domingo, 24 de febrero de 2019

La favorita / Joaquín García Cruz *

Dónde se ha visto que el portavoz de la oposición en un ayuntamiento amenace con dimitir en protesta por la negativa del alcalde a irse y además ejecute su ultimátum? Respuesta: en Caravaca. Lo hizo Miguel Sánchez (2014), entonces en UPyD pero ya abarloado a Ciudadanos, cuando el primer edil, Domingo Aranda (PP) y siete de sus concejales quedaron imputados en el 'caso Roblecillo'

Allí, y así, empezó a fraguarse la embrollada carrera política en primera línea de quien acaba de ser fulminado por su partido como aspirante a revalidar la candidatura a la presidencia de la Comunidad Autónoma a cambio de un plato de lentejas.

A Miguel Sánchez nunca se le reconoció entre los afiliados de Ciudadanos la 'auctoritas' necesaria para ejercer un verdadero liderazgo, a lo que contribuyó tanto su escasa empatía con los otros tres diputados del grupo parlamentario en la Asamblea Regional como la estructura de un partido centralista hasta la médula en el que no caben las baronías; tan es así que Sánchez es el único líder político que suspende entre sus propios votantes en los dos barómetros publicados este año por el Cemop

Estaba cantado que se le buscaría un recambio. Todo indica que cualquier alianza poselectoral pasará en Murcia por Ciudadanos, que esta vez no se conformará con un pacto de investidura, como el que sostiene al PP desde 2015, sino que entrará en un gobierno de coalición, al estilo andaluz, en el caso más que probable de que la llave no le diera para gobernar en solitario. Y, dado que Miguel Sánchez no presenta el perfil adecuado para esta nueva coyuntura, la dirección nacional de Ciudadanos se puso manos a la obra para que sus afiliados eligieran al mejor cabeza de lista posible en un proceso de primarias. Teóricamente.

Al veterano Alfonso Guerra, que dirigió el PSOE con mano de hierro al punto de sojuzgarlo («el que se mueva, no sale en la foto»), las primarias le parecen un paripé, porque «conducen al cesarismo». Guerra representa sin duda la vieja política, una concepción autoritaria de cómo deben regirse los partidos, pero lo que Ciudadanos se propone llevar a cabo en la Región para configurar su cartel autonómico de mayo no avala precisamente la bondad democrática de las primarias. 

Restaurante Cabaña Buenavista. En torno al menú de la terraza se cocinó el 18 de enero la defenestración de Miguel Sánchez -que había anunciado su intención de volver a presentarse-, y la designación de Isabel Franco para tomarle el relevo. Los comensales eran el todopoderoso Fran Hervías, secretario de Organización y 'número dos' nacional de Ciudadanos, su homónima en Murcia, Valle Miguélez, y Francisco Álvarez, secretario autonómico de Acción Institucional; estos dos son quienes cortan hoy el bacalao del partido en la Región, a falta de un liderazgo unipersonal. 

Martes, 19 de febrero. Horas después de que Miguel Sánchez comunicara en una rueda de prensa que se apartaba a un lado, bajo el socorrido -y nada creíble- pretexto de querer dedicarle más tiempo a su familia, la recién nombrada secretaria de Comunicación de la formación naranja, Isabel Franco, una avezada usuaria de las redes sociales, anunciaba en Twitter que se lanzaba a la piscina: «Voy a proponer a la afiliación que me apoye en primarias para encabezar la candidatura a la presidencia (...) Quiero ser la única mujer candidata». 

Sabía que había agua en la piscina. Antes de viajar a Londres, donde había pasado ese fin de semana con su hija, Isabel era ya la única persona que quedaba en pie de la tripleta barajada inicialmente por el sanedrín del partido: ella misma, Valle Miguélez y Marian Cascales, adjunta a la secretaría de Relaciones Institucionales y expresidenta de la Asociación Murciana de la Empresa Familiar (Amefmur); la nominación de esta última fue desconsejada por alguno de los grupos sociales consultados a lo largo de un proceso que, como se ve, tuvo de todo menos espontaneidad y participación de la militancia.

Sería, por tanto, Isabel Franco. Su tarjeta de presentación en Twitter recoge que es 'sobreviviente del cáncer' -felizmente dejado atrás-, y algunos de sus mensajes, al igual que otras de las muestras de cariño tuiteadas estos días, hacen alusión a dos atributos nucleares de su personalidad: la superación del sufrimiento y su condición de mujer, embarcada en la defensa de la igualdad al frente de la dirección del observatorio que la promueve desde la OMEP (Organización de Mujeres Empresarias).

La postulación de Isabel Franco tardó un minuto en convertirse en un torbellino arrasador. Los mandatarios del partido se apresuraron a respaldarla públicamente en una actitud irreflexiva que aleja a la organización del espíritu de las primarias y priva a sus afiliados del derecho a elegir. No 'de iure', porque votarán, pero sí 'de facto'. La suerte está echada en Ciudadanos, salvo que la militancia se revuelva mayoritariamente contra la jerarquía, que ha señalado a su favorita sin el respeto debido a quienes deberían tomar la decisión. 

Otros tres afiliados (Óscar Pozzati, Francisco Morales y Leonardo Pérez) habían informado antes que Isabel Franco de su intención de concurrir al proceso, pero desde arriba fueron ignorados -según cabía esperar-, y un cuarto, Javier Pérez, hizo lo propio después, al grito de «¡no hay derecho!».

Isabel Franco parece una candidata con más chance electoral que sus otros compañeros pretendientes, pero la torpeza en la que ha incurrido la cúpula del partido para ayudarla podría restarle opciones, en el caso de que los afiliados trasladaran a las primarias su perplejidad. El primero en respaldar a Isabel Franco vía Twitter fue nada menos que Fran Hervías («serás una gran presidenta»), en una clarísima advertencia: absténganse entremetidos. Después, la cascada: «El futuro de Murcia tiene nombre de mujer» (Valle Miguélez); «Cuenta con mi voto» (Miguel Garaulet). Y así. 

Tampoco faltó al coro el portavoz municipal en Murcia, Mario Gómez, cuya adhesión podría encubrir un pacto de mesa camilla, muy de la vieja política, por el que Mario Gómez compromete para la candidata oficialista el voto de los afiliados que orbitan en su entorno -más de la mitad del censo regional-, a cambio de que, llegado el momento, nadie le haga sombra en las primarias de Murcia.'Quid pro quo'.

Hay más. Miguel Sánchez estaba en el ajo. Aunque él quería repetir, y fue convenientemente disuadido, no se puede hablar en puridad de una defenestración, pues reaparecerá tras los comicios de mayo, a saber si en un cargo en San Esteban o sentado en un escaño del Senado por designación de la Asamblea, donde Ciudadanos obtendrá representación suficiente para participar en la designación directa de senadores. 

Podría también haber pactado su inclusión en las listas para el 28-A, pero entonces quedaría en evidencia su excusa familiar. Cualquiera de estas opciones es un plato de lentejas comparada con la probabilidad de que Ciudadanos se encarame a la presidencia o a la vicepresidencia autonómica. 

Sería ilógico que Sánchez se quedara en la cuneta. Empezó como empezó en Caravaca, debutó con mal pie en la carrera regional (las redes se cebaron con él en su primer debate por un simple roto en el zapato), pero luce en su revólver las muescas de PAS, Miguel Ángel Cámara y Joaquín Bascuñana y, en vez de echarse al monte, ha preferido proteger, con su venia al chanchullo, la imagen de una organización que presume de primarias pero ha ninguneado a sus afiliados, al más viejo estilo, para llevar en volandas a la favorita designada por unos pocos mandamases.



(*) Columnista



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