados del
grupo parlamentario en la Asamblea Regional como la estructura de un
partido centralista hasta la médula en el que no caben las baronías; tan
es así que Sánchez es el único líder político que suspende entre sus
propios votantes en los dos barómetros publicados este año por el Cemop.
Estaba cantado que se le buscaría un recambio. Todo indica que
cualquier alianza poselectoral pasará en Murcia por Ciudadanos, que esta
vez no se conformará con un pacto de investidura, como el que sostiene
al PP desde 2015, sino que entrará en un gobierno de coalición, al
estilo andaluz, en el caso más que probable de que la llave no le diera
para gobernar en solitario. Y, dado que Miguel Sánchez no presenta el
perfil adecuado para esta nueva coyuntura, la dirección nacional de
Ciudadanos se puso manos a la obra para que sus afiliados eligieran al
mejor cabeza de lista posible en un proceso de primarias. Teóricamente.
Al veterano Alfonso Guerra, que dirigió el PSOE con mano de
hierro al punto de sojuzgarlo («el que se mueva, no sale en la foto»),
las primarias le parecen un paripé, porque «conducen al cesarismo».
Guerra representa sin duda la vieja política, una concepción autoritaria
de cómo deben regirse los partidos, pero lo que Ciudadanos se propone
llevar a cabo en la Región para configurar su cartel autonómico de mayo
no avala precisamente la bondad democrática de las primarias.
Restaurante
Cabaña Buenavista. En torno al menú de la terraza se cocinó el 18 de
enero la defenestración de Miguel Sánchez -que había anunciado su
intención de volver a presentarse-, y la designación de Isabel Franco
para tomarle el relevo. Los comensales eran el todopoderoso Fran
Hervías, secretario de Organización y 'número dos' nacional de
Ciudadanos, su homónima en Murcia, Valle Miguélez, y Francisco Álvarez,
secretario autonómico de Acción Institucional; estos dos son quienes
cortan hoy el bacalao del partido en la Región, a falta de un liderazgo
unipersonal.
Martes, 19 de febrero. Horas después de que Miguel Sánchez comunicara
en una rueda de prensa que se apartaba a un lado, bajo el socorrido -y
nada creíble- pretexto de querer dedicarle más tiempo a su familia, la
recién nombrada secretaria de Comunicación de la formación naranja,
Isabel Franco, una avezada usuaria de las redes sociales, anunciaba en
Twitter que se lanzaba a la piscina: «Voy a proponer a la afiliación que
me apoye en primarias para encabezar la candidatura a la presidencia
(...) Quiero ser la única mujer candidata».
Sabía que había agua en la
piscina. Antes de viajar a Londres, donde había pasado ese fin de semana
con su hija, Isabel era ya la única persona que quedaba en pie de la
tripleta barajada inicialmente por el sanedrín del partido: ella misma,
Valle Miguélez y Marian Cascales, adjunta a la secretaría de Relaciones
Institucionales y expresidenta de la Asociación Murciana de la Empresa
Familiar (Amefmur); la nominación de esta última fue desconsejada por
alguno de los grupos sociales consultados a lo largo de un proceso que,
como se ve, tuvo de todo menos espontaneidad y participación de la
militancia.
Sería, por tanto, Isabel Franco. Su tarjeta de
presentación en Twitter recoge que es 'sobreviviente del cáncer'
-felizmente dejado atrás-, y algunos de sus mensajes, al igual que otras
de las muestras de cariño tuiteadas estos días, hacen alusión a dos
atributos nucleares de su personalidad: la superación del sufrimiento y
su condición de mujer, embarcada en la defensa de la igualdad al frente
de la dirección del observatorio que la promueve desde la OMEP
(Organización de Mujeres Empresarias).
La postulación de Isabel
Franco tardó un minuto en convertirse en un torbellino arrasador. Los
mandatarios del partido se apresuraron a respaldarla públicamente en una
actitud irreflexiva que aleja a la organización del espíritu de las
primarias y priva a sus afiliados del derecho a elegir. No 'de iure',
porque votarán, pero sí 'de facto'. La suerte está echada en Ciudadanos,
salvo que la militancia se revuelva mayoritariamente contra la
jerarquía, que ha señalado a su favorita sin el respeto debido a quienes
deberían tomar la decisión.
Otros tres afiliados (Óscar Pozzati,
Francisco Morales y Leonardo Pérez) habían informado antes que Isabel
Franco de su intención de concurrir al proceso, pero desde arriba fueron
ignorados -según cabía esperar-, y un cuarto, Javier Pérez, hizo lo
propio después, al grito de «¡no hay derecho!».
Isabel Franco parece una candidata con más chance electoral que
sus otros compañeros pretendientes, pero la torpeza en la que ha
incurrido la cúpula del partido para ayudarla podría restarle opciones,
en el caso de que los afiliados trasladaran a las primarias su
perplejidad. El primero en respaldar a Isabel Franco vía Twitter fue
nada menos que Fran Hervías («serás una gran presidenta»), en una
clarísima advertencia: absténganse entremetidos. Después, la cascada:
«El futuro de Murcia tiene nombre de mujer» (Valle Miguélez); «Cuenta
con mi voto» (Miguel Garaulet). Y así.
Tampoco faltó al coro el portavoz
municipal en Murcia, Mario Gómez, cuya adhesión podría encubrir un
pacto de mesa camilla, muy de la vieja política, por el que Mario Gómez
compromete para la candidata oficialista el voto de los afiliados que
orbitan en su entorno -más de la mitad del censo regional-, a cambio de
que, llegado el momento, nadie le haga sombra en las primarias de
Murcia.'Quid pro quo'.
Hay más. Miguel Sánchez estaba en el ajo.
Aunque él quería repetir, y fue convenientemente disuadido, no se puede
hablar en puridad de una defenestración, pues reaparecerá tras los
comicios de mayo, a saber si en un cargo en San Esteban o sentado en un
escaño del Senado por designación de la Asamblea, donde Ciudadanos
obtendrá representación suficiente para participar en la designación
directa de senadores.
Podría también haber pactado su inclusión en las
listas para el 28-A, pero entonces quedaría en evidencia su excusa
familiar. Cualquiera de estas opciones es un plato de lentejas comparada
con la probabilidad de que Ciudadanos se encarame a la presidencia o a
la vicepresidencia autonómica.
Sería ilógico que Sánchez se
quedara en la cuneta. Empezó como empezó en Caravaca, debutó con mal pie
en la carrera regional (las redes se cebaron con él en su primer debate
por un simple roto en el zapato), pero luce en su revólver las muescas
de PAS, Miguel Ángel Cámara y Joaquín Bascuñana y, en vez de echarse al
monte, ha preferido proteger, con su venia al chanchullo, la imagen de
una organización que presume de primarias pero ha ninguneado a sus
afiliados, al más viejo estilo, para llevar en volandas a la favorita
designada por unos pocos mandamases.
(*) Columnista
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